Capítulo 5: El GPS (Carlota)

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Hace una semana exacta que nuestro, ya excomisario, dimitió y le dejo el puesto nuestra queridísima Alicia.

Tras el pronunciamiento de la nueva comisaria y un aplauso general, Pedro Ródenas presentó al subinspector Díaz, Diego Díaz Espinosa, que ocuparía el lugar de Alicia y por lo tanto se convertiría en mi nuevo compañero, y, por último, el comisario Ródenas se despidió definitivamente de nosotros, lo que dio lugar al último estruendo de aplausos dedicados a Pedro que inundaría la sala de la comisaria Ramón y Cajal. Besos, abrazos, ojos vidriosos y risas fueron los protagonistas de aquella velada que nos conmovió a todos, porque como ya os dije, somos una familia.

Pero la vida seguía, porque el tiempo no espera, o si no que me lo digan a mí.

-Vamos, Diaz. -le digo al nuevo subinspector tras coger mi chaqueta y las llaves del coche- La comisaria nos ha enviado a patrullar la zona del centro donde ayer se originó el enfrentamiento.

-Ya voy inspectora- dice levantándose de su silla y apagando el ordenador.

Salimos por la puerta principal, despidiéndonos antes de Anita, la secretaria, y nos dirigimos al coche patrulla. Mi compañero toma la iniciativa y se dirige a la puerta del piloto, no se lo reprocho, porque la verdad es que no me apetece nada conducir. Nos subimos al monovolumen, le paso las llaves, arranca en coche y ponemos rumbo a la calle Correos, en el centro, donde anoche se formó un botellón seguido de un enfrentamiento entre adolescentes borrachos, de los cuales acabaron cuatro en emergencias, uno por tres navajazos en el costado, otro por un corte en el muslo y el resto por un coma etílico. Menuda manera de salir de fiesta...

Diego me saca de mis pensamientos al parar en un semáforo.

-Ya he terminado el papeleo que me pidió ayer, inspectora.

-Genial, Diego. Pero recuerda que te he dicho millones de veces que a no ser que se encuentre el jefe de la policía nacional delante nuestra, puedes llamarme por mi nombre, ni inspectora ni Soler.

-Claro, Sol... Carlota, quiero decir. - se corrige mientras se ruboriza un poco.

Le miro de reojo y sonrió. Es un joven alto, moreno y con apariencia atlética. Lo que más destaca es su cabello corto alborotado de pequeños rizos bien definidos color castaño dorado y sus profundos e hipnotizantes ojos azul eléctrico, siempre muestra una actitud decidida y segura con respecto a lo que quiere, cosa que admiro. Hemos congeniado bastante bien, desde el minuto uno ha mostrado una faceta emprendedora y servicial, todos los asuntos que hemos tenido entre manos los hemos resuelto rápido con su iniciativa y mi ingenio; por lo que se podría decir que pese a que lleve muy poco tiempo ya se está convirtiendo en un miembro imprescindible de la familia Ramón y Cajal.

-En la rotonda tome la segunda salida hacía Avenida Juan XXIII- rompe el silencio el navegador del coche.

- ¿Por qué has puesto el navegador si sabemos llegar? Anoche mismo estuvimos allí. - me pregunta Diego girando la cabeza hacia mí.

-Es una pequeña manía que tengo, no sé. Cuando empecé a trabajar en comisaria y era subinspectora, no me sabía muy bien el nombre de todas las calles, por lo que empecé a usar el navegador, y pese a que ahora ya me las sé, lo sigo poniendo porque pienso que me da suerte, a ver... es una sandez, pero me da la sensación de que si no lo pongo algo podría ir mal o yo qué sé... pero si te molesta lo puedo quitar...- le contesto recordando mis primeros días como oficial.

-No, tranquila me gusta- responde dedicándome una tímida sonrisa.

Le respondo con una sonrisa cómplice mientras pienso cómo rellenar el silencio instalado en el vehículo, cosa no necesaria, porque mi gran amigo el GPS, se me adelanta.

Lunes 13Where stories live. Discover now