19.- Exclusividad

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Kylie

—Bueno… eso fue intenso —dice Matt, batiendo algunas claras en un bowl.

—¿A qué te refieres?

Me acerco a la estufa y pruebo la salsa de arándanos que preparé y que va como aderezo al filete de carne que Matt tiene en el horno. Satisfecha, lanzo la cuchara en el fregadero y sigo picando algunos tomates Cherry, evitando la mirada de Matt.

—Ya sabes —dice él—. Ese chico tatuado, su discusión y como me miraba. En serio creí que estaba a punto de matarme.

—Jake quiere matar a todos. No dejes que te intimide.

—No me intimida —la emoción en su voz me hace mirarlo. Sus ojos verdes brillan con picardía y da una media sonrisa—. Si no estuviera tomado, ya estaría saltando en la polla de ese tipo. Me prende mucho que quiera parecer libro para colorear.

—¿Qué? —me río.

—Por los tatuajes. Quiero colorear sus tatuajes con marcadores Sharpie —le doy un manotazo—. O con mi lengua. Con cualquiera de los dos.

—Creo que a Jorge le encantaría escucharte decir eso.

Pongo los ojos en blanco y coloco los tomates en el bowl de la ensalada.

—No me malinterpretes, no haré nada de eso. Jorge me ama y yo amo su linda furia latina, así que no estoy diciendo que haré un movimiento.

Bufo.

—Estás loco.

—Al igual que ese tipo está loco por tí.

Dejo el cuchillo a un lado y suspiro.

—Matt —hablo lentamente—. No debería saberlo nadie.

—Estoy seguro que Dove no se dió cuenta —se coloca el guante para hornear y se inclina, saca el filete de horno y lo coloca en la encimera de mi pequeña cocina—. Pero yo sí que me di cuenta. Puedo distinguir la tensión sexual en cualquier lugar.

—No había tensión sexual. Estábamos discutiendo.

Y aún me encuentro extremadamente molesta por eso.

—Sí, también lo sentí —dice y al ver que no respondo, se dedica a hacer finos cortes a la carne y deja el tema en paz.

No puedo creer la escena que hizo... No, de echo, si que puedo creerlo. Es nuestra maldita dinámica: O follamos, o peleamos. No hay un punto medio.

A excepción de que esta última semana sí que hubo punto medio. Después de su ataque de pánico en su departamento, las cosas habían ido genial. No discutimos, solo follamos y hablamos durante horas. Incluso bromeamos, pero con Jake nada en esta vida es estable.

Escucho golpes en la puerta y dejo de picar las alcachofas para ir a abrir. Dejo el cuchillo a un lado y me lavo las manos rápidamente en el lavabo de la cocina.

Deben ser Clara o Marie queriendo follar en el baño de nuevo, pero no lo son y me arrepiento de abrir la puerta al instante.

Es Jake.

Y está rojo de la rabia.

Y cuando digo que está rojo, es porque lo está de la manera literal. Sus mejillas son color carmesí y sus ojos azules brillan con ira. No me detengo a admirar lo guapo que es porque yo también estoy enojada por su escena de celos injustificada.

—Creí que ya te fuiste —digo y él respira hondo.

—No, estoy aquí para hablar.

Sin invitación, entra en mi pequeño hogar en la residencia y sus ojos matan con la mirada al pobre Matt.

Mi Mejor Error (AD #2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora