CAPITULO 11

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Esto no puede estar pasando, no puedo concentrarme con su mano en mi cintura y su aliento golpeando mi cuello.

—Pare, por favor. —murmuro con la voz suave.

—Solo quiero distraerme, no quiero pensar que mi hija tiene una enfermedad terminal que no tienen cura. —siento como descansa la frente en mi hombreo, miro el pasillo, gracias a dios está todo solitario.

Me apiado de él, no debe ser fácil estar pasando por eso, pero yo no soy una bola anti estrés o su centro de distracción, soy una mujer, que siente, y me hago respetar.

A veces me pregunto porque los hombre creen que las mujeres somos objeto de consolación y no un ser más que si bien puede ayudarte como cualquier sexo lo haría.

Pero mi dignidad se ve vacilante cuando lo siento temblar en mi espalda y enrollar sus brazos en mi cintura.

Cierro los ojos, quiero ayudarlo, le prometí a Bianca que haría sonreír a su padre la primera vez que la vi, acaricio el brazo que esta alrededor de mi cintura con mis dedos libres de las vendas.

El llora en mi hombro desconsoladamente, levanta la cabeza luego de un tiempo, y se levanta conmigo, no me suelta, solo me empuja con su cuerpo al fondo del pasillo, abre una de las puertas del personal y me mete adentro con él.

—No creo que sea buena idea, se va arrepentir, está bajo los efectos del alcohol y además es mi profesor, no está bien hacer esto, no podemos, lo de la biblioteca fue un error, por favor señor Witzel, en estos momentos soy vulnerable y si usted no para ahora no lo haremos después, por favor piénselo. —digo balbuceando, creo que incluso repetí alguna palabras de los nervios, lo tengo a mi espalda apretando con más fuerza mi cintura, como si deseara controlarse pero no puede.

—Silencio, sé en qué lugar está usted para mí, ni el alcohol me haría olvidarlo pero también sé que olvido algunas cosas en su presencia, no haré anda de lo que usted no quiera hacer. —rio, como si fuera fácil cuando él está detrás de mí, con sus manos en mi cintura que ahora suben a mis omoplatos y su boca en mi cuello.

No puedo pensar en nada que no sea esas manos, tiene que parar, ahora.

Me doy la vuelta y empujo.

—Esta borracho, muy borracho, me alejare de usted por el bien de ambos, vendré a ver a Bianca y si necesita algo dígaselo a Diego, pero yo no puedo estar cerca de usted mas, esto se está saliendo de las manos y no quiero perder mi puesto en la universidad y mucho menos ser material de chisme, quiero que sepa que no es un rechazo, es solo lo mejor, para ambos.

El no habla, pero una punzada de decepción se instala en mi pecho. Hoy me ha usado para consolarse el mismo, todo fue para liberar la tensión en mí.

Camino a la salida y me voy del hospital sin mirar atrás, no quiero sentir esto que está creciendo en mí, es mi profesor, no puedo verlo con otros ojos, solo quiero estar cerca de Bianca, ayudarla y acompañarla en este proceso, pero no quiero cruzar mirada con él, porque se lo que me pasa cuando me mira, se lo que logra provocarme.

Apenas pongo un pie fuera del hospital tomo el primer taxi, en el trascurso a casa saco el teléfono y le envío un mensaje de texto a diego excusándome por mi repentina desaparición.

<<Diego>>

Perdón por no quedarme, tuve que venir a casa, hoy empiezo el trabajo, mantenme al tanto de toda la situación con Bianca. Te quiero.

Bloqueo el teléfono y miro la costa por la ventana, la llegada se me hace eterna ya que la distancia entre el hospital al que fuimos y mi apartamento es muy larga.

Un mar con letras de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora