〖Capitulo XXV〗

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MESES DESPUÉS.

JungKook sostenía a Dong─yul en sus brazos, lo mecía suavemente con la cabecita en su hombro y cantaba bajo un arrullo, mientras le acariciaba la espalda para lograr calmarlo. Su pequeño carita miraba hacia él.

─Duerme duerme niño, duerme duerme ya─ susurraba el omega, con los ojos entreabiertos.Dong─yul hacía un ruidito por lo bajo, prendido a la remera pijama de su padre omega─ pedazo de mi corazón.

JiMin se tomó tres segundos para observarlo desde la puerta de la habitación, viendo como su omega caminaba lento y con pasos cortitos acunado al pequeño cachorro. Sonrió, a pesar del cansancio.

─Aquí está, amor─ susurró, con la voz más baja que pudo. JungKook agradeció por lo bajo y tomó con una mano el termómetro, lo miró─ ¿Logró dormirse?─ consultó el alfa, acercándose y dándole un pequeño beso en la sien y rodeándolo y viendo los ojos de Dong─yul abiertos de par en par─ Ehm, no.

─Al menos no llora─ convino el menor, sintiendo el calor del cuerpo contra el suyo.

Eran casi las 2am,Dong─yul no se sentía bien. Lloraba, y parecía que se quejaba de algo que los padres primerizos no entendían, al parecer. El pequeño cachorro era muy tranquilo, por lo general. Se quejaba cuando tenía hambre, cuando se había ensuciando o tenía sueño.

Las primeras dos o tres semanas, luego de volver del hospital los tres juntos, habían sido un tanto... complicadas. JungKook tenía la herida de la cesárea, y por eso le costaba un poco poder moverse con facilidad, o más bien el alfa era quien tenía terror de que hiciera mala fuerza y se abriera, y era por ello que evitaba que hiciera la mayor cantidad de movimientos posible. Al principio JungKook lo veía tierno. Bastante tierno, a decir verdad.

Pero, cuando el alfa llegó a sostenerle la tapa del inodoro fue que JungKook, muy amablemente, le pidió a su alfa que dejara que hiciera algo por sí mismo, y al ojiazul le costó. Bastante. Pero, con los días había vuelto a la normalidad.

Dong─yul dormía en el nido, junto con ellos, por supuesto. Se habían adaptando a su nuevo hogar rápidamente, y JungKook lloró ni bien vió el nido que JiMin le había armado. Era prácticamente idéntico al que tenían en el penthouse. El lugar era grande. Amplio. Con grandes ventanas, y aún más grandes cortinas. Sus cosas estaban allí cuando llegaron, sus ropas y también la del cachorro.

JiMin lo había besado con ternura en cada habitación de la casa, cuando recorrieron a paso lento todas y cada una de ellas. A JungKook le gustaba el jardín, era grande y tenía suficiente lugar para que Dong─yul se pueda entretener cuando fuera el momento adecuado.

El alfa, a los ojos de su omega, era sencillamente perfecto. Se tomó licencia el primer mes y medio con solo algunas conferencias virtuales y Home Office, hasta que se acostumbraran a la presencia de Dong─yul, y a entenderlo. Se levantaba por las madrugadas si era necesario, si el cachorro lloraba era el primero en estar pendiente. No dormía hasta que JungKook lo hiciera también, y no le importaba en absoluto que el otro día tuviera que levantarse temprano por algo relacionado al trabajo.

JungKook era hermoso como padre. Dong─yul lo ama, con todos los sentidos de la palabra. Y era increíble, porque lo sentía a la distancia. JiMin se reía, porque ambos parecían una oveja y su pequeño cordero, que iban juntos dónde quiera que fueran. El cachorro lloriquea cuando lo siente, y le gusta estar en sus brazos. Descubrieron que le gusta su aroma, pues lo huele siempre y a veces se le escapa pequeñas sonrisas que hace ambos derretirse frente a él, sacarle rápidamente una foto o simplemente admirarlo.

Durante las noches en las que JiMin no podía dormir, se los quedaba mirando en completo silencio. Admirando la maravilla en que estaba viviendo, y pensaba. Pensaba mucho, en como su vida había cambiado por completo gracias a este hermoso omega que resoplaba lentamente en la oscuridad a su lado, y al pequeño cachorro que estaba en medio de ambos. 

Burdel «JIKOOK» OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora