Capítulo 6. - Dolor.

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Daniela...

Agudo, el sonido repetitivo era cruelmente agudo, sentía que mis oídos no podrían seguir soportando el pitido agonizante que me hacía palpitar la cabeza, traté de masajear mis sienes, los brazos me pesaban, todo el cuerpo me pesaba, como si solamente mi mente pudiera pensar, no me sentía con la fuerza suficiente para mover ninguna parte de mi anatomía, lentamente abrí los ojos, el dolor en la cabeza se hizo más fuerte en cuanto vi la luz, bajé mi mirada, un bulto inclinado, recargado en la orilla de la cama, descansaba, parpadee y solo así pude distinguirla, era mi esposa, en una posición tan incómoda que mi espalda lo sintió, los mechones oscuros de su cabello despeinado llamaron ni atención, extrañaba esas puntas teñidas de azul, el mechón rubio en un costado o la parte de abajo rubia y lo demás negro, ahora su cabello lucía completamente oscuro, sin ningún mechón de otro color, reflejando la madurez. Ya no éramos unas niñas de veintidós y veintitrés años como cuando nos conocimos, diez años después, el proceso de crecimiento de reflejaba en ese cabello oscuro que dentro de unos años más, portará mechones blancos que quiero admirar y acariciar cada mañana al despertar.

—¿Amor? —Susurré tratando de despertarla. —¿Pollito? —Acaricié sus cabellos logrando así mi propósito.

—¡Bonita! ¿Estás bien, te duele algo, llamo al doctor? —Sonreí.

—Estoy bien —Ella asintió desviando su mirada de la mía para enfocarla en otro lugar, pude notar como sus ojos se inundaron de lágrimas, enderezó su cuerpo para poder quedar a la altura de mi abdomen el cuál, comenzó a acariciar con tranquilidad.

—Buenos días, bebé. ¿Cómo estás? Espero que muy bien, que estés muy cómodo ahí dentro, o muy cómoda. —Me miró —¿Qué quieres que sea?

—Lo que sea, lo voy a amar con mi vida entera. Pero me muero porque sea otro niño.

—¿Por qué otro niño? ¿No tienes suficiente con Dani? —Comencé a reír.

—En realidad, Dani me sacará canas verdes, pero hay otra razón por la que quiero que sea niño.

—¿Cuál? —Tomó mi mano dándole un besito tierno

—Cami es todo para mí. —Susurré —Mis hijos son todo para mí, pero Cami, con ella aprendí a ser mamá, aunque no la haya tenido en mi vientre, de ella he aprendido tantas cosas, y... No quiero que sienta que otra niña va a reemplazarla, no quiero que sienta celos de nadie más. Quiero que solo sea ella, porque ella ha sido mi mejor decisión

—Gracias por amar a Cami como lo haces. No era tu obligación, tenías toda una vida por delante, solo tenías veintidós años, debías salir a fiestas, conocer a más personas, disfrutar de la vida, en cambio, decidiste atarte a nosotras dos, atarte a ella sin pensarlo, decidiste dedicar tu vida a ella, cuando no era tu responsabilidad. Poner muchas cosas al lado para hacerte cargo de ella.

—Nunca te lo conté, pero cuándo murió Paisa, y vele tus sueños y los de Cami, cuando la tuve por primera vez en mis brazos, supe que quería tenerla así por el resto de mi vida, que esa niña merecía todo, y que yo estaba dispuesta a dárselo.

—Buenos días... —Fruncí mi ceño, una mujer alta, de cabellos rojos, anteojos cubriendo unos llamativos ojos azules, ingresó a la habitación con unas carpetas en su brazo, me miró sonriendo, una línea de dientes blancos y perfectamente alineados.

—Buenos días —Respondimos mi esposa y yo al unísono.

—¿Señora...? —Leyó los documentos. —Señora Calle —Sus ojos se desviaron a mi esposa quién había cambiado de postura, le sonrió amable, en cambio, la doctora parecía que había visto la más grande maravilla del universo, y aunque sí lo era, ella no tenía por qué verla así.

La Princesita de Papá: Los Calle Garzón. - Calle y Poché - (SEGUNDA TEMPORADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora