Capítulo #3 "Sorpresa"

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Aaron.

La veo alejarse con su amiga y me es imposible no reírme en medio de la calle.

Mi teléfono suena sacándome de mis pensamientos y contesto la llamada.

—¿Hiciste lo que te mandé?.—Pregunta la otra persona al lado de la línea sin darme tiempo a tan siquiera saludar.
—Más o menos.—Respondo dudoso y temiendo por mi bienestar.
—¿Cómo que más o menos?.—Siento que su voz se va poniendo más aguda a cada palabra que dice y maldigo en mis adentros.
—Alana no me deja hablar.—Me justifico y siento que bufa y se ríe de mí como si fuera una persona muy tonta por no lograr algo tan simple.
—¡Aaron, no sirves para nada!.—Grita y yo solo pongo los ojos en blanco porque ya me está molestando su actitud.
—Cálmate, hoy le voy a decir quien soy.
—No, ya no vas a hacer eso, escucha muy bien porque espero que esta tarea si la puedas cumplir.

Escucho atentamente todo lo que me dice y en cierta forma me libró de muchas cosas que no quería hacer pero ahora me puso una meta muy alta que espero cumplir porque si no pagaré con mi vida porque hice un pacto de sangre.

Cuelgo la llamada y decido ir al gimnasio para liberar un poco de energía. Necesito estar con la mente muy fría para este plan tan meticuloso.

Me monto en mi carro y me dirijo a mi lugar de relajación, nada más que llego saludo al recepcionista como todos los días y entro directo a la parte de boxeo.

Me pongo los guantes y todas las protecciones que solo las cumplo por protocolo.

Mi contrincante ya me espera al otro lado del ring me mira como una presa hambrienta pero yo también estoy sediento de una buena batalla.

Nos ponemos en posiciones y todo comienza con mucha adrenalina, doy el primer golpe y le da de lleno en la cara, no lo pudo esquivar a tiempo.

Cinco minutos después entre golpes mutuos no se por qué la cara de una pelinegra de largo cabello y ojos verdes llega a mi mente para solo atormentarme y darle ventaja a mi compañero de lucha.

El cual me hace una llave y caigo al piso con mucha facilidad algo que me sorprende más a mí que a él.

—¡Viejo, no puede ser, te acabo de ganar!.—Grita victorioso y yo solo pongo los ojos en blanco y me levanto del colchón.
—Ya Marcus, no te exaltes tanto.—Le reprocho quitándome los guantes.
—Ok viejo, pero solo quiero saber una cosa, ¿qué fue lo que te distrajo de tal manera que le pude ganar al gran Aaron López.
—Mi mayor problema.—Respondo con una sonrisa de medio lado.

Esto todavía no ha empezado y ya Alana William está atormentando mi mente con sus ojos color esmeralda.

Alana.

—¡Rebeca!, ¿qué sucede?, ¿por qué corres tan rápido?.—Le pregunto a mi amiga cuando nos alejamos bastante de Aaron pero aún así ella no disminuye el paso y ya me está preocupando.
—¿¡Alana, estás bien!?, escuché la palabra acosador y fui corriendo a tu rescate.—Explica jadeando por lo rápido que corrió y me es imposible no reírme y negar con la cabeza.

—No entiendo, ¿qué es tan gracioso?.—Pregunta un poco molesta por mi risa espontánea.

—Es que...

La risa no me deja terminar de hablar y eso provoca que Rebeca una su entrecejo y ponga sus manos en jarras.

—¡Alana, deja de reírte!.—Demanda y yo trato por todos mis medios de calmarme.
—Ok, Ok.—Digo y suspiro para volver a la normalidad.

—No tenías que preocuparte Rebeca, pero gracias, eres una buena amiga.—Le explico y ella me mira sin entender nada.
—Entonces si no es un acosador, ¿quién es?.—Pregunta curiosa.
—No sé quien es.
—¡¿Cómo que no!?, ¿Ahora hablas con desconocidos?.—Me reprocha y la verdad yo prefiero no pensar en eso por lo que decido cambiar de tema.
—Ya ya, no me regañes y camina que vamos a llegar tarde a la escuela.
—Ay Alana, estás muy mal.—Murmura negando con la cabeza.

Ocho horas después.

Por fin llego a mi casa, ocho horas de clase no es algo que me mejore el día, además que tengo mucha hambre.

Estoy delante de mi puerta y por más que busco la lleve en mi mochila no la encuentro.

Esto no me puede estar pasando, yo se que la eché hoy por la mañana.

Saco todo con la poca paciencia que me queda hasta que la encuentro.

Abro la puerta de la casa ya exasperada y me encuentro con una mujer que se me pega como lapa.

—¿¡Alana querida!?.—Grita la señora y me abraza con más fuerza de la necesaria.

—Hola, ¿quién es usted?.—Pregunto tratando de sonar educada.

—Soy Erika la mujer que te va a cuidar estos dos meses ya que tu mamá se tuvo que ir a un viaje de negocios a Australia.

¿Nunca les ha pasado que sienten que la cabeza les va a explotar de lo enojados que están?.

Pues eso me está pasando ahora a mi.

Le paso por al lado a esa mujer y cojo mi teléfono para llamar a la mujer que me trajo al mundo.

Un timbre, dos timbres, tres timbres y me manda al buzón.

—¿¡Cómo pudo irse así y no decirme nada!?.—Exclamo.

—Tranquila.—Dice la tal Erika sonriéndome.

No me puedo creer esto.

Tomo aire y salgo de la casa, necesito caminar.

Después de unos 20 minutos caminando ya más relajada me siento en el banco de un parque.

—¿Estás bien?.
—¿Por qué me sigues Aaron?.
—Em, yo..
—¿Acaso piensas que soy tonta?, vi que me seguías.—Lo interrumpo.
—Vale tienes razón, y creo que hay algo que debes saber.
—¿Qué cosa?.—Pregunto de mala gana pero no lo puedo evitar la curiosidad me mata.
—Soy el hijo de Erika y me voy a quedar en tu casa estos dos meses.
—¡¿Qué tu eres hijo de quién y que vas hacer qué?!.—Grito sin creer lo que dice, en dos días mi vida ha tenido muchos cambios y no he tenido espacio para procesar cada situación.
—Que soy hijo de Erika y que me voy a quedar en tu casa estos dos meses.—Repite como si le estuviera hablando a una niña de dos años.

Mi paciencia se agota y le doy un poco fuerte por el brazo.

—Yo escuché, idiota.
—Ok ok, no te enojes.

No me puedo creer todo esto, ahora vivo con dos completos desconocidos por dos meses, definitivamente voy a matar a mi mamá.

Nunca me viste, pero siempre estuve ahí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora