Capitulo 9

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¡No hagas nada! ¡Debía estar bromeando! Jorge sintió como si le faltara un segundo para experimentar una fusión total.  ¿Qué demonios le había sucedido a la mujer fría y rígida que había besado en el aeropuerto?

-Cielos.  Espero no interrumpir nada.

Jorge dudó de que el sonido de la voz de Elizabeth se hubiera registrado en su mente de no haber sido por el hecho de que provocó la retirada de la boca ardiente y el cuerpo cálido de Aracely que segundos antes estaba completamente pegado al suyo.  Pero incluso en el momento en que su aturdido sistema intentaba por recuperar el equilibrio, la mujer responsable de su desequilibrio emocional parecía impasible.

-En absoluto, Elizabeth (dijo Aracely, que añadió en un susurro alto dirigido a Jorge).  ¿Lo ves? Te dije que sólo teníamos tiempo para algo rápido (le asió la mano y lo arrastró hasta donde Elizabeth se hallaba junto a un cochecito de golf).

-Lo siento, Elizabeth —dijo él—.  ¿Hemos confundido la hora? Estaba seguro de que Frank indicó que nos reuniríamos en el bar a las siete y media.

-¡Oh, no, Jorge! (apoyó la mano en su brazo para tranquilizarlo).  ¡Tienes toda la razón! Pensé que lo mejor era recogerlos, por si tenían problemas para localizar el hotel.

-Oh, hay que seguir las señales que pasamos cuando vinimos aquí por la noche, ¿no? (Aracely pensó que había planteado la pregunta con absoluta inocencia, pero cuando él le apretó el codo, volvió a sonreír y añadió) No, en serio, Elizabeth, ha sido un detalle que vinieras a buscarnos.

-Sí lo ha sido (acordó Aracely con una mueca).  Por desgracia, Aracely, tendrás que sentarte en la parte de atrás.  Jorge estaría demasiado apretado en un espacio tan reducido...  tiene unas piernas muy largas.  Con franqueza, ser tan alto en ocasiones puede resultar un inconveniente.  No tienes ni idea de lo afortunada que eres al no medir 1,80.

Aun sin contar los tacones de diez centímetros que llevaba, el metro setenta y dos de Aracely no la cualificaba como una pigmea.  Apenas se contuvo de señalar que Elizabeth también era afortunada, ya que su casi metro ochenta le permitía el lujo de ocultar demasiados kilos adicionales y un exceso de silicona.  Pero no quiso rebajarse a su nivel y con una sonrisa en los labios se sentó en la parte de atrás.  Elizabeth aguardó hasta que Jorge ocupó su sitio adelante antes de deslizarse a su lado, aprovechando al máximo la abertura de su vestido para mostrar su cuerpo.  Aracely no supo si se sintió asqueada o divertida por el descarado exhibicionismo de la mujer.

“¿Y Jorge había tenido una aventura con esa mujer?” pensó Aracely.

Más tarde, Aracely decidió que estaba siendo la noche más larga de su vida, y lo triste era que todavía no habían empezado el primer plato.

No hacía falta ser un genio para reconocer que Frank estaba tan estúpidamente embobado por su tercera esposa, o al menos por sus atributos físicos, que era ajeno al hecho de que ella sólo se fijaba en Jorge.  Siempre que la vista de Frank se desviaba a los pechos demasiado expuestos de su mujer, que no paraban de moverse, seguro que por el esfuerzo de respirar en un vestido tan ceñido, ella miraba con expresión tórrida a Jorge.

-Jorge me ha dicho que lleváis casados seis meses (comentó Frank mientras le llenaba su copa de champán y a continuación la suya).  ¿Cómo te las arreglas estando casada con un hombre tan ocupado como él?  Sé que Elizabeth siempre dice que lo pasa muy mal cuando me voy en viaje de negocios, y le cuesta mucho divertirse.

Mi Seductor Amigo - Jorge Luis Pila y Aracely ArámbulaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora