12. Alaben al Rey

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27 de junio de 1164

Ciudad de Cristal, por la mañana temprano. Nora se levantó, se lavó la cara y salió de la tienda, siendo deslumbrada por el sol matinal. Miraba hacia todos lados buscando algo. Todos los demás comenzaron a salir de sus tiendas. Thule se le acercó y le susurró en el oído:

— ¿Qué tal se siente estar entre los brazos de Dios?

— ¿D-de qué hablas? —respondió la chica.

— Bueno, es que anoche escuché unos gritos que venían de la tienda de Xhorn y me acerqué a asegurarme de que no pasaba nada malo, los ánimos están tensos por todo lo ocurrido recientemente —Thule esbozó una enorme sonrisa pícara—. No parecías estar sufriendo mucho, buen trabajo —le guiña un ojo, a lo que Nora reaccionó sonrojándose y tensando el cuerpo.

— Bueno, yo soy una bestia —dijo Sarkos acercándose a ellas—, nuestros oídos podrían escuchar a una liebre suspirar a un kilómetro de distancia —insinuó la bestia, sonrojando aún más a Nora.

— Necesitarás esto para recuperar fuerzas —dijo Enfir mientras se acercaba y le entregaba un bol con gachas a Nora, que no sabía dónde meterse. Todos excepto la chica, avergonzada, comenzaron a reír a carcajadas.

— Siento ser aguafiestas —irrumpió Greia—, pero ha pasado algo muy malo. Mis espías me han comunicado que han visto a Magnus volver a Edenfield con su asistente Betelgeuse. Cargaban El Artefacto, aquella arma que usaron para convertir a Xhorn en la sombra, parece ser que la han reparado. Me han dicho también que ocurría algo extraño: a pesar de estar la ciudad infestada de contrabestias, estas dejaron pasar e incluso escoltaron a Magnus hasta el interior de la iglesia.

— Imposible... —dijo Thule— Esos monstruos no atiende a líderes ni a razones.

— No sé qué será, pero algo muy malo está a punto de pasar en Edenfield —dijo Xhorn apareciendo de la nada entre ellos— Puedo sentir como las contrabestias son controladas por un poder muy grande, rivaliza incluso con el mío —de repente se forjó desesperación en el rostro de todos.

— Entonces debemos ir allí inmediatamente —dijo Enfir— ¿Nos acompañarás, Xhorn?

— No. Lo siento. Prometí no volver a usar mis poderes, sin ellos no seré de ayuda.

— ¿Pero cómo puedes decir eso en esta situación? —dijo Greia enfurecida— Tú mismo lo has dicho: hay un poder allí que rivaliza con el tuyo, ¿que podríamos hacer nosotros contra eso? No podemos dejar que sean segadas más vidas entre nosotros.

— Lo siento de veras...

— Al fin y al cabo, veo que sigues siendo el mismo de siempre —dijo la reina hada—. Quizás incluso haya sido un error dejar de llamarte monstruo. Feis asintió.

— ¡Basta! —exclamó Nora molesta.

— No podemos seguir discutiendo, debemos irnos —aconsejó Enfir—. Xhorn, los demás aceptamos tu decisión, aun así queremos que sepas que tu ayuda será bienvenida si decides dárnosla.

Todos se alistaron rápidamente y se marcharon, Nora acarició la mejilla de Xhorn cariñosamente y se marchó también. Todos se fueron excepto Jasper. Greia los transportó nuevamente hasta las afueras de Edenfield, que seguía desolada, en llamas por lo sucedido. Ante ellos aparecieron los espías de Greia: unos pequeños duendecillos que podían volverse invisibles.

— Mi señora —dijo uno de los duendes—, las contrabestias están apostadas en la entrada de la iglesia, son miles de ellas. Están quietas, vigilantes. Es aterrador ver a esos monstruos tan organizados.

Hijos del Amanecer [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora