Daban las doce y Jimin seguía tratando de adivinar los tres últimos números que había en la placa del gato, al quien llamó Panterita. El nombre le parecía bastante tierno, aunque el gato maullaba en desaprobación cada vez que lo llamaba así.
Se rindió y prendió su celular encontrase varios mensajes de su novio preguntándole si estaba bien y por qué había salido antes si él aún lo estaba esperando. Jimin apagó el móvil y se fue a recostar sobre su cama con mucho cuidado, ya que el nuevo invitado estaba descansando plácidamente sobre las sábanas, quién no lo haría después de comerse una lata completa de atún que el castaño había comprado en la bodega de la esquina antes de entrar a su departamento.
Jimin apagó la lámpara y cerró los ojos, sin antes susurrar.
—Quién no pone el nombre a su gato en la placa, pero sí un número de celular todo mal escrito.
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