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UNA VEZ MÁS, podíamos ver al italiano recostado bajo un árbol, mismo en cuál había intercambio sus últimas palabras con el sureño mayor pero está vez se encontraba solo, fumando un cigarro en silencio, observando cómo sus compañeros se encargaban de calcinar los cadáveres de los muertos.
Alessandro no quiso presentarse en el funeral, aún podía sentir las secuelas de lo ocurrido en la noche de ayer, burbujeando en su interior. Por lo que se mantuvo allí sentado, toda la mañana, sin decir ni una sola palabra. Ya había consumido alrededor de una caja de cigarros o dos, fumar lo ayudaba a aliviar el estrés, aún sabiendo de que podría dañar sus pulmones en el proceso, era uno de los tantos malos hábitos que “heredó” de los Dixon.
Sus ojos se deslizaron hacia la figura deprimente y solitaria de Andrea, quien yacía sentada junto al cadáver de su hermana. Algunos integrantes del grupo intentaron hablar con ella pero la rubia solo parecía cerrarse aún más en su tristeza.
El italiano no supo comprender si fue por el cigarro que fumo o por la falta de sueño pero podía sentir como aún en su lecho de muerte, el espíritu de la joven rubia, lo juzgaba, la muerte de Amy lo estaba carcomiendo por dentro.
Luego de lo que ocurrió la noche anterior, el grupo decidió que quedarse en el campamento no era la mejor opción, era muy arriesgado, un peligro que no querían correr. Por supuesto que el italiano se negó a la idea, como podrían irse si Merle aún no aparecía.
En medio de su disputa, una figura masculina se aproximó, era Daryl, quien se arrodilló sobre sus piernas y lo observó por unos segundos antes de hablar.
—Hola— saludó, para luego tomar un asiento a su lado, quitándole el cigarrillo de entre su boca para fumarlo él mismo.
—Hey, ese era el último— reprocha mientras lo mira a los ojos.
—¿Todo está en orden, roedor?— preguntó con cierta preocupación en su voz.
—Eso creo, sólo estoy cansado de esta mierda— respondió, pasando una mano por su cabello.
El sureño no respondió de inmediato, se mantuvo en silencio para escuchar atentamente lo que el italiano quería decirle.
—¿Qué crees que está haciendo Merle en estos momentos?— preguntó en voz alta.
—Sobreviviendo, como todos, o quizás se esté rascando las pelotas, quien sabe— respondió y volteo la mirada hacia el horizonte.
—¿Sobreviviendo?— replicó incrédulo —Es todo lo que estos idiotas no están haciendo, por culpa de Shane y Rick, tarde o temprano, esto se volverá un maldito caos por cual de los dos se coje a Lori, con quién se queda Carl o quien tiene las pelotas más grandes para liderar al grupo— agregó con burla.
—Te apuesto cinco dólares a que será Shane, el idiota es fuerte y es mas rápido a la hora de tomar decisiones— sonrió ligeramente.
—¿Eso qué importa?, es muy impulsivo, mientras que Rick es más de observar y analizar, le pateara el trasero a Shane en cuestión de segundos— dijo el italiano.
—Probablemente pero, ¿Quién ganaría en estos tiempos?¿Hacer las cosas con calma o actuar primero?— cuestionó dejando escapar el humo de cigarro de entre sus labios.
—Te llegarías a sorprender, Daryllina— respondió entre pequeñas risas, el italiano se levantó del suelo y palmeó suavemente los restos de tierra en sus pantalones.
—Maldigo el día en que Merle te enseño a decirme de esa forma— gruñó, ligeramente divertido.
—Tu me llamaste roedor— señaló alzando ambas cejas —Bueno cuñado, tengo cuentas pendientes que tratar, deséame suerte.
Alessandro le dedicó una última sonrisa antes de comenzar a alejarse.
—Suerte, roedor— murmuró por lo bajo una vez el menor comenzó a alejarse.
—Escuche eso, Daryllina— sentenció mientras se volteaba para enseñarle el dedo del medio.
El italiano se deslizó por el camino de tierra hasta llegar al lugar en dónde se encontraba la mujer, sentada junto al cadáver de su hermana menor. En completo silencio se arrodilló sobre sus piernas y la observó.
—Amy era una buena chica— comentó con un tono de voz suave —Me hubiera gustado haberla conocido mejor— agregó.
—Amy te quería mucho,¿Lo sabías?— respondió ella sin quitarle los ojos de encima al cuerpo —Te convertiste en un gran amigo para ella.
—Lo mismo pienso, fue de las pocas personas que he conocido aquí ,y que me han agradado— dibujó una sonrisa en sus labios.
—Hoy era su cumpleaños— recordó con pesar, el italiano se quedó callado, sintiendo su dolor.
—¿Y qué estamos esperando?, hay que celebrar— ánimo, doblando las mangas de su camisa para tener una mejor flexibilidad.
—Tienes razón— respondió con una sonrisa en lo que se secaban las lágrimas.
En completa unión, ambos comenzaron a cantar la canción del feliz cumpleaños, el italiano aplaudía con emoción y la rubia reía por su comportamiento.
—No tenemos un pastel para la ocasión pero consígueme los ingredientes y prepararé uno muy delizioso— comentó divertido, juntando la punta de sus dedos para luego agitar la mano.
—Esto iba a ser para ella— comentó extendiendo de su bolsillo, un hermoso collar plateado con el dije de un delfín.
—No es mi estilo pero debo reconocer que es muy bonito— halagó con una sonrisa a medias.
—Si ella aún estuviera viva, estoy segura de que siempre lo llevaría puesto y se lo mostraría a todos con alegría— comentó para luego deslizar sus ojos para mirar al italiano.
—No podría estar más de acuerdo— asintió con suavidad.
—Me gustaría que fueras tu quien lo lleve, All— dijo ella, el italiano la miró incrédulo.
—¿Yo?— replicó con cierta duda, que incluso llegó a creer que la rubia estaba bromeando pero al ver la seriedad en su rostro, asintió suavemente—Está bien, lo haré, me encargaré de que todo el mundo sepa quién fue Amy Harrison— se volteó sobre su eje para que la rubia pudiera colocarle el collar.
—Muchas gracias All— agradeció —Si no es una molestia, ¿Podrías irte?, me gustaría despedirla de una vez por todas.
—Claro— aceptó, levantándose del suelo para luego comenzar a alejarse.
Mientras caminaba, el azabache logró escuchar como el cadáver de Amy regresaba a la vida, ya convertida en un zeke, para luego escucharse un disparo que abrió paso al silencio.