8.
No podía mantenerme de pie por mucho más tiempo. Mi propia respiración jadeante me sofocaba. La cabeza me palpitaba y dolía horrores. Mis piernas pesaban como si en vez de éstas, tuviese un par de ladrillos de construcción amarrados a las caderas. Todo mi cuerpo se sentía sucio y pegajoso. Se me dificultaba moverme a voluntad. Pero mis manos, éstas actuaron por si solas. Cuando me había dado cuenta, me encontraba de pie sosteniendo entre ellas la navaja que me había confiado Rosell. Hace unos momentos, estaba completamente segura de que había un enorme alboroto. Ahora todo estaba en un repentino silencio estremecedor, a excepción de alguien que, al parecer, se encontraba arrodillado en el piso tosiendo fuertemente. Me acerqué temblando.
-Char...Charlott...- Dijo interrumpiéndose entre tosidos.
Me alivié.
Él parecía estar bien.
Entonces recordé lo que había hecho dejándome caer, aturdida, entre las ramillas aplastadas del fango seco.
"¿Cómo fui capaz de algo así?"
Les había rebanado la garganta a esos hombres. Con mis propias manos y la ayuda de una hoja de metal afilado. Miré temblando mis dedos, imaginando su contorno en la oscuridad. No podía creerlo, pero al mismo tiempo, ni me inmuté. No había lugar alguno para tan siquiera una pizca de arrepentimiento. Lo había entendido al instante; eran ellos o Rosell.
Dejé de temblar.
A pesar de que la navaja seguía bañada en la sangre de sus víctimas, no me importó. Tanteé entre la tierra a ciegas hasta hallar su funda. Aún con el viscoso fluido goteando, guardé el objeto impregnando su envoltorio con el mismo devolviendo el conjunto a mi rasgado pantalón. La luz de linterna volvió a cegarme súbitamente, provocando un respingo de mi parte. La repentina claridad hizo que cada músculo en mi ser se tensara por el nerviosismo. Retrocedí a una ridícula velocidad gateando de espaldas con unas torpes manos y pies enmarañándose entre sí.
-Tranquila, Charlott- Me decía intentando calmar mi desesperada acción evasiva. -Ya se acabó, estoy bien- Su voz se escuchaba aún bastante ronca por el estrangulamiento al cual acababa de sobrevivir. Me detuve disminuyendo mi velocidad paulatinamente hasta quedar tendida en el suelo terroso mirando hacia arriba, observando los vastos brotes de follaje alborotarse a causa de la fresca brisa nocturna. La envolvente negrura volvió a imponer su presencia después de una breve intermitencia de luminosidad antes de ceder lo último de su energía a un débil destello disipado.
-Ésta cosa ya no sirve- Con tono de fastidio, Rosell apartó la linterna recostándose junto a mí.
Mis ojos se acostumbraron a la oscuridad casi al mismo tiempo en el que la adrenalina agotaba su energía quedando fuera de juego. Sus efectos abandonaron mi cuerpo como si de hormigas se tratara, dejando de nuevo el lugar a las sensaciones habituales de éste. A excepción de un pequeño detalle. Cada fibra de mí comenzó a arder. Podría comparar cada herida de mi cuerpo con trozos enormes de carbón encendido pegados a mi piel. Completamente cubierta de ellos.
Después de sentir por un rato la creciente sensación de dolor, me comenzó a molestar un poco respirar. Al hacerlo algo amenazaba a mis pulmones intentando perforarlos a cada inhalada de aire limpio. Podía sentirlo claramente bajo mi piel. Mi tórax y pecho dolían. Tal parecía que no fueron sólo simples heridas superficiales. Con ese accidente hasta se me fracturaron algunos de mis huesos y apenas me había dado cuenta de ello. Tanteé mi cuerpo a ciegas. Tenía varias partes de éste inflamadas. Las que más sentía palpitar haciendo también más creciente el dolor que emanaban, eran la muñeca de mi mano izquierda, el tobillo de la pierna del mismo lado, y no podría olvidar mencionar la espinilla perforada y sangrante de mi otro pie. Entre muchos otros sitios más.

ESTÁS LEYENDO
151
Teen Fiction"Recuerda" la ha estado atormentando desde que esos pequeños fragmentos volvieron a ella. Después de haber perdido lo único importante que la mantenía con vida, se perdió a sí misma. Lo único que quería era recuperarlo, remendar lo hecho. Pero había...