8. Reflejos del pasado

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8 de junio de 1164

Niadmar, una pequeña aldea a varios kilómetros de Edenfield. Un niño pequeño de no más de cinco años, todo andrajoso, corre alegre hacia los brazos de su madre, trae en su mano izquierda un enorme colmillo.

— ¿Qué es eso? —preguntó la mujer a su hijo.

— Me lo ha dado Xhorn, mamá —dijo el niño entusiasmado. Su madre rió pensando que eran fantasías de su pequeño.

De repente un ser completamente negro, una sombra, se acercó a ellos. Era Xhorn, se encontraba acompañado por unos pocos caballeros de la Santa Fe y Betelgeuse, el cual estaba como siempre todo tapado.

— ¿Habéis visto por aquí a unas chicas, mellizas, que cargan una esfera gris? —preguntó cordialmente la sombra.

— N-no mi‐mi señor —respondió anonadada la mujer, que no creía lo que veía.

— No dude en avisarnos si ve algo sospechoso, por favor. —pidió uno de los soldados.

— Mamá, ¿por qué Dios parece un monstruo? —dijo el niño inocentemente, a lo que su madre reaccionó tapándole la boca rápidamente. Xhorn se detuvo y chasqueó los dedos.

El colmillo que Xhorn le dio al niño se convirtió en una pequeña contrabestia del tamaño de un perro que asesinó brutalmente al pequeño y a su madre, arrasando luego Niadmar en pocos minutos mientras la sombra y sus acompañantes se alejaban.

Mientras tanto, muy muy lejos de allí Feis, Nora, Jasper y Thule buscaban a Enfir, el líder de los elfos desesperadamente para pedir que unieran sus fuerzas contra el que se hacía llamar a sí mismo Dios. Se encontraban caminando en dirección al desierto de Djaryad, uno de las Zonas Olvidadas de Grimlade, famosa por las misteriosas desapariciones de gente que se producen allí.

El grupo estaba decaído, desmotivado, llevaban ya mucho tiempo buscando, pero ni siquiera encontraron la más mínima pista del paradero del elfo.

— Esto no tiene sentido, —se quejó Nora— buscamos a alguien que lleva desaparecido varios miles de años, nadie ha tenido contacto con él en todo este tiempo y todo esto sin tener ninguna pista de su paradero. Decir que esto es como buscar una aguja en un pajar sería plantearlo como algo fácil. Llevamos un mes dando tumbos por Grimlade y aún no tenemos la mínima idea de dónde puede estar ese elfo, sé que lo hacemos por Nightshade... digo Xhorn... y por Grimlade, sí, pero llevamos ya un mes perdiendo el tiempo, necesitamos datos.

— No desesperes pequeña — la calmó Jasper— Por eso venimos a revisar Djaryad, quieres datos y esto es pura estadística: si nadie ha visto a Enfir en milenios es porque debe estar en algún lugar que sea poco frecuentado, ¿y qué mejor lugar que uno al que no vaya nadie? Siendo uno de los elegidos, debemos suponer que tiene suficiente poder como para sobrevivir en una Zona Olvidada.

— La cuestión es: ¿podremos sobrevivir nosotros? —dijo Thule encerrada en el orbe— Sería muy fácil si pudiese usar mi magia, pero en este estado... Ese desierto es peligroso, juega con las mentes. Conozco a muchos que han entrado, pero a nadie que haya salido.

— Gracias por los ánimos Thule —dijo Nora irónicamente.

Unas horas más tarde, después de haber caminado varios kilómetros, el camino se terminó y en el suelo a partir de ahí solo había una especie de arenilla dorada. Habían llegado a Djaryad.

Solo arena, arena, arena y dunas que se perdían en el horizonte. Podía sentirse un intenso calor proveniente del Sol que era reflejado a su vez por el suelo, distorsionando incluso la visión en la lejanía. Pero este desierto tenía algo insólito: estaba lleno de pompas de jabón que volaban pacíficamente sobre las dunas; el ardiente Sol reflejaba el arcoíris en ellas. La mayoría eran transparentes, excepto unas pocas que brillaban con luz propia, como llevando una centella en su interior. Feis se vio maravillada por la belleza de las burbujas y se acercó a ellas. Al poco Nora también se le unió; Jasper no se acercó.

Hijos del Amanecer [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora