¡APRUÉBEME, SEÑOR XIAO! | Yizhan (FINALIZADA)

Capítulo 14.

Tres semanas después

— Lo logré — dijo sin creerlo. — Lo logré. ¡LO LOGRÉ! — Ji Li saltó de alegría al recibir su nota de Selectividad junto a la carta de admisión universitaria. — ¡¡¡VOY A IR A LA UNI!!!

— Es una gran noticia, A-Li — Yibo se alegró por su amigo. Últimamente había estado muy deprimido pensando en que le salió fatal y no sería admitido. Pero allí estaba, más contento que un pez en el agua y gritando como si fueran a matarlo.

— Abre la tuya. Abre la tuya. Corre, corre, corre — le metió prisa.

— Voooy — rodó los ojos quitando el sello de su sobre.

— Anda dame — el contrario le arrebató la carta y comenzó a leerla. — Ejem. "Queridísimo y espectacularísimo y increiblidísimo y todo lo que termine en "ísimo" Wang Yibo..., — su manera de leer le hizo gracia al castaño — ... hemos corregido, según los criterios de la Junta Educativa, del Ministerio de Educación y mil personas más que no valen la pena mencionar, sus distintas pruebas de admisión para la universidad. En estos términos, bla bla bla..., y contando con no sé qué... tenemos el resultado de la nota media así como la contestación de su universidad de preferencia. Entre comillas, "Universidad de Bellas Artes de Beijing". Por consiguiente queremos informarle de que... — paró, cambiando su expresión de alegría por otra de pesar.

— ¿De que qué? — ese cambio no le gustó nada a Yibo.

— Yo... lo siento mucho, A-Yi.

— ¿Qué? — el miedo lo inundó y quiso quitarle la carta al contrario. No obstante, éste se resistió, negándose a entregársela. — Dámela, Ji Li.

— No. Quiero protegerte de un mal trago.

— Dámela — forcejeó.

— ¡No!

— ¡Qué me la des! — chilló tomándole de la oreja.

— Ahh. Vale, vale, vale. No seas tan agresivo — se la dio. Inmediatamente, el castaño comenzó a leerla, sintiendo que iba a matar a alguien.

— Cabrón, hijo de puta — le insultó sin arrepentirse.

— ¡FELICIDADES, A-YI! ¡SOMOS UNIVERSITARIOS! — gritó feliz a pesar de la mirada asesina de su mejor amigo.

— Ji Li...

— Ya lo sé, ya lo sé. Debería correr y salvar mi vida..., pero hagámoslo después. ¡Ahora toca celebrarlo!  — pasó su brazo por encima de los hombros del pelicastaño y chocó su cadera con la suya. 

— No sé cómo te aguanto. A veces te pasas de idiota.

— Pero aún así sigo siendo tu mejor amigo.

— Mm — asintió sin dudar. — Eres el mejor amigo del mundo.

— Entonces..., invita a este mejor amigo del mundo a comer.

— Te invitaré...

— ¡¿Enserio?! — no se lo creía.

— Sí. Te invitaré... cuando los cerdos tengan alas y a las ranas le crezca pelo.

— Jo. Ya me había hecho ilusiones.

Ambos rieron, saliendo del instituto privado rumbo a almorzar. Tenían bastante hambre y, gracias a la buena noticia, les entraría la comida a las tres mil maravillas. Nada les iba a estropear el día.

Nada..., hasta que vieron a los padres de Yibo con caras serias aproximándose hacia ellos. Algo malo ocurría.

— Hola, Señor Wang. Hola, Señora Wang — saludó Li, aunque los adultos iban a piñón fijo contra su hijo.