2.
Los rayos del sol mañaneros lograron despertarme. Me quedé observando por un largo rato la habitación donde residía. No era la gran cosa pero sí bastante cálida; tenía las paredes blancas y el piso de madera algo gastado, lo cual le daba el aspecto rústico.
Era muy acogedor.
Me encontraba en una cama no muy grande, se notaba que el dueño del mueble vivía sin compañía. A lado de ésta estaba una ventana de marco de madera oscura, con una hermosa vista a las montañas. El sol le daba el toque final a tal paisaje del campo.-A...h...- Me llevé una mano a la garganta.
Seguía sin poder hablar.En esos momentos, la puerta se abrió.
-Buenos días- Entró diciendo el chico llevando consigo un plato de comida y un vaso de agua, que asentó en un mueble a un par de metros de la cama. Yo sólo me dedicaba a observarlo.
-¿Dormiste bien?- Me dijo extendiéndome un paquete de ropa envuelta en sí misma.
Yo sólo asentí con la cabeza al mismo tiempo que tomaba la ropa.
Lo miré interrogante.-Supongo, que en verdad no te acuerdas de nada.- Su semblante se ensombreció.Intentó disimularlo regalándome una sonrisa forzada. No fue muy efectiva. Mi mirada no se apartaba de él.-Dejaré que te cambies la ropa, voy a esperar afuera-
Dicho esto, dio la media vuelta y volvió sobre sus pasos hacia la puerta de la habitación cerrándola al salir.
Desdoblé la ropa. La observé por un corto tiempo antes de cambiarla por la que traía puesta.
Eran completamente diferentes. Lo que antes llevaba puesto no se podía comparar con el conjunto limpio y planchado que me dio. No podía creer que siempre había llevado esa ropa; eran prácticamente harapos enlodados y con un aspecto bastante repulsivo. La dejé tirada en una de las esquinas del cuarto para meterme en el conjunto nuevo y refrescante.Me asomé a la puerta abriéndola poco a poco.
Salí caminando lentamente hasta que fui sorprendida por el chico quien estaba entrando recién a la casa por la puerta de a un lado del comedor.Bajé la cabeza. Se acercó a mí y puso una mano en mi hombro.
-No seas tímida, ven aquí que quiero mostrarte algo.- Me dijo mientras con la otra mano revolvía aún más mi enredado cabello, con una sonrisa en su rostro, como si no le importara lo sucio y grasoso que estuviese.
Tomó delicadamente mi mano y me llevó a un pequeño jardín escondido en la parte de atrás de su casa. Pasamos por un sendero entre los cultivos de flores y frutillas bañados en rocío, hasta llegar frente a un ciruelo de flor. Se acercó y, sin dejar de admirarlo, me invitó a hacer lo mismo.
-Dime, ¿No lo recuerdas?-Negué con la cabeza.
Él llevó su mano hacia una de las flores que brotaba en la punta de una rama caída, estirada de una forma en que aún rozando el suelo, no tenía signos de romperse. Pasando sutilmente la yema de sus dedos por los delgados bordes de los pétalos, suspiró.
-Tú me pediste que las criara aquí.-Observé como cortaba un ramillete con cuidado. Me lo entregó en seguida volteándose a cortar otro.
-Ese día hicimos una promesa, y este árbol fue lo que la selló.- Perdió la mirada en el vacío. -Fue hace ya tanto tiempo, que no recuerdo con exactitud cuál fue... espero que si algun dia lo recuerdas me perdones.- Sonrió pero sus ojos reflejaron un dejo de culpabilidad.Atiné a asentir con la cabeza.
Se levantó y me extendió su mano. La tomé con timidez aceptando su invitación para entrar otra vez a la casa.
Una vez dentro, cerró superficialmente la puerta trasera y se dirigió a mi habitación.Miré que a lado mío se encontraba un sofá marrón no muy grande, con una sábana y almohada acomodados sobre éste. Tomé asiento dedicándome a observar todo en la estancia, jugando al mismo tiempo las hojas del tallo de mis flores.

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Novela Juvenil"Recuerda" la ha estado atormentando desde que esos pequeños fragmentos volvieron a ella. Después de haber perdido lo único importante que la mantenía con vida, se perdió a sí misma. Lo único que quería era recuperarlo, remendar lo hecho. Pero había...