Capítulo 11.

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Dos semanas después

El silencio del salón era interrumpido por el murmullo de los protagonistas de la película y la respiración entrecortada del azabache.

La tarde ya estaba dando a su fin y, la noche, comenzaba a alzarse oscureciendo el cielo. Además, las nubes grises debido al pronóstico de lluvias no ayudaba a la iluminación, estando la habitación casi alumbrada solamente por la luz de la pantalla de la pared.

Esa misma pantalla, es la que deberían de estar viendo Zhan y Yibo. Habían quedado ese sábado por la mañana y, el castaño, no tenía planeado irse hasta el domingo por la tarde. Por eso, aprovecharon para ir al centro comercial y, luego, pasar unas horas de maratón de películas comiendo palomitas en la comodidad de su vivienda.

Querían estar tranquilos, disfrutando de su compañía y compartiendo lindos momentos juntos. Eran pocas las veces en las que el castaño podía quedarse una noche en su casa y, esas veces, eran porque engañaban a los padres del menor haciéndoles creer que se quedaba a dormir con Ji Li.

Lo que ellos no sabían... es que ni se quedaba con su amigo... ni dormía. Si los juntaban a ellos, solos, en un reducido espacio y con tiempo..., la acción estaba más que garantizada.

Y, eso, justo sucedía ahora.

Entre medio de la película, se fueron robando besos y caricias, compartiendo el dulce sabor de la piruleta que el mayor chupaba. Wang prefería comer ese caramelo de la misma boca del azabache, le parecía más sabrosa y deliciosa así. Además, utilizando la escusa de probar y degustar su dulzura, cada vez profundizaba más los besos... hasta llegar al punto de que aquello ya no se consideraba ni beso.

El pelicastaño, atacaba esos adictivos labios rojizos con tanto ahínco que casi podía unirlos para siempre. Por la potencia y la fuerza de la unión, el cuerpo del mayor tuvo que tumbarse en el sofá para aguantarse. Buena, y mala idea a la par, ya que casi podía hundirse en el asiento por la presión que el contrario ejercía.

Literalmente, en vez de besarle, le estaba comiendo la boca con hambre.

Continuando, el peso de su organismo recayó sobre el del azabache, haciéndole sentir muy poca cosa bajo la fuerza de sus músculos y esa tensión arrolladora que gritaba "dominante" por todos lados. Ese olor a perfume varonil, esa actitud de animal en celo constante, esas energías para conseguir excitarlo con solo un toque..., Zhan no tenía salvación ante ello, y él lo sabía.

- Hmm - gimió mientras su pareja le quitaba la camiseta y descubría su torso para lamer toda esa suave piel.

A Yibo le gustaba chupar sus duros pezones pero, la última vez que lo hicieron, dio con el hallazgo de que, si lamía el ombligo del contrario, éste se estremecía y, si lo juntaba con los dos botones de arriba, lo volvía una caja de gemidos. Desde esa ocasión, en la cual fueron dominados por el fuego y acabaron haciendo el amor en la isla de la cocina, se quedó con ganas de más.

Así, sus traviesos y cálidos dedos se ocuparon de los montes de su pecho y, su lengua, del hueco en su vientre. Como ya se esperaba, el mayor empezó a gemir fuerte, sin contenerse y poniendo más erecto aún el falo de su novio. De verdad que gemía bien rico.

Las manos del de abajo, se enredaron entre las hebras castañas y, cuando una corriente placentera subía o bajaba por su sistema nervioso, tiraba de su pelo.

No obstante, cuando verdaderamente iniciaron los movimientos de placer incontenibles y los pequeños gritos de querer más, fue en el momento en el que el menor descendió del lugar de actuación de su lengua y chupó su erección por encima de sus pantalonetas. Éstas, le llegaban hasta más o menos las rodillas y eran muy muy finas. Por añadir, tras haberse duchado al llegar de la calle, decidió no usar ropa interior por si acaso el ambiente se calentaba.

¡APRUÉBEME, SEÑOR XIAO! | Yizhan (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora