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LA MENTE DEL ITALIANO parecía estar atrapada en una especie de trance inducido por un estado de shock en el que se quedó, tras ver el caos que se había desatado en el campamento. Los zeke 's habían tomado todo el lugar, algunas personas del grupo corrían por sus vidas, mientras que otras se limitaban a disparar y a defender a los suyos.
El italiano se quedó atrapado en aquel estado de trance hasta que sus ojos se deslizaron sobre la pequeña figura infantil del niño Grimes, sus ojos celestes pedían ayuda, un zeke se encontraba a punto de atacarlo, sin pensarlo dos veces, el tano reaccionó y corrió con todas sus fuerzas hacia su dirección.Se interpuso entre el caminante y el niño, levantó su escopeta ,y con un disparo certero, le voló la cabeza al caminante.
Colgó su escopeta sobre su hombro y tomó al pequeño infante entre sus brazos, corrió con el niño a cuestas hacia la casa rodante ,y lo ayudó a subir encima de esta. Luego repitió dicha acción con el resto de infantes del grupo, uno por uno, los fue poniendo a salvó sobre el gran vehículo, sin importarle si arriesgaba su vida en el proceso.
El italiano se mantuvo junto a la gran casa rodante en todo momento, disparando a cualquier ente no viviente que se atreviera a cruzarse en su camino pero, una vez se vio rodeado por varias de estás cosas, decidió subirse encima del gran vehículo y disparar desde esa altura, mientras tanto, los niños se resguardaban temblorosos detrás de su figura.
Desde la distancia, logró notar una cabellera rubia que le resultaba muy familiar, se trataba de Amy, quien corría despavorida tratando de escapar de los muertos que la perseguían.
Alessandro silbó con todas sus fuerzas llamando la atención de la fémina, agitando sus brazos en lo alto para que ella pudiera verlo. En cuanto la chica logró verlo, comenzó a correr en su dirección e intentó subir por las escaleras con ayuda del tano.
—Eso es Amy, solo unos escalones más— animó el ragazzo, ayudándola a subir mientras la tomaba por los brazos.
Ella le dedicó una sonrisa aliviada pero en cuestión de segundos su expresión alegre cambió a una de completo terror y dolor. Un zeke había atrapado su pierna ,y había enterrado sus dientes podridos en su tierna piel, otros más llegaron y la rodearon para comenzar a jalar de su cuerpo con fuerza. La mujer gritaba y enterraba aún más las uñas de sus dedos sobre los brazos del italiano, el cual aún intentaba hacerla subir. El escuálido cuerpo de Alessandro comenzó a sudar, haciendo que se le hiciera más difícil a la rubia poder sostenerse el.
Finalmente, el miedo más grande de Alessandro se volvió realidad, Amy terminó desprendiéndose de su agarre y cayó sobre los muertos, quienes rápidamente comenzaron a devorarla. Sus gritos continuaron hasta que se ahogaron con la sangre de la chica.
El italiano retrocedió asustado, su corazón latía con locura sobre su pecho, giró sobre su eje y abrazó a los niños, evitando que vieran la terrible escena.
Cómo si se tratará de un chiste de mal gusto, el sol comenzó a asomarse sobre el horizonte, tan cálido y brillante como él solo podía ser. La situación se había logrado estabilizar pero los daños que había dejado eran irreparables, ya no se escuchaban los gritos y gemidos, solo el llanto y dolor que quedó por expresarse.
Cómo una canción que se repite, el italiano aún tenía grabado en sus pensamientos los gritos de la joven rubia que había muerto ante sus ojos. La culpa lo invadía, Alessandro creía que pudo haber hecho más por ella pero ya era muy tarde, ella ya estaba muerta.
Uno por uno, los niños fueron recogidos por sus madres, el italiano se quedó solo con sus propios pensamientos, en completo silencio, observando el escenario tan deprimente que había quedado tras el inminente desastre. El ragazzo tomó entre sus manos su escopeta, la miró con recelo y la abrazo, el orificio del arma descansaba peligrosamente cerca de su mejilla, lo había pensado.
En ese momento el sureño menor apareció y sus pensamientos se vieron interrumpidos, el cazador lo ayudó a bajar de la casa rodante y apenas los pies del italiano lograron tocar el suelo, el hombre lo rodeo con sus brazos en un entrañable abrazo. Alessandro correspondió a su acercamiento y lo abrazó con la misma fuerza. Al separarse de aquel abrazo, el cazador tomó el rostro del menor entre sus manos callosas y comenzó a girarla en todas las direcciones posibles, en busca de algún raspón, rasguño o mordedura. Una vez estuvo satisfecho, asintió con alivio.
El rostro del italiano de arrugó de tristeza y volvió a abrazar al cazador, escondiendo su rostro en su pecho, avergonzado por tal muestra de afecto pero al sureño no parecía importarle por qué ante sus ojos, Alessandro ya era su familia.