Prólogo: carta a una flor.

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Cruel es el destino e inclemencia exige en su andar, la armonía que alguna vez creí que gobernaba en mi corazón hoy se cae ante la dulce y odiosa mentira que sostuve con terquedad la mayor parte de mi vida.... Esa que te culpaba de todos y cada uno de mis males... Con envidia miraba tu brillante sonrisa que solo resplandecía más cuando tu cabello impregnado con la belleza del atardecer bailaba en el viento....
Con odio guardaba en mi corazón el deseo de ser amada por igual, que llamarán mi nombre con el cariño que se le puede tener a una hermosa flor... Muchos decían que tú le hacías honor a tu nombre...  La magia te rodeaba de maneras que yo nunca pude comprender y cuando me di cuenta que mi talento era tan soso como mi nombre... Me envolví en la amargura y confort que la normalidad traía a mi vida.

Me alejé de nuestros padres confiando que nunca extrañarían mi ausencia como lloraron el día que te marchaste a Howarts para tener el futuro brillante que siempre parecía ser destinado a ti.

No importa cuánto me esforzará, cuántas noches en vela pase estudiando, sin comer, sin dormir, sin descansar solo para dar la talla en los estándares imposibles que nuestros padres tenían... ¿Qué iba a saber yo de que nunca podría cumplirlos si para hacerlo.... Debía ser tú?
Nunca sería suficiente, nunca daría el ancho... Siempre me compararon contigo.... Y seguimos así hasta que crecimos, y cada quien siguió su camino, nunca olvidaré el día tan humillante que pase al lado tuyo y de tu futuro marido cuando el se burlaba sarcásticamente en frente mío y de mi Vernom por no comprender las cosas mágicas que ambos hablaban esa cena....

Mi orgullo me pedía que te alejara... Y me apartará por siempre de ti.

Y ese fue mi mayor error....
Uno de muchos que me acompañarán hasta el día de mi muerte....

Lo siento tanto....
Por nunca haberte mirado de vuelta...

Porque tal vez...

Si lo hubiera hecho.... Habría notado que no había nadie más que pudiera amarme como tú lo hiciste por años.... Por ser una tonta y necia mujer.... Deje pasar tu dolor.... Y me aislé cuando más me necesitaste, Los años yacen entre nosotras, temibles.... Y desconocidos los dejé que los enfrentaras sola.... Cuando nuestros padres murieron, cuando te casaste.... Cuando tuviste a tu hijo y cuando moriste para protegerlo.

No estuve ahí para ti y mucho menos para ese niño.

Tarde me di cuenta que no había un amor más genuino y noble que el tuyo, por no querer aceptar.... Que te envidiaba con cada sentir de mi corazón.

El pecado lo cometí yo; y el castigo fue tuyo.... Ningún sacrificio habría sido poco para ti, lo habrías hecho por quien sea que tú amarás.... Incluso por mi.
Ahora es demasiado tarde para disculparme... El daño está hecho y tu hijo creció para ser una mejor versión de lo que yo pude haber sido jamás, bien dice uno que con la vejez viene con los arrepentimientos, las dudas y el llanto.

Y es por eso.... Que si yo pudiera tener una segunda oportunidad...

Si Dios existe y es misericordioso... ¿Podría amarte de vuelta?

Con cariño, tu terca hermana... Petunia.

Petunia Evans: Lazos de HermandadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora