43.- Periodo

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Kylie

Cuando Jake al fin se detiene y aparca su moto, salto de ella y me retiro el casco, acomodando mi falda y frunciendo el ceño en su dirección.

—¿Olvidabas que iba contigo? —reclamo.

—Por supuesto que no —se retira el casco y no puede evitar su sonrisa petulante que amo, pero quiero golpear—. Vamos, Ky, no es para tanto.

—¿Que no es para tanto? ¡Nos pasamos una luz roja!

—Fueron dos.

—¡Eso es peor! —me cruzo de brazos y él se ríe entre dientes mientras baja de la moto—. ¿Y si nos arrestaban? ¿Y si matábamos a alguien?

—No pasó ninguna de las dos cosas, eso es lo importante.

Se encoge de hombros y al ver que en realidad sí estoy furiosa, la sonrisa se borra de su cara y se acerca a mí. Me abraza y yo no se lo devuelvo, pero la calidez de su cuerpo se siente tan bien que me dejo abrazar con toda la felicidad del mundo.

—Vale, tendré más cuidado la próxima vez —promete y me relajo un poco en sus brazos—. Lo siento.

—¿Prometes que ya no conducirás como un loco? —pregunto, tratando de no sonreír.

—Lo juro.

—Bien —sonriendo, elevo mi rostro y le doy un beso en su mandíbula.

Me da un beso en la punta de mi nariz y me retiro su chaqueta de mi cintura y la coloco sobre mis hombros. Me queda enorme, pero no me importa, me siento muy bien con la ropa de Jake.

—¿A dónde vamos? —pregunto mientras caminamos por el estacionamiento, él sosteniendo mi mano y entrelazando sus dedos con los míos.

El sol pega fuerte, pero el otoño está empezando, así que el calor del verano es reemplazado por el frío. Estamos a diez grados y el clima solo irá cayendo en picada a partir de ahora.

—¿Qué no lo ves? —pregunta de forma sarcástica.

—¿En serio me trajiste a un parque de diversiones? Pero si odias las alturas.

Jake hace una mueca y me mira.

—¿Cómo sabes eso?

—Pues las odiabas —le recuerdo—. ¿Recuerdas en nuestras vacaciones antes de último año, cuando fuimos a Santorini y nos subimos a esa noria? Gritaste tan fuerte que el controlador pensó que nuestro asiento se había zafado y tuvo que detener el juego —me río al recordarlo—. Nos bajaron con una grúa y todo.

Jake frunce el ceño y me da una mala mirada.

—Eso fue hace años. Ahora ya las tolero…

Pero no suena del todo convencido a medida que nos acercamos a la entrada del parque en el centro de Brooklyn.

El parque de diversiones tiene las cosas típicas: una noria, una montaña rusa y varios juegos mecánicos para los más atrevidos. También hay los típicos juegos de feria, como un carrusel o un juego para disparar agua en un globo y ganar un osito.

Jake sigue caminando pero se detiene al ver que no lo sigo. Me mira primero inquisitivo, pero luego su mirada se va suavizando al ver mi sonrisa.

—¿Qué? —pregunta.

—Nada, es solo que... Se siente bien.

—¿Qué cosa?

Me en ojo de hombros.

—Conocerte. Pasar tiempo contigo en verdad, donde no discutamos o follemos todo el tiempo —digo y muerdo el interior de mi mejilla—. Se siente… diferente.

Mi Mejor Error (AD #2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora