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❝De alguna manera
no puedo decir lo suficiente
lo mucho que aprecio
que estés en el mundo. ❞
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MIRÉ TODA LA HABITACIÓN de Will con mucha atención, sintiéndome repentinamente interesada en la pared y en el escritorio. Suspiré fijándome en que mis cosas estaban al lado de la silla del escritorio.
La decoración era la misma que cuando fui la última vez. La diferencia era que... esa parecía ser mi habitación también durante quién sabe cuánto.
—¿Estás bien? —Me preguntó William al ver que yo parecía sumida en mis pensamientos.
Salí de mi trance rápidamente y William asintió para después recoger su pijama y caminar hacia la puerta de la habitación.
—Me cambio en el baño y te dejo privacidad —abrió la puerta y me miró—. Avísame si necesitas algo.
Asentí frenéticamente, sonriendo nerviosa, sin conseguir que las palabras salieran por mi boca. Era como si el sonido de mi voz se hubiera quedado atrancado en la mitad de mi garganta y era imposible sacarlo. ¿Me estaba dando un ataque, acaso?
Cuando estuve sola en la habitación de Will, conseguí soltar lo que había estado guardando para mi misma desde que me había quedado a solas con él y acabé sentándome en la cama con expresión ida, para después esconder mi rostro en mis manos.
Quería gritar de la frustración. ¡Por supuesto que a mi me pasaría algo así! Estaba siendo una noche de lo más surrealista.
Miré el reloj y el pánico cundió en mi interior al percatarme de que eran las tres de la mañana, y al día siguiente yo trabajaba. Y además tenía que estudiar.
Gracias al cielo y había guardado todos mis apuntes en mi habitación y no el salón. Me habría dado algo si hubiera perdido mi material de clase en el salón. Nunca podría habérselo pedido a nadie de clase después de lo ocurrido en la fiesta de la maldita de Effie.
Ir a clase era un verdadero reto, pues la mayoría de mis compañeros eran personas que estuvieron en la fiesta y que contribuyeron a mi estado de humillación esa horrible noche en la que acabé vestida de conejita sexy en la versión barata de Bridget Jones o Elle Woods. Esa noche había caído en la mayor broma de las películas de los años 2000 para chicas.
Y ahora mi apartamento estaba totalmente chamuscado y debía pagar una gran cantidad de dinero.
Sabía que si le decía a mi padre que prefería que él pagara todo el piso y que yo quería seguir pagando sólo los gastos extras como acordamos al comienzo de mi mudanza, no pasaría nada. Pero, de todas formas, ¿a quién quería engañar? Odiaba mentir y en especial sobre algo tan grave como lo que había pasado.
