Capitulo 6

460 33 3
                                    

El trayecto del aeropuerto a la isla se realizó en el helicóptero privado de los Prol, con el propio Fran al mando del control. Una mala elección de asiento situó a Jorge justo detrás del piloto, quedando a merced de Elizabeth y Aracely. Si las miradas pudieran matar, Jorge supuso que moriría de heridas múltiples antes de que aterrizaran.

Cuando Prol insistió en que todos se pusieran auriculares con micrófonos para poder hablar por encima del ruido de los rotores, comenzó a preocuparse de que Elizabeth pudiera formular preguntas incómodas sobre su matrimonio y que Aracely contradijera lo que él ya había dicho.

Por suerte, en cuanto Prol se puso los auriculares se lanzó a un monólogo inagotable sobre el estado de la isla cuando la compró veintitrés años atrás, y cómo había sido su visión y su genio financiero los que la habían convertido en una empresa multimillonaria como lo era en la actualidad.

Hasta el momento nadie había sido capaz de intervenir, y Jorge se sintió agradecido por haber oído ya la historia, tres veces en tres días; si el viejo titubeaba, podría empujarlo con algo como: «Frank, cuéntele a Aracely cómo usted...» antes de que Elizabeth pudiera abrir la boca y ponerlos en un aprieto.

Les regaló con una vista de los rasgos naturales de la isla, y de los artificiales que contribuían al Illusion Resort Complex.  Aracely se mostró complacida, pero no hasta el punto de que Frank se sintiera confiado a elevar su ya exagerado precio por la venta de la isla.  Era un alivio saber que sin importar lo irritada que estuviera con Jorge, Aracely jamás permitía que sus sentimientos fueran en detrimento de unas negociaciones.  Quizá fuera una romántica empedernida, cuya forma de pensar resultaba incomprensible, pero era la persona más leal que Jorge conocía.  Bajo ningún concepto le fallaría a él o a Coronel Resort Corporation.

-Me temo, Aracely, ya que Jorge no nos avisó de que vendrías hasta hace unas horas, que hasta mañana no tendremos disponible una de nuestras suites más grandes (le indicó Frank mientras la ayudaba a subir a un cochecito motorizado de golf para realizar el trayecto desde el helipuerto hasta el hotel).  No obstante, si consideras que la suite actual de Jorge es un...  poco pequeña para dos personas, a pesar de ser una de las más prestigiosas (se apresuró a añadir), entonces a Elizabeth y a mí nos encantará que pasen la noche en nuestro ático (le sonrió a su esposa). ¿No es así, cariño?

A la faceta perversa que había en Aracely le hubiese gustado atribuir la expresión en blanco en la cara de «Cariño» como prueba de que era tan estúpida como había creído, pero lo más probable es que no hubiera oído la invitación de su marido, concentrada en enviarle miradas ardientes a Jorge a espaldas de Frank.  Sospechaba que en cuanto Jorge se quitara la camisa mostraría las quemaduras de su escrutinio. Elizabeth Prol era tan sutil como el diamante del tamaño de una pelota que llevaba en la mano izquierda.

-Es precioso,¿verdad? (comentó la morena al notar la dirección de los ojos de Aracely, plantándole la enorme piedra ante la cara).  Frank eligió el diamante, pero yo diseñé el engaste.

-Es...  es único (dijo Aracely y añadio) Jamás había visto tanto detalle en oro blanco.

-En realidad, es platino.  Soy alérgica a los metales baratos, ¿verdad, cariño? (le sonrió a su marido cuando la ayudó a subir al cochecito).

-Para sufrimiento de mis contables, que no tienen idea de lo mucho que un hombre desea complacer a la mujer que ama (río entre dientes y le guiñó un ojo a Jorge).  Creo que sería buena idea dejar que las señoras se sienten juntas atrás, de ese modo podrán charlar de joyas y moda todo lo que quieran mientras nosotros hablamos de negocios.

Aracely  no debatió el comentario sexista y machista, notando que a Jorge no le entusiasmaba más que a ella la idea de Frank.

-Veo que no eres muy aficionada a las joyas, Aracely  (dijo Elizabeth en cuanto se pusieron en marcha).  No he podido evitar notar que no llevas ningún anillo de casada.

Mi Seductor Amigo - Jorge Luis Pila y Aracely ArámbulaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora