Capítulo Dos

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Única Omega

Abrí los ojos bastante aturdida, la cabeza me daba vueltas. Quise mirar a mi alrededor para ubicarme pero mi visión borrosa no me lo permitía, hasta que a los pocos minutos –cuando ya todo era más claro– reconocí el lugar como mi habitación, más no recordaba cómo había llegado allí. Froté mis ojos con pereza para terminar de despertar y me senté en la cama, por alguna extraña razón me sentía realmente cansada.  

—¡Papá! —grité, no quería ni tenía intenciones de pararme de la cama. 

Escuché sus pasos acercarse apresuradamente y abrió la puerta con precaución.

—Isa —dijo al entrar a la habitación— ¿Eres tú? 

—¿Quién más va a ser? —fruncí el ceño, ante la pregunta sin sentido, ya estaba lo suficientemente irritada cómo para lidiar con cosas así.

—Tu lobo —rodo los ojos y respondió obvio— Bela estuvo al mando de tí durante estos tres días. Es agradable, aunque le encanta decir "Mónica" cada cinco segundos. 

De inmediato sentí como mis mejillas se calentaban. En reproche lancé una almohada en su dirección, la cual rápidamente esquivó. 

—Deja de inventar cosas —sentencie y lo señale con mi dedo índice en forma de advertencia.

—Es la verdad —soltó una corta risa y se acercó, sentándose a mi lado— Intenté traer a algunos omegas para que te ayudarán y los sacabas a patadas, porque solo querías a tu linda mejor amiga. 

—¿¡Qué cosas dices!? —abrí mis ojos con asombro— ¿Buscaste a cualquiera para que tu hija perdiera su vir... 

Guarde silencio, esto estaba siendo realmente vergonzoso. Él soltó una carcajada y negó con la cabeza. 

—Solo quería confirmar algo —dijo simple y se puso en pie— Ve a darte una ducha y baja a desayunar, hoy no te salvarás de ir a clases. 

Salió de mí habitación y cerró la puerta tras de sí. Suspire y froté mí cara con ambas manos, él era un caso perdido. Mi papá omega siempre había sido así; tan jovial, alegre y extrovertido que a veces parecía ser mi hermano y cómplice que progenitor.

Sin más, me puse en pie y fui al baño, quité cada una de mis prendas y noté como entre mis piernas estaba pegajoso, dejándome sorprendida. Rogué porque mí lobo no hubiese hecho nada extraño o desesperado en mis días de cero lucidez. Sin querer darle tanta importancia –para no morir de vergüenza– me dí una ducha, al terminar me vestí con mi uniforme el cual estaba perfectamente planchado y bajé a la cocina. El desayuno ya estaba servido, más no había rastros de mi papá. Sin más, iba a empezar a comer pero una voz me interrumpió.

—Ten, debes beberlo antes de la comida—escuché la voz de el omega a mis espaldas, pegue un brinco en mi lugar ante su repentina aparición. 

—Me asustaste, omega fantasmal —gruñí mientras ponía una mano en mi pecho.

A veces me burlaba de su pálida piel diciéndole de esa forma, era divertido ver cómo arrugaba la nariz cada que escuchaba el apodo.

—Pero que alfa tan irrespetuosa eres, a tu padre tenías que haber salido —rodó los ojos, tomó mi mano y dejó en esta un pastilla— Es un supresor, tómalo solo por sí acaso. Me voy al trabajo. 

Luego simplemente salió de la cocina, seguido de eso escuche la puerta de entrada ser abierta y cerrada rápidamente, bebí la pastilla de inmediato antes de que se me olvidará. Al terminar de desayunar, agarré mi bolso y salí en dirección a la casa de mi mejor amiga, como era costumbre. Cuando llegue no tuve necesidad de tocar el timbre ya que la puerta fue abierta antes de que pudiera hacerlo. 

Soy una AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora