SEIS

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Acababa de salir de la escuela primaria, había tenido un día excelente y estaba aún más emocionada por mi clase de natación. Inicié en la natación porque mi madre siempre me había dicho que debía ser delgada, ejercitar mi cuerpo para siempre estar en forma o algo así, lo que había comenzado como un deporte a la fuerza, terminó siendo una de mis pasiones. Mi abuela siempre esperaba a que el transporte escolar me dejara en la esquina de la calle para llevarme al lugar de mis clases, al llegar al lugar vi que había niños que yo desconocía y tres señores sentados en una mesa, al parecer habían organizado una competencia y me habían anotado a tres estilos de nado más una competencia de clavados.

Los nervios me comían por dentro, era la primera competencia en la que estaría, pero tampoco sabía que sería la última. La primera vuelta fue brazada y quedé en segundo lugar. En la segunda vuelta quedé en tercer lugar, debo admitir que eso me desalentó un poco ya que en el estilo de crol era muy buena, o eso pensaba. Para la última vuelta tenía que nadar en estilo mariposa; tercer lugar, me sentía tan decepcionada de mi por obtener esos lugares, pero aún me quedaba la competencia de clavados, simplemente tenía que entrar al agua sin salpicar mucho y nadar lo más lejos que pudiese; gané el segundo lugar. Para ser mi primera competencia, realmente esperaba tener el primer lugar en alguna de las vueltas, pero mi abuela me dijo que con el tiempo lo lograría, solo debía ser paciente.

Al llegar a casa de mis abuelos ya me estaba esperando una comida deliciosa, pasta con crema, ensalada y pastel de elote. Me dispuse a comer para poder hacer la tarea que tenía de la escuela, pero antes de poder dar un bocado a mi comida, entró una llamada de mi papá al celular de mi abuelo, mi papá pidió hablar conmigo así que mi abuelo me dio su celular para contestar.

- Hola pa, ¿ya supiste de la competencia en la que estuve?, no gané ningún primer lugar, pero estoy segura que para la siguiente si gano. -le dije con tanta euforia que empecé a gritar sin darme cuenta.

- Es lo que me dijeron, pero ahorita debes de ponerte a estudiar para tu examen -me dejó confundida, puesto que mis exámenes acababan de terminar, pero antes de que pudiera decirle algo, mi papá continuó- harás un examen de ingreso a una nueva escuela.

- Pero papá, ya pagaste mi reinscripción del siguiente curso, y yo no quiero cambiarme de escuela -me levanté de la mesa, crucé la sala hasta quedar frente a la ventana para poder seguir con la conversación.

- Pediré un reembolso; es una escuela muy buena, ahí estudiaron mis primas y tendrás nuevas amigas, podrás seguir viendo a tus amigos que tienes ahora, pero ya no será todos los días. Pero probablemente ya no puedas ir a tus clases de natación.

- ¿QUÉ?, NO, yo no pienso ir a otra escuela y menos dejar la natación -mis lágrimas comenzaron a brotar y mojar mis mejillas hasta caer en mi blusa.

- No es sugerencia, harás el examen y punto... -corté la llamada.

Regresé a la mesa para devolverle el celular a mi abuelo y me fui a encerrar al cuarto de mi abuela, había perdido el apetito. Era tan injusto que quisieran cambiarme de escuela sin habérmelo preguntado, esperando que respondiera de buena manera o siquiera lo aceptara. No quise salir a comer, fui por mi mochila de la escuela e hice mi tarea, puse algo de música tratando de olvidar el dichoso examen de admisión, pero sentía que no podía concentrarme. Dejé de lado mis cuadernos y subí el volumen de la música, empecé a bailar y cantar a todo pulmón dejando que las notas y la letra de la canción se apropiara de mi mente. Ahí entendí el poder que tenía la música en mí.

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El día del examen había llegado, falté ese día a la escuela, llevaba un pants color rosa con una blusa blanca, solo llevaba una lapicera y una cara con la que mandaba al carajo a todo el que se me cruzara en mi camino. Al llegar al lugar me di cuenta que no era la primera vez que veía esa escuela, era grande, más o menos del tamaño de una cuadra completa, tenía jardineras y estaba rodeado por rejas puntiagudas. Mi papá parecía ser el único emocionado por que cruzara las rejas de ese gran edificio amarillo directo a, como yo lo veía, una cárcel. Mamá estaba embarazada en ese momento por lo que las hormonas hicieron que unas lágrimas de alegría salieran a la luz.

- No­­­ lo olvides, haz tu mayor esfuerzo, esta escuela te podría abrir muchas puertas para ti -yo como lo sabría, realmente no me interesaba.

Cuando abrieron las rejas entré directo a unas escaleras grises de piedra que daban paso a una recepción con sillas acomodadas de dos en dos, tres mesas grandes ubicadas a los extremos y al centro, había ventanales con figuras religiosas en cada una. Genial, me quieren tener de monja. No fue hasta que estuve en el interior de la escuela para percatarme de que era una escuela de niñas, que combinación tan más horrible que la de una escuela católica y de puras niñas, definitivamente no quería entrar a este lugar.

Para las que íbamos al examen nos llevaron a un salón de clases donde las mesas estaban cubiertas por una especie de mantel azul a cuadros, las paredes estaban llenas de recortes del abecedario, figuras geométricas y números con algún dibujo. Me senté en la primera silla que vi lejos del escritorio, nos entregaron los exámenes en los que solo preguntaban cosas de inglés, matemáticas y español. Al empezar con las preguntas pensé en responder la mitad del examen bien y la otra mitad mal, tal vez así sabotearía mi entrada, ojalá hubiera funcionado. Dos semanas después llamaron a mis padres para que me llevaran a hacer un segundo examen, no me lo dijeron en el momento, pero se habían dado cuenta de que había respondido mal el primer examen para no entrar a la escuela, y para mi desgracia me aceptaron como nueva estudiante para mi tercer año de primaria. Me sentía decepcionada de mi por no haber logrado mi objetivo, pero mi papá se sentía tan orgulloso que fingí felicidad para evitar una discusión donde sabía que yo saldría perdiendo.

Las últimas semanas antes de que acabara el año escolar traté de vivir la vida que tenía como usualmente lo haría, incluso ir en el transporte escolar me hacía feliz, y a la vez me despedía discretamente de todo lo que conocía. Ciertamente no me mudaba de casa y mucho menos de país, pero para una niña de casi ocho años que llevaba una vida relativamente perfecta, un cabio de escuela lo jodía completamente y volverse a adaptar a algo que no era de mi agrado era lo último por lo que quería pasar.

Cuando fui a una de mis clases de natación, me sentía enojada, odiaba casi todo lo que estaba pasando a mi alrededor y más a las personas que se veían felices y sonrientes, pero con todo eso yo mantenía una sonrisa en labios para ocultar todos mis sentimientos y descargarlos en el agua, en cada brazada, en cada salpicadura, cada que contenía la respiración para zambullirme en lo más profundo de la piscina y salir a la superficie.

- En serio no se que haré cuando ya no pueda venir aquí -le dije a mi entrenador cuando estaba a punto de lanzarme en un clavado- este es mi lugar, es mi vida.

- Deja de pensar en el futuro y vive tu presente, mientras más pienses en el momento en que dejes de venir, dejarás que la negatividad te ciegue y no puedas ver lo maravillosa que es la vida.

- ¿Y si ahora no siento que sea tan maravillosa?

- Entonces inventa una que si lo sea Yaneth, una vida donde tu llevas el control de lo que sucede, pero sin olvidar la realidad por la que estas pasando. Haz que lo imposible sea posible, pero recuerda que el dolor también nos hace más fuertes, y tú, justo ahora, eres más fuerte de lo que crees.

- ¿Por qué dice eso? -me puse en posición para saltar al agua.

- Porque estas soportando cada batalla sin ser derrotada, porque aprobaste ese examen queriendo lo contrario, porque aceptas tus debilidades convirtiéndolas en lo mejor de ti -salté al agua.

Tal vez, Algún díaWhere stories live. Discover now