7.
No me lo esperaba. Pensé que al traerla de regreso todo volvería a ser como antes. Un gran e inesperado error. Se fue de nuevo por cuenta propia. Aunque ahora tengo la suerte y ventaja de saber exactamente su destino: irá al único lugar que estoy seguro que recuerda. Para ella, ahí era donde todo volvió a comenzar.
–¡Margo! ¡¿En dónde tienes las llaves de la otra moto?!– Desordenaba el lugar con desesperación.
Debía apresurarme e ir por Charlott antes de que se le ocurriese hacer algo tonto. Ni siquiera todos esos años pudieron haber cambiado eso de ella, estaba completamente convencido. Su repentino escape era la prueba perfecta de ello.
– ¡Aquí, atrapa!– Me lanzó el llavero. – ¡Apúrate y persíguela Rose!–
–Eso haré– Rápidamente tomé una mochila de un gabinete a un costado del escritorio. –Voy a necesitar esto– No perdí más tiempo.
Monté la motocicleta. Puse en marcha al motor y comencé a conducir rumbo a Charlott. Avanzaba a toda velocidad. No había tiempo para pensar en la seguridad o preocupaciones que habría que tomar en el camino. No cuando alguien importante para mí estaba a punto de jugarse la vida. No debía volver, seguramente ella lo comprendía. Sea cual haya sido su razón, le preguntaría en cuanto la llevara de nuevo a casa. Esa terca, siempre fue así. Aunque hayan sido situaciones simples, siempre se las arreglaba para ponerse en peligro. Solía disimularlo muy bien, pero era la persona más impulsiva que alguna vez pude llegar a conocer.
–Deja de hacer estas cosas, idiota– Mascullaba para una Charlott imaginaria dentro de mi mente, mientras sentía la piel de mi rostro entumecerse por el aire azotándome al pasar.
No pude evitar mi ceño fruncido ante tantos pensamientos de preocupación hacia una persona, o mejor dicho, causados por una sola persona.
–Ve más rápido pedazo de chatarra– Gruñí.
El acelerador estaba al máximo de su capacidad, e incluso al tratar de forzarlo un poco más, me pareció escuchar que había tronado. No disminuí el paso ni titubeé un solo segundo. Si acaso el vehículo había llegado a su límite, me lo haría saber dejándome varado en medio del camino. No pensé mucho en eso y decidí tomar el riesgo. De todos modos, aún no había rebasado ese límite. Mi velocidad se mantuvo constante al recorrer el tramo inverso desde el lugar que durante todo ese tiempo tuvo cautiva a Charlott. Por lo menos una parte de ella.
No había tráfico ni persona que se atreviera a cruzar por esos lares. Era un sitio bastante desolado.
Pasadas tres horas de trayecto, el sol de la tarde se había abierto paso entre el cielo, preparándose a cederle su lugar a la oscuridad de la noche en un par de horas más. Me había mantenido alerta en todo ese tiempo, y ni por asomo algún rastro de ella.
Mi vista cambiaba a cada instante entre el horizonte y costados de la seca carretera, a pesar de la llovizna que hubo la noche anterior. Miraba el camino; sólo asfalto. Al lado derecho; un enorme sendero de tierra, paralelo al largo de la carretera y árboles un poco más allá. A mi lado izquierdo; más árboles alborotándose haciendo una extraña danza junto a la brisa. El viento soplaba más fuerte por las tardes. Las ruedas giraban incansables por debajo de mí, sin siquiera atreverse, por esta vez, a perturbar mi búsqueda con el molesto sonido que usualmente solían hacer al girar sobre sus propios ejes. O tal vez era yo el que, por tantas cosas rondando en mi cabeza, no me percaté de ello.
Árboles.
Asfalto.
Sendero.
Horizonte.

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Ficção Adolescente"Recuerda" la ha estado atormentando desde que esos pequeños fragmentos volvieron a ella. Después de haber perdido lo único importante que la mantenía con vida, se perdió a sí misma. Lo único que quería era recuperarlo, remendar lo hecho. Pero había...