Capítulo #1 "Sentimientos abstractos"

420 138 153
                                    

Alana.

Siento el amargor del vino cuando el líquido pasa por mi garganta llevando consigo cualquier indicio de tristeza y decepción.

Deposito la copa vacía en la mesa, que se encuentra a mi lado, mientras recuesto mi cabeza al respaldar del sillón, donde todas las noches me siento para poder admirar la belleza del manto negro, ¿cuántas estrellas habrá en el cielo?, me pregunto observándolas con detenimiento.

Quisiera tener la posibilidad de contarlas y ponerle un nombre a cada una, quisiera poder ir a la luna, o a cualquier planeta y explorar terrenos desconocidos, recorrer galaxias y encontrarme con cosas sorprendentes, pensarán que estoy demente pero la curiosidad es mi gran aliada.

Suelto un suspiro y tomo una pequeña libreta que reposa en la mesa.

La cuido con esmero, no me atrevo a decir que es un diario pero no está lejos de tener ese nombre, en ella escribo pensamientos al azar o conflictos internos que muchos pueden tildar de tontos. Escribir, sobre algo que te preocupa o sobre algún sentimiento negativo, te puede ayudar a sentir un alivio enorme.

Así que con pluma en mano y mente relajada empiezo a plasmar en la hoja todo lo que me ha atormentado en el día hoy:

Estaba en mi salón de clases y el profesor de Química explicaba algo sobre un diagrama de energía, no entendía muy bien que era eso pero trataba de atender, aunque mi teléfono no me ayudaba mucho cuando vibró avisándome de una notificación nueva.

Lo encendí y empecé a leer el contenido del SMS.

La decepción que sentí en ese momento fue tan grande que no pude evitar la reacción que mi sistema brindó.

—¡No puede ser!.—Grité, parándome rápidamente de la silla, lo que provocó como consecuencia colateral un fuerte ruido, que hizo que toda la atención se centrara en mí y el profesor me dirigió una mirada cargada de molestia.

Alana William, ¿por qué ha gritado en medio de mi clase?.—Preguntó con una paciencia fingida que solo dejaba al descubierto su desagrado.

¡Mi sueño se acaba de arruinar!.—Respondí histérica y las lágrimas empezaron a salir de mis ojos.

Los alumnos que estaban a mi alrededor comenzaron a murmurar y me sentí patética por lo que estaba haciendo.

¡Alana! ¿¡pero qué le ocurre!?, salga de mi clase ahora.—Demandó aquel hombre con su mano extendida señalando hacia la puerta.

Empecé a recoger todas mis cosas torpemente, lo cual causó risas entre mis compañeros y mi vergüenza aumentó en creces.

Minutos después cuando logré guardar todas mis pertenencias salí del aula con la cabeza baja ante la atenta mirada del señor Stefan el cual no dijo ni una sola palabra.

El pasillo amplio se extendió frente a mis ojos llorosos y mis pies se empezaron a mover como si tuvieran vida propia.

Pensaba y reflexionaba y al final siempre llegaba a la misma conclusión: no sé aceptar cuando las cosas no se dan como quiero y ese es mi gran defecto.

La luz del sol me molestó cuando mis ojos visualizaron la calle que está al frente de la escuela.

Un suspiro salió de mis labios y sabía que esa caminata iba a estar extensa.

Nunca me viste, pero siempre estuve ahí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora