Pero esta vez iba sólo y el tren no se detuvo en Toulouse ni hubo ninguna niña francesa ni madre que la retara. El tren iba casi vacío y, gracias a lo que paga la universidad, pude costear un cómodo tren directo y de alta velocidad –el cual se toma a las 10:00 am y estás llegando a las 16:46 a la ciudad de las luces–. Solo me acompañaba el mismo viejo libro que leí cuando iba de camino a París por primera vez. Quise pensar que esta vez sí me podría enamorar de la ciudad de Simone de Boubuair, de Sartre, de Baudelaire y Rimbaud, de Bretón y de Cortázar; de Nadja y Lucía y de Oliveira y los del Club de la Serpiente. Pero por algún motivo aquel viejo libro que tanto amé ya no me hace sentir lo mismo, querida. Es pues que, la parte desarrollada en Paris, me parece que ya no vale la pena. Parece que sufren demasiado los personajes y ya no tiene sentido que sufran tanto solo por seguir juntos, Oliveira y la Maga. Y la Maga ya no me parece tan Maga ni Oliveira tan yo-mismo. Entonces ya no leo esos capítulos. Hoy por hoy me gustan los del otro lado. Entonces leer los capítulos de Paris antes de mi real visita a dicha ciudad resultó ser un deprimente ejercicio. Quizás una buena antesala de lo que te quiero contar en esta carta.
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París, ciudad de mierda
General FictionExtracto de Siempre algún libro: Caminé entonces bordeando el Senna hacia la Catedral de Notre Dame para sentarme en uno de los cafés ubicados cerca del lugar. Era el único rincón de Paris que recuerdo con cariño pues allí con Luna nos reímos de nue...