² 𝐭𝐡𝐞 𝐜𝐚𝐦𝐩

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LOS DÍAS PREVIOS al fin de nuestra “gran aventura”, sin duda fueron un gran calvario.‎ Con la preocupante escasez de comida, tuvimos que comenzar a implementar un par de medidas algo drásticas. Comer se había vuelto un lujo al que no podíamos darnos.

Los días transcurrían cada vez más lentos y sobrevivir se volvía cada vez más difícil, en momentos inoportunos nos encontrábamos rodeados de zeke's y por la misma estúpida casualidad, sobrevivimos de culo a cada uno de esos encuentros.

Encontrar un lugar que no esté repleto de esas cosas era como encontrar papel en un baño público, un maldito milagro.

También me vi obligado a integrar a mí dieta algunos bocadillos “exóticos”, por no decir que me había comido una rata, lo lamento chefcito. Me sentía como en un puto show de supervivencia en la selva al desnudo y no me encontraba muy lejos de hacer lo último, ya que era muy difícil para mí, dejar pasar  el hecho de que me encontraba bañado en sangre y barro.

Esperaba con ansias que la última noche que estuviéramos en esta maldita casa, no fuera tan mala como las noches anteriores.

Debido al hambre que tenía, podía sentir que en cualquier momento estaría en un concierto de Michael Jackson, aterrado por mis propios pensamientos, aquella noche decidí hacer guardia. No quería admitir que tenía miedo y mucho, me rehusaba a la idea de morir de hambruna. Pero por desgracia, decai ante mí terrible fuerza de voluntad, la cual siempre había creído que era un mito.

Solo podía esperar que el universo no fuera tan malo conmigo como siempre lo había sido.

El niño que habitaba dentro de mí aún tenía el deseo de salir corriendo a los brazos de su madre, de pedir disculpas, como si haya sido su culpa que su padres resultarán ser unos malditos homófobos. Ellos comenzaron a odiarme desde el día en que dije que era gay ,y esa fue una de las cosas más jodidas que me tocó vivir, me dieron la espalda, no podían evitar pasar un minuto sin decir algo cruel sobre mí. Aún puedo sentir que la herida persiste hasta el día de hoy.

Para mí suerte o desgracia, al otro día logré despertar sano y salvo, aunque mí cuerpo temblaba como la mierda. Podía sentir que me encontraba recostado en el suelo pero mí cuerpo estaba apoyado sobre algo, sus grandes brazos rodeaban mí cuello sin ejercer mucha fuerza, volteé la mirada y me encontré con Merle, sonreí ligeramente y planté un pequeño beso sobre su piel. Lo peor que pude haber hecho, sus brazos olían a mierda y estaban sucios, levanté la mirada y mí rostro se arrugó con desagrado, me encontré con la mirada divertida de Daryl quien se reía en voz baja por la estupidez que acababa de cometer por intentar ser cariñoso.

Lentamente me aparté del agarre de su agarre, intentando no despertarlo en el trayecto, deje su cabeza recostada sobre mí mochila y me quite la chaqueta para cubrirla con ella. Observé a Daryl, negué divertido y le lancé una chamarra que tenía libre, al principio se negó pero la terminó aceptando.

(En edición)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora