C A P Í T U L O 2

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Sillazo en la cabeza y a corre.

Lo miré de arriba abajo sin poder creérmelo. Como alguien como él podría mancharse las manos de semejante espeso líquido.

— No te creo.

— No te lo esperabas ¿A que no?

Nada tenía sentido, que pintaba él con mi familia, quiero decir, no recuerdo haberle visto cerca de mi antigua casa ni en las famosas ceremonias de papá donde se reunían todo tipo de personas, pero ninguna como él.

— Todo tiene su explicación....

— No la quiero. — Interrumpí levantando la cabeza haciendo que todo mi desordenado pelo me tapara la cara de manera aterradora. — Total ¿de que me van a servir?

Sacudió la cabeza mientras sonreía con una mueca.

— Realmente creo que deberías...

— Deberías matarme ya, porque si no lo haces tú lo haré yo misma —.Me acomodé en la silla y con pequeños cabezazos intenté poner el pelo en su sitio.- ¿O no quieres mancharte tu precioso traje?

—Así no funcionan las cosas, princesa. — Continuó sin rastro de molestia, más bien parecía divertirse.

— No me llames así. — Rechiné.

— ¿O si no qué, princesa? —Dijo remarcando la palabra. —¿Vas a darme un puñetazo o algo?

— Lo haría si no fuera porque estoy agarra a una silla roñosa, es tu día de suerte.

Se acercó más a mi y me empezó a peinar con sus dedos. Después me cogió de la mandíbula con sus delgados y frios dedos y me obligó a mirarle, aunque mi mirada se mantenía alejada de la suya.

— Vas a escucharme y después te irás y harás lo que te diré ¿De acuerdo?

Cogí fuerza y le escupí entre ceja y ceja. — De acuerdo.

Se mantenía totalmente inexpresivo ¿Es que nada le cabreaba? Lo único que hizo fue acercarse a mi oreja y decirme muy bajo casi en un susurro:

— Eso espero.

Me apretó más, al punto de que ya empezaba a dolerme la mandíbula, de seguro me dejaría marca. Pasó su asquerosa lengua por debajo de mi oreja y me estremecí por el frío contacto, pero no dejé que él lo notara.

— Empecemos por el principio...

No pensaba escucharle, solo afirmaría con un gesto de cabeza cuando se me pareciera, total diga lo que diga no iba ha cambiar mi futuro.

— Señor. — El grandullón le señaló el móvil.

Se pasó la mano por la cara y dejó su mano en su barbilla mientras resoplaba y movía la cabeza de frustración.

Al parecer tuvo que contar mínimo hasta veinte para calmarse antes de colocar una perfecta sonrisa y girarse — hacia su compañero supongo — y hacerle una seña con el pulgar.

Con la misma gracia se giró hacia mí, sentada de malas maneras, para anunciarme en un tono burlón que sacaría a cualquiera de sus casillas que estaría fuera por unos minutos.

— No vayas a ningún lado. — Se burló con una sonrisa socarrona.

— Mhm.

Después me acarició la cabeza como un perro y salió por la puerta.

Este era mi momento, en cuanto cerraron la puerta conté hasta diez antes de empezar a moverme dando saltitos hasta la mesa, donde había estado el grandullón fumando, pues el muy tonto se había dejado el mechero.

By your sideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora