Parte II: El Tango Ingles - Lazos Unidos

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Y acariciando con sus manos las nalgas de su amado bajo las ropas le dió un posesivo, certero, demandante beso.

Martín lo abrazó para no caer cuando las rodillas le temblaran. Sus mejillas se ruborizaron por el gusto y jadeó al terminar de recibir la sensación en su cuerpo hasta en la punta de los pies.

Las manos acariciaron la espalda aún vestida del otro, comenzando a quitarle las capas artificiales para encontrar la piel. Le faltaba el aire, y lo pedía a bocanadas en los suspiros que lograba sacar hacia afuera cuando se separaba de Arthur; pero éste lo buscaba con intensidad, casi doblegándolo a que lo besara de nuevo, con caprichosa atención.

Permitiéndose más atrevimiento ahora, los dedos rapaces de Arthur serpentearon hacia la pretina del jean, abriéndola mientras se sentía explorado con dedicación experta, arrancándole los primeros gemidos que pudo exclamar sonoramente en aquel, el santuario de Martín.

El viejo inglés adoró la forma en que ese muchacho tembló bajo su toque, derribadas las defensas, entregado por completo a él.

Sólo a él.

"Y no le pertenecerás a nadie más tras esto"

Sintió cómo le quitaron la ropa, su espalda recia, era explorada con dedicación y ternura, degustándola no sin cierto nerviosismo. Kirkland volvió a apretar la carne bajo sus manos obligando a Martín a moverse contra su cuerpo. Una lamida en el pecho de Argentina desató otra vez el choque eléctrico, intensificando la caricia a niveles que un ser humano no sería capaz de tolerar; los ojos verdes del europeo entrecerrados con apetito.

"Aguardé demasiado tiempo agazapado en las sombras para dejarte ir ahora" se dijo, moviéndose hacia la cama con Martin abrazado a él, éste dejándose guiar tal y como él mismo se dejó guiar en el tango. "Yo no tengo esta música sentida, pero tengo el gemido certero de mi guitarra"

- La joya de mi Corona... -le dijo con regodeo en el tono enronquecido de su voz -¿Brillarás sólo para mí esta noche? -prodigó una suave mordida en su hombro mientras se recostaba sobre la cama, sentándose encima del otro, arqueándose para recorrer su pecho con los labios- ¿Harás esta noche de delicia en mi paladar? -El aroma del mate inundó sus pulmones, sobreponiéndose al jazmín de su té predilecto.

Así es como se aman hombres; superponiéndose el uno al otro en una danza que enreda mucho más que dos cuerpos: la vida, la muerte y la esencia de los seres en las manos, en los jadeos, en los vaivenes de esta coreografía que conocen muy bien.

-Mis frutillas... -murmuró Martín entonces, entre los jadeos que no le dejaban respirar-. Empalágate con... ellas.

Argentina apenas podía moverse. Estaba totalmente dominado. Sintió un acceso de rechazo, no solamente porque era Inglaterra sino porque se dio cuenta de que muchas de las actitudes del europeo habían sido asimiladas por Alfred. Mas un gemido lo arrancó de la comparación; el beso en su pecho lo hizo darse cuenta que no eran los mismos y que no estaba pasando nada similar (¿Qué estaba pasando?).

Arqueó la espalda bajo Arthur y giró la cabeza hacia atrás hundiéndose entre las almohadas, elevando los brazos hasta arriba de la cabeza, ruborizadomientras sentía el peso, la presión, las manos y los labios con intensidad, los ritmos ingleses que eran viejos y nuevos a la vez.

Abrió los ojos para recuperar el control y tomó la cabeza de Arthur, acariciando el cabello mientras le dejaba continuar con sus besos.

- Arthur, quiero que... mmmm... quiero... quiero... -La cabeza no podía pensar, rió entre un gemido ante eso- Amame. Borrame este dolor...-Lo miró con cuidado, buscando sus ojos.

Un Tango InglesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora