Había sido una madrugada de lo más movidita, esa noche me tocaba estar de guardia, con lo que fui el primer en recibir la llamada sobre el macro botellón que desencadenó un enfrentamiento entre jóvenes ebrios. Organicé una patrulla y en menos de veinte minutos habíamos llegado y al cabo de tres horas la avenida ya estaba despejada, teníamos decenas de detenidos y cuatro heridos en el hospital.
A las cinco y media de la mañana, cuando llegó el subinspector Torres para relevarme, me fui directo a mi casa donde dormí hasta las ocho de la mañana, me puse unos vaqueros, una sudadera, unas zapatillas y salí de mi casa. En el ascensor me miré en espejo, tenía unas profundas ojeras que dejaban entrever que no había dormido mucho. Conté hasta tres, sonreí, me puse las gafas de sol y me encaminé hacía el bar de la esquina donde siempre me tomaba un café antes de ir a comisaría. Saludé a Paco, el propietario, que con solo mirarme supo que necesitaba uno doble acompañado de un gran donut de chocolate, me di bastante prisa para llegar a coger el bus que me dejaba justo en la puerta de la comisaría Ramon y Cajal a las nueve en punto, en el trayecto en bus, que no eran más de quince minutos, vinculé mis auriculares inalámbricos con mi teléfono y puse mi playlist de Spotify para las mañanas largas, empezó sonando Fran Perea con un himno de mi infancia como era "La vida al revés", lo siguió "Pan y mantequilla" y "Cuando me siento bien", de Efecto pasillo, las canciones favoritas de mi hermana; y por último sonó una de mis canciones preferidas de Pereza: "Princesas", me recordaba a mi loca adolescencia junto a mis amigos del instituto.
Por fin llegué a comisaría, saludé a Anita, la secretaria, y me dirigí hacía mi mesa, me senté y me dispuse a encender el ordenador justo cuando Carlota se acercó y me anunció nuestra tarea.
Apagué el ordenador y con determinación empecé a seguirla hacía el coche, al llegar junto a él, vi que vacilaba a la hora de a qué lado situarse, si piloto o copiloto, presenciar esa pequeña disputa interna generó que una oleada de ternura invadiera mi cuerpo, con lo que sin pensármelo dos veces, me adelanté a ella y me ubiqué ante el volante. La observé dirigirse hacia el copiloto y subirse al coche.
Tenía una expresión seria pero divertida a la vez, sus grandes ojos verdes eran fieles al dicho de que una mirada vale más que mil palabras. El sol nos daba de cara y gracias a ese detalle pude observar pequeñas motas doradas en sus iris que quedaban perdidas en la intensidad del verde, que adornaba su cara, enmarcado en dos grandes círculos de negros.
Puse la mirada al frente y decidí romper el silencio con lo primero que me vino a la cabeza:
-Ya he terminado el papeleo que me pidió ayer, inspectora.
-Genial, Diego. Pero recuerda que te he dicho millones de veces que a no ser que se encuentre el jefe de la policía nacional delante nuestra, puedes llamarme por mi nombre, ni inspectora ni Soler.
-Claro, Sol... Carlota, quiero decir.
Es verdad, siempre me lo dice pero no me acostumbro a ello, el hecho de que sea mi suprior me induce a hablarle de usted en vez de de tú.
Me encuentro perdido en mis pensamientos cuando...
-En la rotonda tome la segunda salida hacía Avenida Juan XXIII- rompe el silencio el navegador del coche.
- ¿Por qué has puesto el navegador si sabemos llegar? Anoche mismo estuvimos allí. - pregunto
-Es una pequeña manía que tengo, no sé. Cuando empecé a trabajar en comisaria y era subinspectora, no me sabía muy bien el nombre de todas las calles, por lo que empecé a usar el navegador, y pese a que ahora ya me las sé, lo sigo poniendo porque pienso que me da suerte, a ver... es una sandez, pero me da la sensación de que si no lo pongo algo podría ir mal o yo qué sé... pero si te molesta lo puedo quitar...- respondo mientras se mira las manos y juguetea con su anillo
YOU ARE READING
Lunes 13
Mystery / ThrillerUn pasado inolvidable, un presente intenso, un futuro incierto y una promesa que cumplir