Parte I: Tregua - Caras y Caretas

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La debacle de Argentina era inminente. En los albores del nuevo y famoso milenio, envueltos en medio de un caos que, creía, acabaría con las redes informáticas y con las influencias norteamericanas a flor de piel en casi todo el planeta, Martín se debatía entre la desolación de sus hijos y las promesas de sus jefes, hijos también.

Miró hacia la ventana en la Casa Rosada, dentro de su despacho, mientras terminaba el ultimo cigarrillo del tercer paquete que había fumado en menos de medio día, nervioso. Desde hacía meses estaba nervioso. Se acercaba fin de año, el milenio estaba por empezar y él ya no sabía dónde tenía los pies puestos. Flotaba, perdido entre una tristeza profunda y la convicción de caminar el mejor sendero posible para su pueblo.

Pero, la realidad era que al salir sólo había caras tan tristes como en los silenciosos años de la Dictadura. La única diferencia era que estaba en plena democracia y, de hecho, más liberal que nunca en muchos de los aspectos como Nación. Sabía que hacía lo correcto, que había hecho su hijo lo correcto; un rumbo marcado desde hacia justamente diez años, mientras esperaba con ansias que las cosas mejoraran.

Claro que se sorprendió cuando su jefe le dijo que entregar todo a manos extranjeras era por un bienestar a mayor plazo, era lo mejor que podía hacer. Su gente estaba entusiasmada por las nuevas ideas neoliberales así, que, ¿por qué no? ¿qué cosa tan mala podía suceder luego de la falta de libertad que la mitad de su corazón sintió por tantos años?

Oh, si, había algo peor.

El poder de Estados Unidos.

Y no es que hubiese vuelto a tener problemas como los había tenido en los '70. Sino por el contrario; los temas fueron silenciados, los juicios a los torturadores pospuestos en una especie de blanca amnistía que no llegaba a comprender. Al mismo tiempo, las importaciones subieron y las exportaciones se estancaron, llegando a depender económica, social, simbólica y culturalmente del Imperio más poderoso de la posmodernidad... que estaba justo encima de su cabeza allá lejos, en el norte.

Alfred Jones tendió la mano amablemente aquella lejana tarde cuando estaba finalizando la década del '80. El podría ayudarlo, era su "primo gringo" como se autodenominaba, con una sonrisa reluciente y que le había contagiado, lleno de optimismo y fuerza. Lo respaldaría, le ayudaría a marcar su economía y hacerlo la potencia más rica de Latinoamérica para llevar el ejemplo en sus manos y para sus manos. Si, Alfred tenía buenas intenciones... necesitaba apoyo real de una Potencia, sobre todo luego de la Guerra de Malvinas, que había perdido tan humillante y funestamente por culpa de sus hijos. Tantas vidas en vano... pero Alfred remediaría todo, ¿verdad?

¿Verdad?

Entonces, ¿por qué sus hijos solamente tuvieron cuatro años de felicidad y después todo no sólo comenzó a ponerse mas difícil sino que peor?

Pobres en todos lados, protestas, desocupación, represión. Siempre existieron, pero estaban realmente marcadas. La clase pobre aumentó sus filas de maneras alarmantes, las tasas subían, las bolsas no rendían. ¿ Economía regional de apoyo? pero si apenas se hablaba con sus primos, con Luciano, con Manuel... no, se había alejado de todos ellos, Jones le había prometido que la política neoliberal haría de su individualismo algo provechoso, seguro. No tenía por qué aliarse a ellos, que no tenían siquiera fuerza para sostenerse a ellos mismos.

No. Estados Unidos le dijo que era ÉL la Potencia próxima, que entraría al dichoso Primer Mundo. Y llegó, lo tocó con las manos... pero la banqueta de la que se sostenía se le salió de los pies y ahora. Ahora... no entendía por qué estaba pasando todo eso. Porque todo se estaba cayendo a pedazos. ¿Dónde estaban las promesas de Alfred? Él, que le había dado todo incondicionalmente a ese primo lejano, que jamás obtuvo un "no" de su parte, ampliándole todas las condiciones que había pedido y él... quedó con las manos abiertas, esperando algo que nunca llegó.

Un Tango InglesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora