Capítulo III. Armas de Dios para enfrentar el mal

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Los rayos del sol se colaban por una abertura entre las cortinas, Cael comenzaba a despertar, apretaba los ojos y parpadeaba para desperezarse, pues estirarse no era una opción, algo estaba sobre su pecho y brazo, entonces, de golpe, un montón de recuerdos de la noche anterior lo azotaron. Contemplaba rojo de vergüenza el techo, sus pensamientos no paraban.

—¡¿Cómo se me ocurre cometer tal pecado?!, se supone que moriría sin caer en la tentación, se lo prometí —se reclamaba, culpable.

Por fin se dignó a voltear a ver su acompañante, debía enfrentarse a ella y posteriormente a la iglesia, posó su mirada en la durmiente, percatandose de algunas "irregularidades", la estupefacción en su rostro se hizo presente, dejando de lado lo hermosa que era, unas alas sobresalían de su espalda y una cola se enredaba delicadamente en su pierna izquierda, volvió a mirar el techo y sonrió.

—Ah~ —suspiró contento—, aún tengo salvación, todo lo que viví ayer solo es parte de este mal sueño.

Cerró sus ojos y se acurrucó creyendo que así regresaría a la realidad e inesperadamente estaba recibiendo un beso francés, completamente estupefacto, su acompañante le daba caricias mustias y besos realmente avanzados para alguien como él, como esperando algo de su persona.

—Ayer fuiste muy apasionado, me gustaría tener el desayuno.... Si sabes a lo que me refiero —externó, observando su cuerpo lascivamente.

Cael se hizo bolita, cerrando fuertemente los parpados y musitando repetidamente como un mantra las palabras: "debe ser un sueño", algo que desconcertó seriamente a aquella súcubo, pues nunca había visto tal poder de negación.

—...debe ser un sueño, debe ser un sueño, debe ser un sueño, debe ser un sueño, debe ser un sueño, debe ser un sueño, debe ser un sueño, debe ser un sueño...

—Al menos podrías pensar otras opciones como que estás esquizofrénico o drogado.

—¡Jamás! No hay forma de que sea así... ¡No!, ¿qué estoy haciendo?, estoy hablando con un personaje ficticio de un sueño pecador.

—¡Oye! A quien llamas ficticio, soy tan real como tu erección matutina — dijo sonriente, sin quitar la vista descaradamente de su entrepierna.

A Cael se le subieron los colores, saltó de la cama y sacó agua bendita de un cajón, acercándose a ella, amenazante.

—No importa si eres una alucinación, un sueño o psicotrópicos, eres un demonio y mi deber es expulsarte, si no te largas te arrojaré esto.

Athalia le miraba seria, sus fieros y magníficos ojos no se apartaban del frasco, entonces, inesperadamente se lo arrebató, tomándosela hasta el fondo, perturbando al sacerdote.

—Ahhh~, eres muy amable, como sabías que tenía sed, me deshidrate un poco ayer — en realidad como demonio no debería tener necesidades humanas, pero su hechizo lo requería.

—Es imposible... ¡¡Eso era agua bendita!!

—¿Ah sí?

El poco interés de la criatura demoniaca le hizo sacar un crucifijo y antes de que hiciera algo más ella alzó la mano y le prendió fuego, haciendo que Cael lo soltara antes de quemarse.

—¡No puedo creer lo irrespetuosa que eres, ¿cómo te atreves?!

—Algo me dice que no te agrado, pero como no puedo ver a través de tus ojos no estoy segura, de todos modos, quiero mi ronda matutina.

Sin darle tiempo a nada más lo besó, usando sus poderes ahora que ya estaba en mejores condiciones, su saliva podía producir a voluntad un poderoso afrodisiaco capaz de excitar a cualquiera, sonreía internamente, dispuesta a obtener su mañanero, no obstante, repentinamente Cael la empujó, ¿qué estaba pasando?, en vez de verse excitado se veía molesto.

—¿No quieres hacerlo conmigo?

—¡Por supuesto que no!, ¡eres mi enemigo natural, maldito demonio!

A pesar de ser una súcubo, le puso ojos de cachorrito, a lo que el padre se volteó sonrojado.

—«No caeré en sus garras, maldita tramposa, casi me pareció tierna».

Desgraciadamente para Athalia, ni así logró convencerlo, probablemente era más beneficioso retirarse, borrarle la memoria e intentarlo de nuevo, lo miró a los ojos para poder hipnotizarlo, más no vio ningún cambio en su actitud, todos los humanos se ponían mansitos con solo mirarle.

—¿Eh?, ¿por qué no funciona?

El otro no sabía de qué estaba hablando, y regresando a sus cabales, prosiguió.

—Si los crucifijos y el agua bendita no funcionan, no me culpes por usar esto.

En eso sacó la biblia y un rosario, recitó un versículo para exorcizarla y Athalia pareció reaccionar mal.

Se prendió en fuego negro y grotescamente se deshacía en cenizas, la diablilla gritaba dramáticamente sobreactuada como para estar sufriendo, pero eso no le importaba, estaba desapareciendo, probablemente enviándola de nuevo al infierno del cual salió, y ese era el resultado deseado del sacerdote.

Al finalizar sus rezos, suspiró aliviado, cayendo de rodillas al piso pues las piernas ya no le sostenían debido al susto, le hubiera encantado jactarse de su hazaña, pero ahora ya no quedaba evidencia de haberse enfrentado a un demonio, y si lo pregonaba por ahí seguramente lo tomarían de a loco y terminaría recluido en un hospital psiquiátrico. Lo mejor sería no contarlo a nadie, aún si había pecado, era culpa del diablo, quien lo tentó en forma de una hermosa mujer, lo mejor sería prepararse para la misa de las nueve.


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Estaba cansado, una extraña mariposa rosada lo había estado siguiendo todo el día, afortunadamente en la ultima hora desapareció, y las misas de la tarde serían precedidas por el padre Piero, iba junto a otro sacerdote a buscar a la madre superior...

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Estaba cansado, una extraña mariposa rosada lo había estado siguiendo todo el día, afortunadamente en la ultima hora desapareció, y las misas de la tarde serían precedidas por el padre Piero, iba junto a otro sacerdote a buscar a la madre superiora, se les informo que tendrían nuevos reclutas, cuando fueron interceptados por la susodicha.

—Ah, padre Cael, padre Santino, tardaban tanto que comencé a darles un recorrido a nuestros nuevos miembros — dijo la venerable y anciana mujer.

—Mil disculpas por hacerle esperar.

—Descuide padre Cael—entonces se dirigió al otro—. Padre Santino, se encargará de supervisar a nuestro nuevo sacerdote, él es el padre Francesco.

—Ay —expresaba algo desilusionado, asomándose curioso a las espaldas de la mujer—, mejor preferiría trabajar con la linda monjita detrás de usted.

La madre superiora entrecerró los ojos, mirándole con asco y decepción. Al verse juzgado el hombre se retractó, aquella monja era aterradora cuando se lo proponía.

—¡Era broma, era broma! —se excusaba, guiando al nuevo miembro—, vamos padre Francesco, podemos comenzar yendo a la misa del padre Piero, para que tenga un ejemplo de cómo hacemos las cosas aquí.

Una vez que desaparecieron la madre superiora le presentó a su nueva compañera.

—Ella es la hermana Lía.

En cuanto se hizo a un lado, Cael nada más peló los ojos, esa tez blanca lechosa, esa nariz respingada, esos labios rosados y carnosos, esos iris dorados, aquella era...

Seducción, satisfacción y la negación de todo eso porque no es de Dios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora