3. Una semana (segunda parte)

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11 de abril de 1164 - Día seis desde el abrazo

Tras casi tres días de camino, nuestras dos viajeras veían cada vez más cerca el destino al que se dirigía Nightshade: un bosque lleno de árboles de tronco oscuro pero de hojas blancas como las perlas. Al fondo, terminando la imagen del hermoso paisaje, una montaña de rocas grises muy oscuras coronaba la falda blanca que formaba el bosque.

Las mellizas, que nunca antes habían visto árboles de esa especie, los miraban desde la lejanía atónitas.

Desde los sucesos en la Ciudad de Cristal, Nightshade se presentaba aun más callado que de costumbre, además de verse notablemente decaído. Las dos hermanas, que se encontraban tras él siguiendo a duras penas su paso, comenzaron a murmurar entre sí:

— ¿De verdad no piensas decirle que le queda un día? Después de lo que escuchamos decir a Greia sobre él, mis suposiciones de que no podemos fiarnos se acercan cada vez más a ser una realidad —expuso Nora—. Greia es una criatura santificada por el mismísimo Xhorn, así que no hay maldad en ella, por lo que su palabra es veraz.

— Aun si fuese cierto lo que dice Greia, ¿no sientes ni el mas mínimo agradecimiento por la persona que nos salvó? —respondió Feis molesta— Nos salvó la vida, Nora. Sin pedir nada a cambio. Ni siquiera nos lo ha recordado una sola vez para regodearse, a pesar de que la hazaña de matar a una contrabestia es digna de el mayor de los héroes.

— O de otra contrabestia. —respondió Nora de forma satírica.

— Haz lo que quieras —cada vez más enfadada—. Que pese sobre tu conciencia no habérselo agradecido todo cuando tuviste la oportunidad. Yo, por mi parte, voy a intentar que este sea el mejor último día posible para su vida. No sabemos a que hora morirá mañana, por lo que solo tenemos el día de hoy para darle las gracias.

— ¿No te pica la curiosidad?¿Su origen?¿Su nombre?¿El alcance de sus capacidades?¿Por qué a pesar de ser un ser extremadamente notorio nunca hayamos oído hablar de él?—Nora mira a Feis a los ojos mientras caminan— Si quieres realmente darle el mejor último día de su vida, ¿no necesitarás conocerle un poco más a fondo?

— Hemos llegado. —interrumpió Nightshade.

Los tres se encontraban a la entrada de aquel hermoso bosque blanco, que estaba limitado por una gran muralla de piedra, la cual las mellizas no habían visto desde la lejanía. El muro se extendía más allá de lo que podía alcanzar la vista, y justo frente a donde se encontraban, una verja alta atada con cadenas que brillaban en un tono violeta cerraba la entrada al bosque. A su derecha, un cartel de madera que se veía bastante viejo y deteriorado anunciaba: "Prohibido el paso, peligro de muerte. Iglesia de la Santa Fe".

— ¿Por qué te dirigías aquí? —preguntó Feis intrigada.

— Es el único sitio en el que me siento en paz. —respondió Nightshade, el cual se mostró mucho más calmado por el simple hecho de estar ahí.

— ¿Pero nadie ha leído la señal de "prohibido el paso"?¿Es que estamos locos? —interfirió Nora— Además, se nota a leguas que tanto la muralla como la verja y sus cadenas están selladas con magia, no podríamos entrar ahí aunque quisieramos.

Nightshade se aproximó a la verja y, tras acercar la palma de su mano derecha, la magia que cubría las cadenas se desvaneció, y estas cayeron al suelo. La verja se abrió hacia dentro de par en par con violencia. Nora puso sus ojos en blanco irritada.

— Pasad, estaréis a salvo, lo prometo —aseguró el chico.

A continuación entraron por el acceso del muro de piedra y se adentraron en el bosque. La puerta se cerró tras ellos y las cadenas se volvieron a colocar solas, brillando de nuevo debido al poder de la magia. Ya dentro, se podía apreciar que los árboles tenían sus hojas descoloridas, de ahí su tono blanco. Los pájaros cantaban mientras sobrevolaban la arboleda, pero ninguno se posaba sobre las ramas. Eran una clase de árboles que ni Feis ni Nora lograban reconocer, era una especie totalmente desconocida para ellas.

— Nuestro viaje termina en la cima de esa montaña. —anunció Nightshade mientras selalaba con el dedo a su cumbre.

— ¿Qué buscas allí Nightshade? —dijo Feis.

— Viejos recuerdos, un remanso de paz.

Comenzaron a recorrer un sendero que subía a la cima de la montaña, que estaba completamente formada por roca negruzca que brillaba con los rayos rojizos que desprendía el sol mientras se acercaba el atardecer. Conforme ascendían por el camino las rocas que les rodeaban emanaban cada vez más vapor, el cual salía calmadamente de entre los resquicios entre las piedras. El ambiente, al contrario de lo que dicta la logica, era cada vez más cálido conforme se acercaban a la cumbre de la montaña.

— Ya casi estamos, cuando lleguemos pararemos a descansar hasta la mañana —dijo Nightshade desprendiendo un aura de tranquilidad— Al mediodía nuestros caminos se separarán.

— ¿Qué es este sitio, Nightshade? —preguntó Feis— ¿Que tiene este sitio como para que la Iglesia de la Santa Fe lo esconda del mundo?

Nightshade no respondió hasta pasados unos segundos, justo hasta que llegaron a la cima.

— El Fin del Mundo —entonó con voz solemne.

Al contrario de lo que cabría esperar, lo único que encontraron en la cima de la montaña fue un gran abismo, tan profundo que la vista no alcanzaba a ver su fondo, tan extenso que cortaba la montaña por la mitad y todo el paisaje mas allá de ella. Lo único visible más allá de la montaña era un denso vacío. Vapores blancos ascendían por las paredes del abismo, y algunas rocas flotaban en el aire como si no pesaran. Pequeños surcos de lava escapaban del interior de las rocas, y ésta fluía tranquilamente hasta caer por aquel despeñadero infinito. La zona se sentía exenta de vida, allí no alcanzaban volando los pajarillos, ni ningun tipo de animal pequeño rondaba correteando por el suelo. El único sonido perceptible era el de la lava calentando la roca y el vapor ascendiendo por la pared de piedra del abismo. En el centro de aquel extraño paisaje, una imagen singular se presentó ante el chico y las mellizas: un cerezo en flor, completamente rosado, de tronco negro, hermoso y sano se erguía en el borde del precipicio, como si no le importaran las circunstancias en las que se encontraba. Nightshade se acercó y se puso de rodillas frente a él, y mostrando un gran cariño y consideración, acarició con amabilidad el tronco del robusto árbol. Las mellizas se limitaron a mirar, paradas de pie en un punto fijo, ya que tanto el paisaje como la situación les resultaban sobrecogedores. Nightshade movió sus labios levemente frente al cerezo, hablando en voz tan baja que ninguna de las dos chicas pudieron escuchar lo que dijo, y acto seguido se levanto y dijo:

— Pasaremos la noche aquí, junto al cerezo.

— No entiendo que es lo que está pasando —dijo Nora algo nerviosa— Nunca habíamos visto ni los árboles de la falda de esta montaña ni aquel de ahí delante rosado. ¿El Fin del Mundo?¿A qué te refieres?

— Hace muchos años, —comenzó a relatar Nightshade— cuentan las leyendas, el mundo era un lugar idílico en el que, gracias a la mano de Xhorn, todas las razas convivían en paz unas con otras, formando una nación unificada, un auténtico paraíso para todos sus habitantes. Incluso el mismo Xhorn decidió mezclarse y convivir entre los habitantes de Grimlade por la gran estima que les tenía. Pero incluso en los paraísos hay manzanas podridas. La maldad en los corazones de los inicuos siempre se manifiesta, y éstos se aprovecharon de la bondad del Altísimo para satisfacer sus necesidades egoístas. Xhorn, ahogado en ira, desató un poder arrasador sobre Grimlade. El mundo, concebido hasta entonces como una esfera, se convirtió en una semiesfera, es decir, la mitad del mundo fue destruido por la cólera de Dios.

Las mellizas se quedaron sin palabras tras escuchar la historia que les contó aquel misterioso chico.

— Lástima que nunca he creído en Dios, la historia resulta mucho más emocionante para los creyentes —terminó Nightshade jocosamente.

El sol, que regalaba sus últimas luces del día, dejaba oscurecerse poco a poco el ambiente para dar paso a la noche. En pocos segundos todo fue ocultado por las sombras, no se veía absolutamente nada. De entre la oscuridad se escuchó un chasquido de dedos, y una pequeña lumbre se encendió entre Nightshade y las mellizas, dejando ver tras ellas una pequeña tienda y un poco de carne cruda sobre el fuego.

— Podéis comer hasta hartaros y dormir a pierna suelta esta noche —dijo Nightshade amablemente— Será la última que pasemos juntos. Debo confesar que vuestra compañía me ha sido grata—dejó escapar levemente una tímida sonrisa con la boca cerrada por primera vez ante las hermanas.

Feis no pudo contenerse y se echó a llorar de rodillas en el suelo, a lo que Nora reaccionó rápidamente y la frenó.

— Feis, se que no te gustan las despedidas, pero debemos seguir cada uno nuestros respectivos caminos —fingió Nora para ocultar el verdadero motivo del llanto de su hermana, y continuó susurrando— Feis, ¿No querías darle el mejor último día de su vida? Si te dedicas a llorar por lo que sucederá, lo único que harás será amargar sus últimos momentos.

— Tienes razón —se levanta y se seca las lágrimas, se acerca a Nightshade, se agarra de su brazo y le mira a los ojos— Nightshade, muchas gracias por todo, en serio, estaremos eternamente agradecidas contigo, no solo por salvarnos la vida, cosa que nunca podremos pagarte, sino también por enseñarnos todas las cosas maravillosas que eran desconocidas para nosotras. Eres una persona increíble —dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

— Gracias por tus palabras Feis, me llenan de ánimo. Y Nora, se que no he sido alguien de tu agrado durante este viaje, ni alguien en quien quieras confiar, pero te aseguro que no me arrepiento de haberte salvado junto a tu hermana, las dos llegaréis muy lejos —proclamó Nightshade orgulloso.

— Jum... —respondió Nora escéptica.

A partir de entonces comieron y conversaron durante varias horas tranquilamente, hasta bien entrada la noche. Cuando las mellizas se comieron todo, Nightshade anunción la llegada de la hora de dormir, a lo que Feis sugirió:

— Nightshade, la noche es muy oscura, y este sitio al que nos has traído nos resulta algo inóspita, así que, ¿te importaría dormir con nosotras? —dijo un poco sonrojada.

— ¿Con nosotras?¿Por qué me metes a mí en tus idioteces de niña? —interfirió Nora colocando una de sus manos sobre la cara.

Feis le guiñó un ojo a su hermana, y ésta, resignada y poniendo los ojos en blanco, aceptó.

— Bueno, si lo necesitáis... —accedió Nightshade.

Los tres se metieron en la tienda y se taparon con las finas sábanas que Nightshade había preparado. Una hermana se colocó en el lado derecho y la otra en el izquierdo, dejando a Nightshade en el medio. Rápidamente Feis se abrazó a él.

— Tengo frío — dijo la melliza mientras soltaba una risilla vergonzosa— Gracias por todo, Nightshade.

Al poco tiempo, las dos hermanas se quedaron dormidas.



12 de abril de 1164 - Último día

Al llegar la mañana, los primeros rayos del sol matinal se empezaron a colar por un pequeño resquicio de la tienda, despertando a Feis y Nora, que durmieron plácidamente toda la noche. Al abrir los ojos y despejarse un poco, se dieron cuenta de que Nightshade no se encontraba allí, por lo que Feis se levantó apresurada y muy preocupada para salir de la tienda, temiendose lo peor. Al salir fuera, comenzó a mirar a todas partes. Al fijar la mirada en el cerezo que se encontraba a varios metros frente a ella, su corazón dió un vuelco: Nightshade se encontraba recostado sobre el tronco del árbol, completamente inmóvil. La chica corrió hacia él, se puso de rodillas y colocó sus dedos índice y corazón sobre su cuello en busca de su pulso. Nada, ni la más mínima pulsación. Cada vez más alterada, acercó la palma de su mano a su nariz, con el fin de sentir su respiración. Ni una brizna de aire salía de él. Desesperada, Feis comenzó a zarandearlo.

— ¡Nightshade, despierta! —dijo entre llantos— Si es una broma, que sepas que no tiene gracia, ¡despierta! Por favor...

La chica abrazó el cuerpo del chico con fuerza y lloró con su cabeza pegada a su pecho.

— Sabías que esto pasaría, debes asimilarlo —dijo Nora mientras salía de la tienda— Piensa que le has hecho un favor a Grimlade acabando con un ser tan peligroso como él. No podíamos confiar en él.

— ¡Estoy más que harta de tu desconfianza y de tus corazas! —respondió Feis muy enfadada, algo bastante raro en ella— ¡¿Cómo puedes decir que debemos alegrarnos de su muerte?! Nos ha cuidado, alimentado, enseñado cosas increíbles en cuestión de días, ¡le debemos la vida, Nora, la vida!¿No te cansas de ser así de fría?

— Feis, yo... —dijo Nora.

— ¡No sigas! No quiero escuchar salir ni una palabra más de tu boca en lo que queda de día. De hecho ni siquiera tengo humor para caminar a tu lado, me marcho sola.

Feis se levantó dejando delicadamente a Nightshade recostado sobre el árbol que tanto apreciaba y procedió a marcharse sumamente apenada y con lágrimas en los ojos.

— No os estaríais peleando por mí, ¿verdad?
—dijo una voz tras las dos hermanas.

Al darse la vuelta, ambas observaron anonadadas como Nightshade se ponía en pie.

— Siento si os lo he hecho pasar mal chicas, estaba meditando, no era mi intención asustaros —dijo el chico.

— ¿Nightshade?¿Cómo es que no estás...? — pronunció Nora casi sin aliento por la sorpresa.

— ¿Muerto? Es una larga historia —dijo Nightshade.

Feis, totalmente eufórica y exaltada, corrió entre lágrimas de alegría hacia el chico y se abalanzó hacia él de un salto, abrazándolo y, para sorpresa de Nightshade, besándolo apasionadamente. Cuando sus labios se juntaron, el chico comenzó a brillar emitiendo una luz dorada incandescente y tras esto una onda expansiva proveniente de él sacudió la zona, haciendo tambalear el cerezo e incluso sentando a Nora en el suelo, que se encontraba más impresionada por el atrevimiento de su hermana que por el suceso siguiente. Acto seguido Feis, que parecía no haberse dado cuenta de lo que acababa de pasar, separó sus labios de los de Nightshade, separándose un poco de él y mirandole a los ojos sonriente.

— Feis... —dijo Nightshade muy impresionado.

— Gracias Nightshade, gracias —respondió la chica aun emocionada.

Nightshade se volvió a acercar al cerezo y, apoyado en él, miró hacia el vacío y dijo:

— Suponía que no funcionaría, siento no haberos contado nada, pero tenía que intentarlo.

— ¿Qué quieres decir? —dijo Nora aun sentada en el suelo.

— Sabía desde el primer momento que estáis malditas, y me acerqué a vosotras para pediros que me tocáseis, pero apareció aquella contrabestia y el resto es historia —aclaró el chico.

— Es decir, ¿sabías que ibas a morir desde que te toqué? —dijo Feis— ¿Qué te llevó a hacer eso?

— Para una persona que no quiere vivir cualquier método es válido para acabar con su vida —respondió Nightshade.

— Pero, ¿por qué nosotras? —preguntó Feis.

— Porque nada ni nadie ha podido hasta ahora —desveló el chico— He perdido la cuenta del tiempo que llevo intentando acabar con todo esto. Esa es mi maldición: la inmortalidad.

— ¿Por qué alguien tan especial cómo tu querría morir? —cuestionó Feis— No logro entenderlo.

— Me ves con muy buenos ojos Feis. Y de verdad que lo agradezco, pero no soy lo que crees que soy: llevo un peso muy grande sobre mis hombros, quizás el peso más grande que se pueda cargar, el cual no debería estar llevando —pone su mano sobre el cerezo— Soy como este árbol: él tampoco quiere estar aquí, no es su sitio, pero aún así se encuentra íntimamente ligado a este lugar.

— Ven con nosotras Nightshade. Ven conmigo —propuso Feis— Nunca me había sentido antes como me siento cuando estoy contigo, esa sensación de paz, de seguridad, de sentirme valorada y no como un monstruo... Y ahora que sé que no te pasará nada si te toco, podríamos ser muy felices, incluso podríamos tener hijos...

— Creo que vas muy rápido Feis. Me halaga tu proposición, pero no me conoces. Por tu bien no os conviene ni a ti ni a tu hermana quedaros mucho más tiempo a mi lado —se acerca cada vez más al borde del precipicio— Después de fallar usando vuestra maldición para terminar con todo, lo que me queda es vagar para siempre por el mundo, evitando el contacto con los demás para no causar desgracias allá a donde voy. Gracias por todo chicas, hasta pronto.

— ¡Nightshade! —gritó Feis.

Antes de que pudiera impedirlo, Nightshade se tiró de espaldas hacia el abismo. Feis quedó en shock y Nora raudamente se aproximó a ella y la abrazó para consolarla, estuvieron así durante unos minutos. Cuando se iban a marchar, Feis se acercó al cerezo para despedirse simbólicamente del chico, ya que no lo pudo hacer en su momento. Al mirar al pie del árbol, quedo muy sorprendida por lo que vió, un regalo de despedida de su amor no correspondido: un par de guantes blancos para ella y para su hermana.

Hijos del Amanecer [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora