Capítulo Tres

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¡No quiero ser Alfa!

Habían pasado tres días y Mónica no había vuelto a clases, no contestaba mis mensajes y tampoco abría la puerta de su casa. Su hermano menor era quien lo hacía y simplemente me decía que estaba bien y que pronto volvería a ir al instituto.

Sinceramente no le creía, además de que ya me estaba empezando preocupar, ¿acaso había hecho algo mal? o ¿En serio estaría tan molesta conmigo para no querer verme?

Alejando esos pensamientos suspire y seguí escuchando la tediosa clase de historia. Al terminar salí rápidamente del salón, fui directamente a mi casillero, guarde mis cuadernos y saque los libros que usaría para la tarea de correspondiente. Cuando terminé me dispuse a salir del instituto, iría nuevamente a casa de mi mejor amiga.

Caminé a paso lento, mis manos sudaban y mi corazón latía rápido, mi lobo estaba muy inquieto. No entendía porque, pero algo me decía que debía llegar rápido a casa de la castaña. Apresure mi paso y cuando me di cuenta ya estaba frente a esa puerta de madera que tan bien conocía. Suspire y toqué el timbre. Esperé pacientemente mientras jugueteaba con mis dedos, al no obtener respuesta iba a tocar de nuevo pero el chirrido de la madera me detuvo.

—¿Qué haces tú aquí? —soltó de forma despectiva una omega adulta.

Fruncí el ceño, la madre de Mónica siempre me había tratado muy bien. ¿Por qué ahora actuaba así contigo?

—Y-yo —intenté hablar, pero estaba muy confundida— ¿Perdón?

No sabía si había hecho algo malo, pero no quería que ella ni mi Mónica estuviesen molestas, tenía que solucionar ésto ahora mismo.

—Solo vete, Isabela —me fulminó con la mirada— No te quiero ver más cerca de mi hija.

—¿Qué le pasa? No estoy entendiendo —me atreví a decir, ya me estaba molestando— No se que está pasando, pero no me iré de aquí hasta ver a Mónica y hablar con ella.

Dije con voz firme, haciendo dudar un poco a la omega. Se notaba que en su cabeza estaban pasando un montón de cosas al mismo tiempo, así que me calme y preferí esperar respuestas.

—Mira —intentó calmarse un poco— Mi hija se presentó cómo omega...

Mi lobo saltó de alegría al escuchar eso. No podía creerlo, bueno sí podía. Estaba segura de que Mónica sería la omega más hermosa que existiría en todo el mundo.

—¿Y eso qué tiene que ver? —pregunté ya un poco cansada por la innecesaria escena. Preferí ocultar mi emoción y ser directa con el tema principal, no entendía porqué eso debía ser malo.

—Tú eres una alfa —soltó de mala gana— El otro día llegó oliendo a tí, y a mi esposo ni a mi nos gusto eso.

Fruncí el ceño, ¿tanto drama por algo tan simple? Pasábamos mucho tiempo juntas, era de esperarse que eso sucediera.

—No creo que eso tenga nada de malo —respondí simple— Somos mejores amigas y estudiamos en el mismo instituto, pasamos todo el día juntas. Es normal que mi olor se impregne en ella.

—Ya lo sé —bufó— Pero...

No pudo terminar de hablar porque escuchamos unos pasos acercarse. Sentí un delicioso y fuerte aroma: gomitas y algodón de azúcar, que me hizo estremecer de inmediato. Era el aroma más delicioso que había percibido en mi corta vida.

—Mamá —escuché su dulce voz— ¿Isa está en la puerta?

Iba a hablar, pero rápidamente la señora me empujó y salió conmigo de la casa, cerrando la puerta tras de sí. Impidiendo que ella pudiera verme, aunque claramente ya mi olor me había delatado.

—Será mejor que te vayas —habló de forma rápida— ¡Vete ya!

—Yo no... —iba a quejarme, pero me tomó del brazo y me jaló hasta la acera.

Gruñí ante la acción y ella tembló, me solté de su agarre al instante. Olvido que por sobre todo yo seguía siendo un alfa y ella una omega, la podía someter, aún así preferí irme para no comportarme como un insensato animal.

—Esto no se va a quedar así —la fulmine con la miraba, estaba realmente molesta. Esta se encogió en su lugar al escuchar la advertencia.

Sin más, me di la vuelta y empecé a caminar en dirección a mi casa. Sentía que mi lobo pataleaba desesperadamente dentro de mí, quería volver.

~Omega.

Gritaba Bela una y otra vez.

~Debemos de ir donde nuestra omega.

Ignoré sus palabras y apresure mis pasos para no perder la cordura. Al llegar a casa, mi papá estaba sentado cómodamente en el sillón de la sala, tejiendo despreocupadamente unos manteles para la mesa del comedor.

—Isa —habló al verme y luego tapó su nariz— ¿Estás bien? Tú aroma esta muy...

—¡No quiero ser alfa! —grité, interrumpiendo antes de que pudiese terminar su oración, cosa que lo dejo sorprendido— ¡Ya no quiero ser alfa!

Luego corrí hasta mi habitación y cerré la puerta tras de mí, poniendo pestillo. Estaba frustrada, sentía que debía estar con Mónica, que ella me necesitaba, y el hecho de no poder hacer nada me estaba volviendo loca.

—Pequeña —dijo mi papá a través de la puerta— ¿Que paso?

Me senté en el suelo, recostando mi espalda en la cama y tapé mi rostro con ambas manos, empezando a sollozar.

—Moni... —no pude soportarlo más y rompí en llanto— No me dejan verla.

—¿Qué? —escuché cómo su voz cambiaba de confundido a molesto.

Me pare sin muchos ánimos, abrí la puerta y ví a mi papá omega ahí parado, se veía en su rostro confusión y enojó al mismo tiempo. Yo solo hice ademán de que podía pasar y bajé la mirada.

Él negó con la cabeza y me abrazó con delicadeza, esa que lo caracterizaba cada que me sentía mal o tenía un pésimo día, él siempre lo sabía, con su aroma a galletas con chispas de chocolate recién horneadas me calmaba.

—No te preocupes, mi pequeña alfa —acarició mi cabello con suavemente— Te ayudaré, pero no estés triste, mi cachorrita.

—Es que... —solté un hipido, ya había empezado a llorar desconsoladamente— Ya no quiero ser a-alfa, no me gusta t-todo esto que está p-pasando.

—Cachorrita, apenas tienes doce años —me acurrucó más en él y empezó a márcame con su aroma— Sé que es difícil, pero ya veras que pronto te acostumbraras y serás una buena líder de manada, solo debes aprender un poco más de tu jerarquía. Sé que sabrás hacerlo.

—Lo intentaré —escondí mi rostro en su cuello— Pero no sé si pueda lograrlo.

—Yo sé que lo harás —sacudió mis rojos y despeinados rulos con dulzura y sonreí— Confío en ti.

Soy una AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora