Volví a la habitación en la que estaba ingresado mi padre hasta que volviera mi madre de casa. Su nombre me rondaba la cabeza todo el tiempo "Ashton Cook". Nunca había oído hablar de él, ni siquiera en las conversaciones telefónicas que tiene la Señora Cook a toda voz en el jardín de su casa. Se me hacía raro, tampoco vivíamos en un pueblo tan grande, todo lo contrario; era un pueblo en el que se conoce todo el mundo. Tampoco le había visto nunca ir a visitar a sus padres, o dar un paseo por el barrio.
Mientras miraba a mi padre pensando en mil cosas, la puerta de la habitación se abrió, y mi madre entró con la cara lavada y una bolsa llena de comida en la mano.
— Te he traído esto por si luego te entra el hambre — dijo acercándose al sillón — te puedes ir a casa esta noche a dormir si quieres, ya me quedo a dormir yo aquí —
— ¿Estás segura? Puedo quedarme aquí contigo si quieres —
— No te preocupes, cariño, además estos sillones son muy incómodos, te levantarías con un dolor de espalda increíble — dijo esbozando una sonrisa que intentaba ser graciosa pero terminó siendo triste.
— Vale, cualquier cosa me dices — di un beso en la cabeza a mi madre y salí de la habitación. Mientras salía del hospital, me comí un cruasán de la bolsa que me había traído mi madre. En la entrada, me volví a encontrar con el Señor Cook.
— ¡Adiós Alexis! La próxima vez que vayas a venir, avísame a ver si estoy en casa y te ahorras el viaje en autobús, que es un tostón — me sonrió.
— Lo tendré en cuenta, Señor Cook — le devolví la sonrisa y me despedí de él con la mano.
El camino a casa fue bastante aburrido, como ya había predicho mi vecino. Cogí el primer bus que pasaba por la parada del hospital y llegué en unos 10 minutos aproximadamente. Nada más subir a mi habitación, me puse el pijama, me hice una coleta despeinada y me quité las lentillas para ponerme las gafas de pasta que tenía desde hace casi cinco años.
De repente, mi estomago rugió tan fuerte que parecía que me estaba gritando — tengo hambre — desde dentro. Bajé a la cocina y me hice una ensalada bastante pobre; el frigorífico estaba medio vacío. La puse en un bol y me senté en el sofá. En una mano tenía el tenedor y en la otra el móvil. Entre en TikTok varias veces para evadirme un poco de mis pensamientos y después me metía en Instagram para recordar lo - aparentemente - fabulosa que era la vida de todo el mundo, hasta Saddie, una chica de la que ya os hablaré, estaba de viaje en las Maldivas. Mientras me metía un trozo de tomate en la boca, pensé en él: ¿Quién demonios es Ashton Cook? No me malinterpretéis, no soy una cotilla, ni una stalker, pero ese chico me había llamado la atención por alguna razón. Le busqué en instagram probando posibles nombres de usuario ashcook, acook, ashtonc, aaaaashton, y un largo etcétera de usuarios estúpidos que se me iban ocurriendo, hasta que le encontré: ashhcook. Así se llamaba, el chico que estaba en aquella camilla, el hijo de mis vecinos.
Me puse a fisgonear su instagram, que por suerte tenía la cuenta pública. 3658 seguidores, wow, y yo no tenía ni idea de quien era —porque eres una don nadie — gritó mi conciencia. En la mayoría de sus fotos no salía su cara, típico de los chicos. Tenía muchas fotos de lo que supuse que era su moto y otras de un coche. Empecé a bajar en el feed hasta que por fin encontré una foto de su cara. Salía con unas gafas de esquí subidas en la frente y haciendo el signo de victoria mientras sonreía a la cámara. Tenía una sonrisa perfecta, casi tan blanca como la nieve que se veía en el fondo de la foto; sus ojos eran de color miel, tirando a verdosos, y su pelo casi no se le veía por el casco. Era un chico guapo, tampoco hay que ser Einstein para darse cuenta de eso. Miré los seguidores que teníamos en común, y vi que Kiara le seguía.
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Crashed
Teen FictionCuando se cierra una puerta, se abre una ventana. Eso se decía a sí misma Alexis Hill cuando se dio cuenta de todo lo que estaba viviendo a partir de la muerte de su padre. Callada, tímida y de quien siempre se esperaba lo mejor, Alexis nunca se esp...