Takemichi no había hecho de su vida nada interesante.
Al terminar sus estudios básicos el chico había decidido comenzar a trabajar, según él la escuela no era lo suyo y por mucho que se esforzara jamás iba a conseguir buenos resultados.
Es así como a sus veinte años el chico se mantenía a base de trabajos a medio tiempo, era común verlo en una tienda de renta de DVD's o en una tienda de conveniencia a altas horas de la noche.
Justo ahora se encontraba en este último, eran poco más de las once de la noche y todo estaba bastante tranquilo por lo que se permitió encender la pequeña televisión que tenían en la tienda. No había nada interesante en la programación por lo que decidió dejar el canal de las noticias.
«Un nuevo conflicto de la Tokyo Manji ha dejado varías víctimas. Se estima que el número de afectados es mayor al del mes pasado, durante este incidente se lograron capturar imágenes de quien parece ser líder de dicha organización.»
En la pantalla apareció la imagen de un joven de cabellos rubios y largos, con unos ojos tan oscuros que a pesar de ser sólo una fotografía te provocaba escalofríos.
Takemichi reconocía a aquella persona a la perfección, se trataba de Sano Manjiro.
Su amor platónico de la secundaria.
El pelinegro estaba sorprendido, aquel chico de infantil personalidad del que se había enamorado se convirtió en un criminal y no cualquier criminal, se había convertido en el líder del grupo delictivo más peligroso de Tokyo y posiblemente Japón.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando la campana del local se hizo sonar, indicando que había un nuevo cliente.
-Buenas noches- fue lo único que pudo decir el azabache antes de que fuera amenazado con una pistola.
-Dame todo el dinero que tengas- habló el asaltante mientras le entregaba un saco para que metiera ahí el efectivo.
Con movimientos torpes Takemichi comenzó a meter los billetes y las pocas monedas de la caja registradora en el saco, intentaba no levantar la mirada, sentía como aquel hombre lo escrutaba con sus ojos. Tenía miedo de que le disparara.
Antes de poder terminar, el sonido de las sirenas de policía de hizo presente, el muchacho levantó el rostro esperanzado y sin querer volteando a ver a su atacante.
"Mierda"
Había visto su rostro, el hombre inmediatamente se dio cuenta quitando el seguro del arma y arrebatando el dinero de las manos del joven.