Único

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Había muchas cosas que Alma Madrigal lamentaba de su vida.

Para ella, no había estado bien desde la muerte de Pedro. Había dejado que su gratitud por el Milagro eclipsara absolutamente todo, sintiendo que tenía que demostrar lo mucho que su familia se había ganado ese Milagro cada día. Eso la había llevado a presionar a sus hijos para que sirvieran a la comunidad hasta el punto de perjudicarlos. Y lo que es peor, había continuado con esa tendencia con respecto a sus nietos. Lo peor de todo es que había hecho a un lado a su nieta más joven y la había culpado de todo lo malo... sólo porque no tenía un don. Había cerrado los ojos e ignorado todo lo demás de Mirabel: su corazón bondadoso, sus talentos que no necesitaban de la magia para ser cultivados, su impulso para que la familia se sintiera orgullosa.

Había tantas cosas por las que disculparse, y Alma no sabía si le quedaba suficiente tiempo de vida para decirlo todo.

Sin embargo, resultó que en sus esfuerzos por excluir a Mirabel, había olvidado algo importante. Se había olvidado de la fiesta de quince años de Mirabel, el rito de paso que marcaba su entrada en la edad adulta. Mientras que sus hermanas y su prima habían tenido grandes fiestas, regalos y mucho amor y baile, Mirabel no había recibido nada. Para la familia había sido un día más de preparación para la ceremonia del regalo de Antonio.

Alma se lo había quitado de la cabeza en ese momento, asegurándose de que Mirabel estaría bien sin fiesta. Ella lo entendería; después de todo, quería mucho a Toñito. Y Mirabel no se había quejado en absoluto. El día de la fiesta, se mantuvo al margen de la familia y se quedó en su habitación todo el tiempo. La Alma de entonces lo había aprobado, agradecida de que Mirabel al menos diera un respiro a la familia con sus travesuras.

La Alma se preguntaba ahora -y le dolía pensarlo- si la razón por la que Mirabel no había salido ese día era porque estaba llorando por su ignorado cumpleaños. Antonio tampoco se había alegrado ese día, dejando la cena antes de tiempo y llevando la comida a la guardería. Se había acordado de su cumpleaños cuando su propia abuela y sus hermanas no lo habían hecho. Alma sabía que nunca podría recuperar eso ni compensarlo de verdad.

Bueno... no hay nada que diga que no pueda intentarlo.

Se acercaba de nuevo el cumpleaños de Mirabel, y estaba decidida a organizarle a su nieta más joven un festejo que nadie olvidara. Era lo mínimo que Mirabel se merecía después de tantos años de abandono y de traer de vuelta el Milagro.

El tema surgió dos meses antes del gran día, cuando Bruno preguntó qué quería su sobrina favorita para su cumpleaños.

(Nunca lo admitiría en voz alta, pero todo el mundo lo sabía. Mirabel era y siempre había sido su niña favorita).

Alma estaba fuera de la cocina mientras las dos lavaban los platos, manteniéndose fuera de la vista para que no dejaran de hablar.

- Mi cumpleaños no es hasta dentro de dos meses -se rió Mirabel.- Milo aún no ha cumplido el suyo -.

- Lo sé, pero tengo diez años de cumpleaños que compensar. Además, me perdí tu fiesta de quince años -.

- No te perdiste de mucho. No tuve ni una ya que la fiesta de Toñito fue menos de dos semanas después. -.

Alma oyó que su hijo dejaba un plato.

- Estoy bien, Tío. Con que Antonio recibiera su regalo y tuviera su fiesta me bastaba -.

- No deberías estar bien. Comparto un cumpleaños con dos chicas que los tienen, y no me han olvidado -.

- Bueno, no tenían sus ceremonias de regalos. No necesito una gran fiesta. Tuve la mía cuando nos mudamos a la casa. Eso era lo que necesitaba -.

los dieciséis años de mirabel madrigal | encantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora