Capitulo 02: Un día especial

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El día avanzó con el movimiento veloz de una abuela que buscaba que todo fuera tan perfecto que no hubiera ningún error que pudiera echar a perder una ocasión especial, desde ir a las 7 de la mañana por lo que faltaba de ingredientes para la cena hasta por un par de cosas que hacían falta para la casa, de ninguna manera admitiría que uso los cupones promocionales navideños para sus compras ahorrando cada centavo que pudiera tener.

No por necesidad, pero prefería ahorrar después de que Vernon se volviera increíblemente derrochador desde que se retiró. Su justificación era que estaba “demasiado cansado” después de haber vivido el “horror” por dieciocho años. Vernon incluso llegó a decirle a su círculo cercano que el niño que acogieron se volvió un payaso de baja categoría, un mago de fiestas como su padre y aún que en tiempos pasados siempre dejo a Vernon quejarse de lo que sea que tuviera que ver con Harry y el mundo mágico, tuvo que cortar el rollo con palabras algo desgastantes.

Todo por el bien de su salud mental.

Sus intervenciones siempre terminaban con un; “la vida es demasiado corta para desperdiciarla en hablar de las desgracias, me gustaría enfocarme por ejemplo en qué mi esposo finalmente va a jubilarse y podremos descansar cómodamente…

Petunia a veces se quedaba mirando a la nada pensando en todas las cosas que tuvo que decir cuando necesitaba desviar la conversación a algo más agradable, gracias a las veces en las que Vernon decidía qué era un buen momento para lanzar veneno sobre su sobrino.

Con el paso del tiempo Vernon llegó a la conclusión de que Petunia tenía mucho más paz cuando no se le hablaba de su sobrino o si quiera mencionar, por lo que dejó el tema hasta ahí y Petunia pudo respirar con más tranquilidad.

Quedó tan ensimismada en sus pensamientos que cuando se dio cuenta estaba estorbando con el carrito de compras a la gente y ya estaba por llamar la atención de mala manera, tocio con brusquedad para aclararse la garganta y continuar con lo suyo.

De nuevo estaba pensando en cosas inútiles, era hora de concentrarse ahora que todavía podía hacer algo por su familia, después de todo… Ya no era una jovencita con energía, aún que su hermana siempre fue la más hiperactiva de las dos, se volvió tranquila cuando maduro pero Lily siempre tuvo la estamina más grande.

Sonrió un poco al recordarlo y procedió a terminar sus compras con esa sonrisa que no salía de su rostro.

Para lo que restaba del día, Petunia se la paso ocupada, moviéndose con una velocidad que Vernon juraba era demasiado exagerado para su mujer e incluso sugería que ella descansará, pero… Vernon se dio cuenta que se equivocó al hablar por qué desvió la mirada al ver la de su esposa a punto de ahorcarlo por decir algo estúpido.

Vernon recordó la razón del porque Petunia nunca dejo que nadie le ayudará… que no fuera ese niño. Pero tan pronto como se revolvió la cabeza dejo que simplemente su esposa se encargará de todo por milímetro, se resigno a ser un mueble que solo se sentaba en el sillón a no ser que su esposa le pidiera ayuda, como que metiera el pavo al horno y lo sacará cuando tocaba, se reía de los esfuerzos de su esposa por tratar de cargar cosas pesadas cuando solo se cansaba más, le gustaba que ella le pidiera ayuda.

Pero Petunia era demasiado orgullosa para hacerlo.

—Si me pides ayuda cariño está bien —dijo el gran hombre, que luego miro los ojos fulminantes de Petunia y procedió a alejarse con las manos al aire en son de paz.

—El hambre te hace decir estupideces —mascullo ella.
Si, era mejor dejar las cosas como están.

El pavo tardaría un par de horas era suficiente para que Petunia se arreglará lo más rápido posible tras terminar todo y solo esperar a que llegaran los invitados, cuando miro el reloj de la pared no se dio cuenta de la hora y habia estado metida en tantas cosas en la cabeza que complicó su sentido del tiempo.

—¡Vigila el Pavo! —grito ella mientras se iba.

Vernon asintió y prosiguió a sentarse en el sillón con el cronómetro de Petunia a un lado.

Y mirando el árbol de navidad que Petunia insistió en poner tres meses antes más las decoraciones navideñas dijo con toda la comodidad del mundo.

—Si, hoy es un buen día.

Lo que Petunia tardo en arreglarse fue el tiempo suficiente para que terminara de hacerse el pavo, como era habitual, Vernon apagó el horno y sabiendo que debería dejarlo reposar hasta que su esposa lo viniera a revisar, ya era la hora para qué de hecho el se fuera arreglar, dejaba que Petunia lo hiciera primero porque era la que más tardaba en arreglarse para eventos importantes, con el reloj en su muñeca se acercó hacia su habitación tocó un par de veces al no recibir respuesta abrió la puerta y se encontró con los ojos negros brillantes de su mujer, el cabello ligeramente despeinado pero en un corte sofisticado cono de costumbre pese a las canas, un vestido modesto de un color azúl apagado unos zapatos y una que otra joya hizo que Vernon la mirara y sonrió.

—Te vez bien… Cómo una buena Dursley —halago con lo mejor que tenía.

“Como una buena Dursley”
¿Por qué esas palabras no le hicieron palpitar el corazón como en tiempos de antaño? ¿Esperaba alguna palabra más de su parte?

Ella sonrió y se acerco a Vernon para mirarlo fijamente, —Ya aliste tu ropa está en la cama, por favor no tardes y baja a tiempo.

—Oh querida ambos sabemos aquí quien es la que debe apurarse más seguido —dijo con una enorme sonrisa burlona debajo de ese bigote canoso y sus mejillas regordetas y sonrojadas.

—No sé de qué me hablas.
Dijo ella con dignidad y estaba por irse cuando Vernon noto algo nuevo y reluciente en sus orejas, arqueo una ceja y le pregunto a su esposa.

—¿Te compraste aretes nuevos?

—¿Eh…?

—Si, tienes… aretes puestos que nunca había visto —señalo el hombre con curiosidad.

—Me los regalo Samantha por mi cumpleaños… No me los había puesto por qué son muy pequeños y poco llamativos, pero son bonitos… y quiero usarlos ahora —explicó.

—… ya veo….

—Bueno, ya aliste, te espero abajo —Se apresuró con una voz calmada y le beso la mejilla rápidamente para irse hasta abajo y llegar rápido a la cocina.

Vernon se le quedó mirando pero dejo de darle importancia y se dio prisa para estar listo antes de que su hijo y familia vinieran a pasar la navidad.

—Eso estuvo cerca…

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—Eso estuvo cerca….

Dijo la mujer con cierto suspiro, se sentía terrible por mentirle pero sabía que decirle de dónde venían sería un conflicto que no era necesario traer a la mesa.

Nunca lo admitiría… que esos aretes con firma de flor dorada tenía en el centro una perla con un color extraño, un violeta muy fino pero de tonos bajos brillantes, erran un regalo que vino cinco años después de verle, en una pequeña lechuza con una cajita en la pata y una carta, que al mirarla, trajo todo tipo de sentimientos y recuerdos, junto con la culpa de sus malas acciones a un inocente.

Tal vez era por eso que escondía con tanto esfuerzo la comunicación que nunca tuvo con su sobrino, porque si lo admitía… sería reconocer que ella quería ser perdonada.

Y Petunia Dursley nunca se disculpaba ni aún que su muerte o la de otros estuvieran de por medio.

Petunia Evans: Lazos de HermandadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora