Han pasado tres años desde la última vez que se supo de los Sayler, los mismos que fueron derrumbados por una sola persona. Kylee "Cooke" Sorní, una becada junto a su mellizo en la universidad que tanto tiempo estuvo administrando el padre de dicha...
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Mi mellizo llegó una semana después de la hermosa bienvenida al nuevo semestre. Con la presencia de dos personalidades que, desde el primer segundo, me atormentaban en mis pesadillas. No le conté el mismo día de la llegada de ambos hombres por no querer preocuparle. Por lo que esperé a que se relajara de su viaje, ya que tendríamos un último semestre extremadamente caótico antes de culminar nuestra carrera universitaria.
Cuando Karter llegó al recinto ya habían comenzado las clases, perdiéndose la primera de estas; pero llegando, por suerte, a tiempo para las demás.
Justo caminábamos hacia nuestras respectivas aulas entre los edificios de medicina y criminología, cuando de repente nos encontramos con la presencia de uno de los mayores que había evitado durante el corto periodo de llegada de mi mellizo.
Karter se detuvo de repente y su vista se mantuvo fija en la persona que hablaba animada con un grupo de chicas que le rodeaba al oírlo conversar. Parecía no creer lo que lo que tenía frente a sus ojos. Yo me detuve a unos pasos de él y dirigí la mirada al mismo punto que él, sintiendo como la sangre se me helaba al notar lo que tanto llamaba su atención.
— Kylee. —La voz de mi mellizo era más grave que antes, aunque para mí fue casi imperceptible ese cambio de tono, para muchos se notó lo suficiente. Ahora yo me di cuenta del cambio cuando mi nombre se arrastró por su lengua en una tinta de advertencia y pregunta disfrazada.
— Te lo iba decir —apresuré a contestar cuando volteé mi vista a él y noté sus ojos, tan similares a los míos, fijos en mi persona.
— ¿Cuándo? —Agudizó sus contemplación, suspirando. Yo rodeé los ojos, incomoda, y me acerqué a él para tomar su brazo, llevándolo conmigo a otro lado del campus en el que Maxwell no nos viera.
— Escucha, te lo iba decir esta noche —lo solté al detenerme debajo de un árbol con pocas hojas que recién nacían por acercarse la primavera—. Pero ya que lo supiste de esta manera, no hay de otra que decirte todo.
— Te escucho —Karter se cruzó de brazos, dejando salir un leve rugir del abrigo invernar que nos cubría de la brisa temprana.
— El día de la bienvenida me di de cuenta de que Maxwell había ingresado de nuevo a la universidad.