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La libélula en la espalda de Wooyoung era un completo asco. Sin duda alguna, era el único tatuaje que no lo enorgullecía.

Era la desgracia pura. También era el tatuaje que más odiaba.

Aún así, el pintor dijo que le encantaba.

Emprendieron su camino al departamento de Wooyoung en completo silencio, el tatuador no pudiendo apartar la mirada de la muñeca herida del joven ni un segundo.

Se preguntó cómo había soportado el dolor, y si se habría detenido a pensar en lo que hacía. Se preguntó si el sentimiento de la navaja atravesando su piel lo había liberado, o si lo había sumido en un mundo oscuro donde el dolor se hizo cada vez peor.

Y, mucho más importante aún, se preguntó porqué lo había hecho.

—Wooyoung...—Necesitaba saberlo, incluso aunque aquel no fuera el momento indicado.

—Sé lo que quieres preguntar, San. Yo haría lo mismo si estuviese en tu lugar.—Sus ojos miraban fijamente el camino, o eso era lo que parecía.

Se preguntó si Wooyoung realmente estaba viendo el camino, o si solo pensaba en mundos sin sentido como Howe había hecho. Se preguntó si estaba conduciendo con cuidado, o si solo los mantenía vivos por inercia.

—Jamás me había sentido tan sucio, San.—Relató, y, aunque su cuerpo estaba allí, las lágrimas que comenzaban a resbalar por sus mejillas revelaban que sus recuerdos lo habían llevado a esa noche.—... Su pago no incluyó, ya sabes, penetrarla, pero hubo algo que se sintió mucho peor que eso. Fue la forma en la que me miró, en la que me tocó, en la que al terminar me lanzó contra los cristales como si no fuera nada más que un objeto. Me sentí asqueado de mis pagos, de mi antigua forma de trabajar, y me pregunté cuántas otras me habían mirado igual. Y la odié, San, la odié mucho esa noche.

Él lo escuchaba atentamente, no queriendo perderse de ningún detalle. Sabía que aquello era importante. Si el pintor se había marcado la piel por ese motivo debía serlo.

—La odié porque me hizo darme cuenta del desastre de persona que había sido.

—Wooyoung...—Quería decirle que se callara, que él no era un desastre, que sólo debía odiarla por la humillación que le había hecho sentir.

Él no se lo permitió.

—Me amo, Sannie. Realmente me amo. Desde que descubrí que me tenía no he dejado de hacerlo, pero incluso las personas que más queremos tienen sus errores. Yo solo aprendí a reconocerlo.

Suspiró. Quería interrumpirlo, pero sabía que no debía hacerlo.

—Me herí porque sentía a Sua en mi sangre, por todo mi cuerpo. También sentí a mis anteriores clientas, sus miradas sobre mi figura, sus dedos marcando mi piel... Tenía que sacarlos de alguna forma.

No pudo contenerse más. Realmente no pudo.

—Esa no era la solución, Wooyoung.

—Para ti no lo era. Para mi significó drenar el odio que sentía.—Aclaró, y hablaba tan pacíficamente sobre sus heridas que casi daban ganas de golpearlo para hacerlo reaccionar.—... Además, quería que fuera algo superficial. Se me pasó un poco la mano, lo sé, y lo lamento, pero fue la única forma que encontré para sentirme bien en ese momento.

Aunque no podía entenderlo, no lo juzgó. No podía hacerlo.

—¿Puedes prometerme que no volverá a suceder?

—Puedo prometer que intentaré que no vuelva a suceder.

—¡No es suficiente, Wooyoung!

No lo entendía, pero aún así se sentía frustrado ante la situación. No quería que Wooyoung se hiriera por otras personas. No quería que Wooyoung se hiciera daño.

El Tatuador de Libélulas || WooSan (Adaptacion)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora