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𝙒𝙚 𝙝𝙖𝙫𝙚 𝙥𝙧𝙤𝙗𝙡𝙚𝙢𝙨

Kiyoomi tiene un problema. Ese problema tiene nombre, apellido, cara y lamentablemente vivía con él desde hace más de 5 años. Jodido destino es el que le esperó.

—O-Omi...— aquel problema estaba listo para despertar y dar volteretas en la vida del azabache.

—Ugh, te tiraría por la ventana si pudiera— decía eso mientras se acomodaba detrás de Atsumu dándole leves besos en la parte trasera de su cuello. No podía evitarlo. Cada vez que veía al teñido su corazón latía como loco y una sonrisa idiota se empezaba a dibujar en sus labios. Aunque está sonrisa solo era identificada por esa persona en particular

—Pff alguien se despertó... algo coqueto— con algo de dificultad el teñido hizo como pudo para girarse quedando de frente al pelinegro.

—Ten cuidado, idiota— el de rulos se acomodó lo mejor que pudo para darle el espacio suficiente a su esposo.

—Deja de molestar, ya te dije que estoy bien, solo es pesado y me gire porque quiero un beso en la frente y uno aquí— señalo su estómago. Pero no cualquier estómago, uno redondo, grande, con forma de globo, uno suave. Si, eso es lo que era una panza de embarazado. Porque Atsumu y Kiyoomi esperaban pacientemente el nacimiento de su hija.

Ni siquiera lo dijo dos veces cuando el azabache se agachó lo suficiente para dejar un pequeño beso pero cargado de amor —Buenos días, mi niña— sonrió un poco acariciando suavemente la piel —Eres muy buena, no le haz dado problemas a este ser horr...

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Ni siquiera lo dijo dos veces cuando el azabache se agachó lo suficiente para dejar un pequeño beso pero cargado de amor —Buenos días, mi niña— sonrió un poco acariciando suavemente la piel —Eres muy buena, no le haz dado problemas a este ser horrible—

—¡Omi!— de inmediato protestó Atsumu, aunque en realidad no podía enojarse con aquel hombre de sus sueños. Porque cuando su esposo hacia esos lindos gestos es cuando se sentía feliz de haber nacido siendo Omega.

—Pff... ejem... bueno mi niña, no le des muchos problemas ¿si?, no quiero que nada, ni nadie lo lastime— dejó otro pequeño beso antes de volverse a acomodar para mirar a su esposo —¿A-Atsumu?, ¡¿te duele algo?!— el teñido reaccionó y se cubrió el rostro con sus manos, negando con la cabeza de forma exagerada. Aunque aún así se podían ver las lágrimas escurriendo por sus mejillas.

—Tsumu... ¿porqué estás llorando?— se acercó con sigilo quitando de forma lenta las manos del teñido. Pero se llevo una sorpresa cuando las retiró. Podía observar que no eran lágrimas de tristeza porque esa sonrisa de oreja a oreja que tenía era una de las sinceras.

Atsumu siempre mostraba una sonrisa floja en su rostro, una que denotaba superioridad pero no era más que una fachada a sus inseguridades.
Si un Omega ya la tenía difícil, un Omega hombre la tenía peor. No solo por el acoso de todos los días si no porque nadie creía las capacidades e inteligencia que podrían tener y Atsumu se la vivió entrenando y demostrando que podía ser cien por ciento mejor que muchos Alfas.
Y lo fué, escaló tan alto, tan alto que incluso muchos Omegas decidieron nombrarlo algo como un icono de esperanza... Pero el nunca fue feliz siendo lo que era.
Desconfiaba del mundo, tomaba medicinas "Aléjate de los Alfas", "controla tus feromonas", "llegaste tan alto porque te acostaste con varios".

Odiaba ser Omega, incluso cuando conoció a Kiyoomi odiaba serlo, incluso cuando comenzaron a andar, porque no sabía si él estaba con él porque lo amaba o tenía algo que ver con sus feromonas.
Los primeros dos años se sentía tan inseguro que incluso cuando era la hora de despedirse del azabache, él lo abrazaba descargando sus feromonas en su ropa. Era una forma de decirle a otros que ese Alfa ya le pertenecía a alguien más.

Pero una tarde antes de despedirse Atsumu pensó que de alguna forma estaba encarcelando a Kiyoomi, así que ese día no dejó sus feromonas. Ni el otro día, ni el otro, un mes paso y Atsumu ya nunca más dejó sus feromonas en Kiyoomi. Sin embargo él azabache seguía volviendo e incluso se comportaba romántico pero solo con él, porque para otras personas simplemente era inaccesible.

—Tsumu dime ¿porqué lloras?

—P-Porque... porque ya no odio ser un Omega— soltó aún más lágrimas.
Era cierto, en realidad nunca odio él hecho de ser Omega, más bien odiaba el significado que le daban los demás pero si su Omi nunca tomó en cuenta su segundo género ¿entonces porqué el debía darle importancia a lo que los demás decían?.

—¿Odiabas serlo?— el pelinegro parpadeo unas cuentas veces por la sorpresa, sabía que Atsumu tenía mucha inseguridades pero el siempre pensó que era algo así como un defensor de los de su género.

—Mm no lo sabía Atsumu, lo siento... ¡¿yo te incomode en algún punto?!— bueno, ciertamente no es la respuesta que Atsumu esperaba. Que su esposo se preocupará por esas tonterías a estas alturas era impensable oh... él fue el que empezó a pensar cosas innecesarias.

—Omi-Omi, si nuestra hija nace siendo Ome... no... solo debemos amarla sea el género que sea ¿verdad?—

—¿Y hasta ahorita lo piensas?, tonto— el azabache se acercó. Dejó un beso en la frente y mejillas de su teñido —Si que eres un problema pero uno muy hermoso— bajo su diestra hasta su glúteo y presiono con fuerza —También uno muy sexi— río mientras admiraba lo sonrojado que se había puesto el amor de su vida.

Tal vez el como se enamoró de él desde hace más de 10 años lo dejaría para otro día, porque esa mañana la disfrutaría con su... con sus personas favoritas.

|Si habrá segunda parte jiji

SakuAtsu (historias cortas) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora