Capítulo IV. Infiltración

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El padre mostró disconformidad en sus bicolores.

—¿Qué estás haciendo aquí? — le reclamó, frunciendo el ceño aún más.

La hermana Lía dio un sobresalto y se ocultó detrás de la madre superiora, asustada.

—¿Por qué me habla así padre?, lo acabo de conocer, ¿hice algo para ofenderlo?

Se veía tan desconcertada e inocente, casi al punto de llorar por la reprimenda, ganándose una mirada acusatoria por parte de la madre superiora.

—Padre Cael, ¿qué es esa manera de hablarle a una colega?, debería darle vergüenza.

—Pero es que ella...

Él no podía entenderlo, las facciones eran iguales a ese demonio, aunque el color de cabello era diferente, pasando de rosa pálido a un castaño claro, y mirando mejor sus ojos, por la luz parecían dorados, pero en realidad eran miel, tal vez sí estaba equivocado, era imposible que un demonio anduviera a sus anchas en territorio santo.

—L-lo lamento mucho, la confundí con alguien más— se disculpó apenado, la joven salió detrás de la madre superiora un poco más compuesta.

—No se preocupe— tranquilizó, pura y cándida—, se ve que hubo alguna clase de malentendido, ya que no lo conozco, aun así, me alegra poder servir a la comunidad de Santa Sofía, de hoy en adelante estoy a su cuidado.

—Sí, por supuesto— sonrió incómodo.

Al parecer su encuentro con aquella maligna entidad lo tenía bastante inquieto.

—Por aquí hermana Lía, le mostraré los alrededores.

Cael se dio la vuelta y emprendió la marcha.

—De acuerdo. Muchas gracias por sus atenciones, madre superiora —le hizo una leve reverencia e inmediatamente siguió a su superior.


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Ya estaba atardeciendo, los colores naranjos y rojizos pintaban el cielo, lo último que le mostró Cael en el recorrido, fue el patio en la parte trasera de la iglesia.

—Aquí, los niños se reúnen temprano para realizar actividades al aire libre, por lo que, a esta hora, no hay nadie. Como te expliqué anteriormente, te encargaras del orfanato conmigo, con la madre superiora y otros colegas, además de encargarnos de las misas dominicales, es un trabajo duro pero satisfactorio.

—Sí, me divertiré de lo lindo —soltó una risita tan cínica que fastidió tanto al otro, llevándolo a fruncir el ceño y a repelar.

—No estás aquí para divertirte, estás aquí para servir a Dios y a la vida, debes tomarte esto seriamente.

Athalia no pudo aguantarse más la risa, al punto taparse la boca con una mano y poner la otra en su estómago, inclinándose, tratando de reprimir sus carcajadas hasta explotar en una risa maniaca.

—¿Qué rayos te pasa? —inquirió desconcertado.

Su desconcierto pasó a temor cuando la monja paró de reír, volteando a mirarlo en modo depredador, mostrando como sus dorados y fieros ojos brillaban en un rojo escenario siniestro que evocaba la luz del sol extinguiéndose lentamente en el fondo tras los árboles, aquella en verdad era ese demonio.

— Lo siento padre Cael, pero ya no puedo aguantar más la risa.

—¿C-cómo pudo pasar esto?


Seducción, satisfacción y la negación de todo eso porque no es de Dios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora