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—Hola, soy _____. La humana que ONU presentó esta mañana. ¿Y tú eres...?

—Bielorrusia.

No hubo saludo de manos como en las películas, pero de qué me voy a quejar. Quiero decir, soy la primera humana que ve, creo. Supongo que pensaba que era la gran cosa y se decepcionó al verme o algo así.

—Ya traje el agua —dijo una voz cantarina entrando al salón, era Lituania—. Oh, veo que conociste a mi hermana Bielorrusia.

—Sí, eso podría decirse.

—Bueno, бывай —Bielorrusia se fue.

—Eso fue... raro —suspiré.

—Están bastante raros... Rusia, Bielorrusia y Ucrania están actuando raro últimamente.

Volví a suspirar. Debería de leer más sobre las noticias internacionales. Bebí el agua y le agradecí a Lituania.

—Bueno, no andemos, esto... ¿Cómo se dice prislėgtas? Deprimidos, eso. Busquemos tu ropa.

Subimos unas escaleras que la verdad me parecieron interminables. Luego, tuvimos que caminar por un largo pasillo, hasta llegar a las últimas tres habitaciones.

—La mía es la de la derecha. La de enfrente es de Letonia y la de la izquierda, de Estonia. —Jobar, estos se llaman igual o qué narices.

Entramos y la chica se puso a buscar ropa para mí. Mientras yo curioseaba en la habitación. Encima de la mesilla de noche había una foto. Me acerqué para verla mejor. Se encontraban Lituania y ¿eso es la Unión Europea?

—¡Perfecto!

Miré a la tricolor y la ropa que tenía en la mano. De eso nada monada, no me pienso vestir así. La tía esa traía una camiseta roja que ponía alguna gilipollez en inglés y unos pantalones cortos.

—Esto, no traes algo más, ehm, ¿cubierto? En plan una sudadera y unos vaqueros, o algo así —dije con el tono más calmado posible, no sabía si se enfadaría por qué rechazase su ropa, al estilo Chloe Burgoa, o como se llame la rubia de Ladybug.

—Supongo que mi hermano tendrá algo así. Vamos —Lituania me dio la mano y me llevó hasta otra habitación.

Tocó la puerta y dijeron algo raro en plan: prestayasi. En conclusión, super raro.

La país —¿está ortográficamente correcto?— me animó a que pasara. Total, no tenía elección.

Habitación normal, exceptuando a la persona que se encontraba en ella. Tres palabras: ruso comunista alcohólico. El olor al vodka inundó mis fosas nasales. Contuve una arcada.

—Кто она? —su voz sonaba áspera y ronca.

Estuve a punto de hacer un numerito. O sea, ¿por qué todo el mundo se pone a hablar Taka Taka en mi presencia? ¿No ven que yo solo sé español, y que incluso me cuesta entender mi propio idioma, y más si lo pones con acento andaluz?

—Puta madre, dejen de hablar Taka Taka —me quejé.

—He dicho: ¿quién eres? —ay la mamma. Me encanta el acento ruso. Ay Dios mío. Me derrito. Esa forma de pronunciar la erre, estoy entre Rusia y Francia.

—Yo ser _____, la humana. Si tú no entender español, yo hablar inglés —okey, creo que me pasé un poco con la burla, porque Rusia me miró con mala cara.

—Solamente venimos a buscar ropa —informó Lituania rápidamente. Cierto, se me había olvidado que seguía en pijama. Merde, estaba haciendo el estúpido.

—¿Eres de México? —preguntó Rusia después de darle un trago a su vodka. ¿De dónde mierda sacó el vodka?

—¿Lo parezco?

—No creo que seas de Sudamérica. Además, tus бранные слова.

—Palabrotas —tradució la hermana del ruso mientras sacaba ropa.

—Pues en realidad no soy mexicana, pero tengo un amigo mexicano que no dice palabrotas, lo único gordo que ha dicho ha sido mugre. Eso me gusta —señalé la sudadera y el vaquero que tenía Lituania.

Volví a mirar a Rusia con curiosidad. Mi padre me había dicho que los rusos habían sufrido mucho a lo largo de la historia, y sentí lástima por él. Pero mi mente me jugó una mala pasada, recordándome a Anastasia de Destripando La Historia, y tuve que aguantar la risa. "Ra-rasputín era un monje muy pillín"

—¿Qué tanto miras? —mierda, mierda y más mierda.

Por estúpida, Rusia me pilló mirándole como acosadora —que por cierto soy— y seguro que pensó que sería mala influencia para su hermana.

—Ra-rasputín era un monje muy pillín —nada más decir eso, cogí la ropa y salí corriendo.

Por las escaleras casi me mato, y en la entrada de la casa me encontré con Finlandia, le di la mano y zampé a la carrera hasta la casa. Cuando por fin llegamos me di cuenta de que el finlandés no llevaba su típico gorro de siempre.

—Wey, ¿y tu gorro? No me digas que se fue a la mierda porque... —sentí uno de sus dedos en mi boca. No así, pecadoras, sino del símbolo universal del silencio.

—Está en casa. ¿Ahora me explicarás por qué huyes de la casa de los comunistas?

—Larga historia con explicación totalmente lógica, pero ahora mismo ando en pijama, y lo más importante... ¡No tengo a Morat! ¿Cómo quieres que vivas sin ellos? —miré la hora— Y ahora que veo, hay que cenar y dormir, mañana explico todo, a no ser que venga Lituania, porque si no explica ella.

𝗣𝗢𝗥 𝗘𝗥𝗥𝗢𝗥 || 𝗰𝗼𝘂𝗻𝘁𝗿𝘆𝗵𝘂𝗺𝗮𝗻𝘀 𝘆 𝘁𝘂́Donde viven las historias. Descúbrelo ahora