- xvii. mía

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[xvii

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[xvii. mía]

i'm yours - jason mraz

—Nali... —Lo único que dijo, envió un escalofrío por toda mi espalda. Me paré de inmediato, enfrentandome a él.

—Deja ese estúpido apodo. —Lo reprendí con desdén. Su rostro pareció destellar con dolor.

—Puedo explicartelo. —Levantó su mano derecha en mi dirección. Resoplé comenzando a enojarme aún más.

—¡Ya basta! Por Merlin. —Exclamé golpeando el costado de mis muslos con mis manos.— Estas con Marlene, yo con Frank, olvídame de una puta vez.

Dos grandes zancadas y él estaba frente a mi, a pesar de seguir conservando la distancia. Me miró a los ojos un largo rato, parecía intentar descubrir algo en ellos. Cuando hizo la pregunta, capté el qué.

—¿Tú lo hiciste? —Su voz parecía un jadeo pobre.

—¿El qué? —Pregunté poniendo los ojos en blanco.

—Olvidarme. —E hizo lo que esperé, se acercó tanto que nuestras respiraciones se entremezclaron igual de agitadas.

El solo pensar en lo cerca que estaba su cuerpo del mío, mis pechos rozando el suyo, su rostro tan cerca que si me movía un milímetro nuestros labios se chocarían y el agitar de su respiración, me volvía loca. Me alteraba cada parte de mi cuerpo.

Sirius sabía la reacción que generaba en mi. Sabía que los vellos de mis brazos se crispaban, que los latidos de mi corazón aumentaban un mil por ciento y que mi estómago se daba vuelta.

—Si. —Susurre tan bajo que dudé haber pronunciado esas palabras. Él negó con la cabeza.

—No te creo. —Su contestación me alteró.— Veo como se tensan tus músculos cuando me tienes cerca incluso sé que, si en este instante, apoyara mi mano sobre tu pecho, sentiría el latir desbocado de tu corazón.

—Eso no es cierto. —Contraataqué con la poca seguridad que me quedaba. Me tomó por la parte trasera de mi cuello y estampó sus labios sobre los míos.

Si te digo que me aleje, te miento. No lo hice. Me dejé llevar por sus labios suaves y el sabor a menta y cigarro que estos tenían, por el calor de su cuerpo que estaba todavía más cerca, su mano izquierda en mi cintura, la derecha tras mi cuello.

Podría mentirte. Inventarte que el sentimiento de nuestra cercanía nubló mi mente, que no me permitió reaccionar pero también son falacias.

Lo tomé por la solapa de la túnica y lo pegué más a mi, si eso fuera posible. Me dejé llevar por la suavidad de sus labios, lo bien que encajaban con los míos y lo mucho que extrañaba eso.

—¿Qué decías? —Jadeó cuando apoyó su frente con la mía. Cerré los ojos un momento y caí en la cuenta de lo que estabamos haciendo, empujandolo por el pecho.

—¿Qué te crees que haces? —Pregunté enfadada. En su rostros se alojó la duda.— ¡Tienes novia! Y yo también.

—Eso no pareció importarte recién. —Se encogió de hombros mientras adoptaba ese maldito tono arrogante.

—Vete al carajo, Sirius. —Escupí su nombre.— No puedes venir y besarme como si yo fuera tuya.

Se adelantó un paso. —¿Acaso no lo eres? —En su voz se podía palpar el peligro que irradiaba. No iba a salir nada bueno de eso. Mucho menos de lo qye me hizo sentir su confesión.

—Por supuesto que no. —Contesté al instante.

—Quieres decir que si me acerco y vuelvo a besarte, ¿No te dejaras llevar? —Otro paso más.— ¿Sientes con él lo mismo que conmigo?

Decidida a no dejarme intimidar por alguien como Sirius Black, yo también avancé hacia él. Nuestros cuerpos volvían a tocarse, las respiraciones de nuevo agitadas y mi intenso deseo por volver a besarlo.

—¿Y tu? ¿Ella te hace sentir como yo? —Susurré al ras de sus labios; levanté mi mano izquierda, dirigiendola su rostro. Acaricié su barbilla, mejilla y nariz, para terminar en sus labios, donde me entretuve más de lo requerido. Él no estaba respirando.— ¿Puede cortarte la respiración como yo?

—No. Ella no te llega ni a los talones y nunca lo hará. —Bueno, definitivamente no esperaba esa respuesta.

La puerta abriendose, interrumpió nuestro intento de conversación. Rápido, me alejé de él, volviendo a sentarme en el sofá. Agradecí mi velocidad al ver a Frank entrando.

—Nathi, aquí estás. —Me saludó con una sonrisa brillante en su rostro. Se acercó a mi y me besó un largo momento.— ¿Vamos a recorrer un rato?

—Si, vamos. —Dije sin despegar mi mirada de la de Sirius.

—¿Pasa algo? —Preguntó observandonos.

—Para nada. —Contesté al instante. Lo miró a él.

—Nada sucede, Longbottom. Deja las inseguridades, no son nada atractivas. —Lo asesinaría en cualquier momento.

Le susurré un 'vamos' en el oído a Frank, rogando porque no se le ocurriera responder al ojigris. Cosa que no hizo y yo agradecí en mi interior. Nos marchamos de allí, dejando al imbécil de Sirius parado en el medio de la Sala Común.

La ira brotaba por mis poros. Estaba tan enfadada que siquiera podía pensar bien. Sabía que tras ese sentimiento buscaba ocultar la sorpresa que me había llevado con su respuesta.

Esperaba que me dijera que en realidad Marlene era mejor que yo, que sentía más por ella que por mi eso, quizás, me hubiese alejado de él. Pero ahora, saber que yo era la única que lo hacía reaccionar, no evitaba que pensara en él.

—¿Qué harás en Navidad? —Frank me sacó de mi ensimismamiento. Observé su perfil mientras caminabamos por el Castillo.

—Me quedaré aquí con mis amigos. ¿Y tu?

—Iré a casa. —Respiró hondo.— Mis padres insisten con que pase las fiestas con ellos, no entiendo esa estupidez de la familia reunida y demás. Yo solo quiero divertirme.

—Agradece que tienes una familia unida. —Murmuré mientras nos sentabamos en un banco de madera, a las afueras de Hogwarts. Me dio una mirada extrañada, como si no pudiera entender a que me refería.

Continuamos hablando pero mi mente estaba alejada de él y nuestra charla. Solo podía pensar en Sirius y me odiaba por eso, por dejar que se metiera en mi cabeza y la afectara.

La tarde dio lugar al atardecer, el cual nos quedamos observando un largo rato con mi cabeza sobre su hombro, apreciando la belleza de aquel instante. En ese momento podía decir que estaba siendo feliz, incluso con el chico que estaba a mi lado.

—¿Vamos? —Propuso extendiendome su mano. La tomé y comenzamos a caminar por los pasillos de Hogwarts, en dirección a la Sala Común.

Al llegar, me dijo que iría con sus amigos y se marcho, dejandome en el medio de aquel sitio, sentada en el sofá, pensando en que carajo estaba haciendo con mi vida.

¿Por qué no lo terminaba todo? ¿Por qué no corría en brazos de Sirius y le pedía formar una relación sana? Las palabras de Minerva vinieron a mi cabeza, sabía que estabamos destinados a ser.

Pasara lo pasara, él y yo éramos. Nunca supe bien qué ni cómo, pero si fuimos algo, algo estupida y ridiculamente hermoso que destruyó cualquier posibilidad de formar otra cosa en mi vida.

Incluso años después.

Inefable | Sirius Black.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora