🦎 capítulo tres:

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Diferente...

   Con la cabeza sobre la mesa, sintiéndose patético, Camilo Madrigal se lamenta y se reprocha mentalmente. Sentado junto a él, Mirabel le ve apenada mientras esperan el café y las galletas que el señor Rodríguez les ofreció. Al parecer, el hombre estaba bastante emocionado de que su hijo tuviera amigos.

—Quiero desaparecer. —Camilo murmura sin levantar la cabeza de la mesa. —Seguro ahora cree que soy un bicho raro. —se lamenta. Estaba dispuesto a cambiar su don por el de desaparecer, si pudiera.

—Estoy segura de que no es así, Camilo. —su prima intenta consolar, pero incluso ella estaba preocupada de como habían salido las cosas.

Con una mano en la espalda de su primo para consolar, la chica Madrigal se sorprende cuando alguien deja una charola con tazas y galletas sobre la mesa. No había escuchado que el chico se acercara; el chico que le gustaba a su primo, quien resultaba ser el hijo del bibliotecario. Con una sonrisa, reparte las tazas.

Su padre le había enviado con las cosas para que "pasara el tiempo con sus amigos" pero nunca había hablado con las dos personas en la mesa. Los había visto antes, cuando tropezó con ellos, pero esa había sido toda la interacción. Sin embargo, el hombre se veía bastante feliz por él, así que no tuvo el corazón de decirle que no eran sus amigos.

—Lo siento. —dice en un susurro demasiado delicado, pero hace que Camilo levante la mirada cuando se da cuenta de que está allí. —Mi padre... —deteniendo lo que iba a decir, se sienta a la mesa junto a los dos adolescentes. Colocando una libreta sobre la superficie, comienza escribir en ella. Mirabel y Camilo se le quedan viendo, pero ninguno dice nada, agarrando algunas galletas para acompañar con el café.

Luego de un momento, el chico les pasa la libreta. Mirabel es quien la toma, y Camilo se inclina a un lado de ella con dos galletas en la boca, para poder leer lo que dice.

[Mi padre está obsesionado en que consiga amigos, me disculpo con ustedes por verse en medio de esto. Creyó que nos conocíamos, pero sólo nos hemos visto dos veces hasta ahora.]

Mirando al chico con extrañeza, ambos Madrigal se preguntan por qué se los anotó en la libreta en vez de sólo decirlo.

Entendiendo las miradas en su dirección (demasiado acostumbrado a ellas) toma la libreta de la mano de la chica y escribe otra vez. Deslizandola de vuelta, espera paciente a que lean.

[Soy sordo. No me siento cómodo hablando mucho si ni siquiera puedo escuchar mi voz.]

No siempre lo había sido, una mañana cuando tenía ocho, simplemente ya no pudo oír más. Había sido algo difícil, pero con los años se acostumbró. Era algo que, extraño e inesperado, no se podía curar con la comida mágica de la señora Madrigal.

—Oh. —Mirabel y Camilo pronunciaron al leer. Entonces el chico Madrigal piensa y...

—¡Eso significa que no escuchaste nada de lo que dije! —estalla tomando su cabello. Se sentía entre aliviado y frustrado.

—Y no escucha nada de lo que estás diciendo ahora, Camilo. —Mirabel señala haciendo que se volviera a sentar.

Tomado la libreta de vuelta, escribe: [Es muy raro ¿No? El hijo sordo del bibliotecario.]

—¡No! —Camilo salta otra vez. Aunque posiblemente fuera la única persona joven sorda en Encanto, él no sentía que fuera raro en el sentido en que lo había escrito. Quería decirle eso, pero si no lo escuchaba...

"Sólo se tú" | Camilo Madrigal. [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora