Capitulo 04: Color Rojo

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Contar los días que pasan en mi matrimonio como si fueran una cuenta regresiva en una prisión, se estaba haciendo un suceso muy cotidiano para mí, pero la diferencia era que un reo podía saber que al seguir haciendo la cuenta regresiva de pasar los días en prisión, algún día daría el ultimo valor para que así pudiera decir que es libre, en cambio para mí, no podía decir que había libertad, no la había, para nada, el matrimonio se trata de un compromiso en el cual das prácticamente tu vida con tu pareja, estás para él, vives para él y no debes traicionarlo a él, pero para mí era imposible no querer sentirme aburrido de esa rutina, después de nuestra no tan preciada luna de miel, me dedique a mandar a los sirvientes, dar ordenes no era exactamente lo mío, pero tenía que hacerlo, un doncel debía saber de todo para dar instrucciones precisas a sus empleados, y eso era lo que hacía.

Pero ahora me dedicaba a verme bien, un doncel debe mostrarse sumiso ante su esposo, debe demostrar una completa admiración por él, no debe de pensar en tener un romance con otra persona, no debe ver a otra persona, pero ¿cómo puedo ignorar los ojos carmesíes que ahora me veían? ¿Qué había pasado? Simple, Hangil me dijo claramente que uno de sus socios iba a venir a nuestra morada a disfrutar de una cene deliciosa que él mismo le había prometido después de haber perdido en un absurdo juego de polo, Hangil menciono que debía ponerme mi mejor atuendo, y por supuesto lo hice, también menciono que enviará a los sirvientes por los mejores vegetales, las frutas más jugosas, y la carne más magra, suave y jugosa que pudieran encontrar, todo para un invitado, ni siquiera conmigo tenía esos detalles, pero no tarde en obedecer a sus órdenes, pensé que su amigo seguramente sería alguien de una sociedad muy alta y que siempre comía todo de primera, así que me vi limitado a mis quejas y deje que todo fluyera con normalidad.

En cuanto termine de arreglarme, no dude en revisar los últimos detalles, la comida estaba casi terminada, la mesa del gran comedor, estaba totalmente puesta, los platos colocados y las copas vacías para comenzar con el servicio, servilletas de tela limpias y colocadas pulcramente sobre la mesa, y el candelabro pequeño con las velas encendidas, todo estaba perfecto, y estaba tan contento por ver que todo se encontraba perfectamente colocado, que no dude en decirle al ama de llaves que me dejase abrir la puerta para encargarme de ver quien era quien tocaba, pudo haber sido algún repartidor, pero ellos entregaban todo a los sirvientes en la parte trasera de la casa, así que no dude en pensar enseguida que se trataba de nuestro famoso y pulcro invitado, limpie las palmas de mis manos sobre mi ropa, pasándolas un par de veces, a pesar de saber que no estaban para nada sucias, relamí con la punta de mi lengua mis labios y abrí la puerta.

Por un momento, pensé que el hombre tras la puerta, se trataría de un hombre con algunas canas destacando en su cabeza, con leves arrugas sobre la frente y las comisuras de sus ojos, que llevaría lentes y que portaría una barba no tan prominente, y que me vería de pies a cabeza con el ceño fruncido, como si estuviera desaprobando todo de mí. Pero en cambio, cuando la puerta por fin se abrió, y me dio acceso a admirar de quien se trataba, no pude evitar que mis labios se entreabrieran levemente al verlo a él, un cabello tan negro como el carbón, una piel tan blanca como el harina, de porte alto, manteniendo su espalda recta y el pecho levemente levantado en orgullo, unos labios prominentes de un pálido color que destacaban en una tenue sonrisa, como la de un niño pequeño cuando le das un halago a sus juguetes, su mandíbula cincelada por el mejor de los escultores lo hacía ver sumamente atractivo, pero lo que más había llamado mi atención, fueron esos ojos suyos, eran distintos, tan distintos como los de Seokjin, pero a diferencia de Seokjin, aquellos ojos eran rojos, un rojo tan profundo como el de la sangre misma, brillantes y llenos de vida que en cuanto me enfocaron no dejaron de analizar mi rostro, y hacerme sentir tímido en el momento en que su mirada fue a dar a mi rostro, me sacaba casi una cabeza de altura y vestía ropas oscuras con algunos detalles en dorado.

—¿No cree que es conveniente que me permita pasar? —pegue mi lengua en mis dientes, su voz era melodiosa, pero a la vez grave, con un toque dulce como si los pétalos de una rosa acariciaran tus oídos por unos instantes y te dejarán una sensación agradable en la piel.

—D-disculpe —mencione apenas en un murmullo, baje la mirada, apenado por haberme quedado admirándolo, ¿qué es lo que me paso? Mis mejillas se calentaron en un instante, la vergüenza se estaba apoderando de mi cuerpo.

—No hay problema —me contestó, avanzo unos pasos más, eliminando un poco más de la distancia entre nosotros, pensé que me pediría que le dejase el camino libre para que entrará, no debía preguntarlo porque sé que es un invitado de mi esposo, pero ni siquiera mis piernas me respondían en ese instante, trague saliva en cuanto sus pasos se detuvieron, su aroma varonil no tardo en llegar a mí y antes de que yo lo esperase, él acerco una mano hacia mi rostro, abrí mis ojos en grande al sentir la suavidad del tacto de sus dedos sobre la piel de mi mejilla, el frio de su toque me hizo recordar a Seokjin—, él tenía razón —menciono en un suave murmullo, la ve ronques en su voz hacía que mi piel se erizará por completo—, eres sumamente —su mano se deslizo hasta dar con mi mentón y en un movimiento sin esfuerzo, levanto mi rostro para que lo mirara a los ojos, contuve el aliento al ver que su rostro estaba a escasos centímetros del mío—, deleitante...

Parecía que él había logrado que perdiera la voz por completo, me concentre en sus ojos carmesí, ese rojo intenso que tanto llamo mi atención en él, mi corazón empezó a palpitar en demasía, y las palmas de mis manos comenzaron a sudar en nerviosismo, su cercanía era demasiada, ni un amigo de mi esposo debía tocarme, o siquiera mirarme como él lo hacía, en sus ojos había un ligero toque de diversión, y casi podía leer sus pensamientos con sólo mirarlo a los ojos, él desvió su mirada por breves instantes, dirigiéndola hacia mis labios, y entonces me sentí desfallecer, ¿acaso él pensaba besarme? Porque si es así, no me negaría, este hombre es hipnotizante, destila dulzura, pero también pecado, y esos ojos carmesíes me lo confirman todo, volvió a acercarse un poco más, y me permití mirar hacia abajo, hacia sus labios.

—¿Quién es, Yoongi? —cerré mis ojos con fuerza, y maldije a todo lo sagrado por interrumpir este momento, y en cuanto abrí mis ojos, aquel hombre que había eliminado nuestras distancias, las había puesto de nuevo por completo, miré al frente, y allí estaba él, mirando a mi esposo que se acercaba, sus pasos se detuvieron por unos momentos—. ¡Park Jimin! Que bueno que llegas, y lo haces justo a tiempo, la comida esta lista, ¿cierto, Yoon?

—C-cierto —dije mientras daba un asentimiento y trataba de que mi respiración se regularice, aunque mi corazón estuviera tamborileando dentro mío sin parar.

—Es un placer venir —menciono aquel hombre, dio una pequeña reverencia antes de volver a plantar su mirada sobre mí—, y, sobre todo, conocer todo lo que es tuyo —sonrió levemente—, debo decir que estoy algo celoso —trague saliva, ¿qué quiere decir con eso? Parpadeé un par de veces—, las flores de tu jardín son más hermosas de lo que creí —aparto su mirada de mí y fue cuando le permití el paso, Hangil se encontraba a unos pasos de nosotros, mientras se acomodaba los botones de las mangas de su camisa, estaba seguro que ni siquiera se percato de la mirada de Jimin sobre mí.

—No te preocupes, amigo, apuesto a que puedo brindarte a un buen jardinero para que tengas el mismo jardín tan hermoso con las flores que más te gustan.

—Aunque fuera así, no sería lo mismo —volvió a darme otra mirada mientras entraba—, no serían las mismas flores.

Las enormes ganas de maldecir me estaban tentando, pero me abstuve en hacerlo, un buen doncel no dice palabras altisonantes cerca de los amigos de su esposo, y ni siquiera en presencia de su esposo, tragarme mis emociones era lo mejor que podía hacer en estos momentos, aunque esos ojos carmesí no dejarían de atormentarme durante un par de horas, y por supuesto mi esposo parecía reacio a prestar atención a mi comportamiento, y eso era algo que debía agradecerle.

Midnight Lovers  (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora