La madre interrumpe repentina en la habitación del hijo con el inalámbrico Panasonic en la oreja derecha.
- Sí, yo le digo, no te preocupes- El muchacho se cubre de cuajo el cuerpo desnudo con la toalla que permanece encima de la cama.
- Llamó Adrián, que salgas para la fiesta esa a la que van, se le presentó un problema, dice que va más tarde- y él le pregunta que por qué colgó, necesitaba hablarle, ella le responde que estaba apurado- no ves que son casi las once de la noche.
Nunca antes le habían pedido cuentas de sus actos, hasta ahora. Jorge Luis recién cumplió 27 años y trabaja como profesor emergente de computación en un centro interno. Su vida ha trascurrido así, sin mucho que contar, entre amigos y noviecitas escogidas, entre cigarrillos y películas porno. Su padre se fue a Estados Unidos y nunca más supo de él y su madre, ingeniera química, trabaja en una farmacia haciendo mezclas con productos y ganando una miseria.
Apenas puso un pie en la sala, ya vestido, sin atender las exigencias de la madre que venía detrás, la abuela hizo un gesto para besarlo, él aceptó complacido.
- Estoy apurado.
- ¿A dónde vamos a ir a parar con esta juventud? ¡Si es casi media noche!- se lamenta la abuela mientras se unta pomadita china en las sienes y se frota para el dolor de cabeza.
- No regreso hasta mañana- y abre la puerta de la calle para salir.
- Hijito, no vengas tan tarde, mira que la cosa está muy mala- le grita la madre mientras se aleja- ¡El Adrián ese que parece...!- murmura, todavía sujetando el teléfono Panasonic y busca con la vista la imagen de la virgencita de Guadalupe que cuelga en la pared del comedor.
-¡Ay virgencita, que mi hijo no salga maricón!- se pone la mano en la boca. La abuela se persigna, no se alivia ni con pomadita china.
Se sentía extenuado, con mucho sueño, había estado de guardia el día anterior, había pasado la noche singando sin parar con una alumna, pero la idea de irse de parranda con unos amigos superaba el cansancio y el insomnio.
Esto sucedía en todos los preuniversitarios del país, los alumnos se iban a la cama con sus profesores, algunos porque les gustaba, otros por algún interés sobreañadido, casi siempre se iban a la cama por esta última razón, por un ascenso en las notas, por un puesto importante en el secretariado de la FEEM.
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Veinte pesos no son suficientes
Misterio / SuspensoAlejandro y Ernesto salen una noche a la caza de viejos yumas que paguen buen sexo en divisa, cuando se ven envueltos en un asesinato pasional. Esta historia narra la realidad desgarrante del mundo gay en un barrio marginal de la Habana, donde sexo...