『⸙』

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𝙼𝚊𝚛𝚝𝚎𝚜 10 𝚍𝚎 𝙰𝚐𝚘𝚜𝚝𝚘

12:00 𝚙.𝚖.

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Oh, no. Tenía que estar bromeando.

Calla, consciencia. Ella habla bastante en serio.

Di algo entonces.

Vi aquel sobre extendido hacia mi. No era un misterio lo que tenía dentro, pues contenía cierta cantidad de dinero de liquidación.

Sí, me estaban despidiendo.

No te estan despidiendo, loca.

– Siento no habértelo contado antes, cariño –consoló la señora Ino– Estaba segura de lo que hacía y, si te lo comentaba, me harías cambiar de opinión.

Tomé el sobre y solté un gran suspiro. La verdad es que no me imaginaba que sería así cuando dejara de trabajar en aquella floristería. Me encantaba tanto este lugar. La paz que tenía aquí no la podría encontrar en otro lugar.

Asentí y observé a mi alrededor. Sai, el esposo de la señora Ino, ayudaba junto a otro trabajador a subir todas las flores, arreglos y muebles del local. Llevaban muy poco, apenas habían comenzado.

– No hay mas remedio – fueron las primeras palabras que pude articular desde que llegué– Por lo menos déjeme ayudar. 

Gran idea, chica. Sigue llorando internnamente y guardándote la frustración que tienes mientras ayudas a que el local donde has trabajado desde el principio se vaya a la mierda sin ti.

No me ayudas, conciencia. 

Ino me sonrió y asintió de forma gentil. Explicó lo que debía ser empacado y como debía estar ordenado. Al final, me terminó encomendando la triste y aburrida tarea de separar flores, agruparlas en racimos de doce flores cada uno, clasificados por color y tipo de flor.

Bueno, la verdad amaba esta tarea. Me despejaba un poco de lo que sucedía a mi alrededor.

Al cabo de una hora, la puerta se abrió. No sé si fue lastimero no escuchar esa campanilla que tintineaba cada que alguien ingresaba al local, pero de pronto un nudo se hizo en mi pecho.

– Oh, ¡Hima-chan! – y ahí estaba.

Cerré mis ojos por un momento. Siendo sinceros, no quería cruzarme con Inojin dentro de un tiempo.

– Hola – casi carraspeé – ¿No deberías estar en tu trabajo?.

No es como que me importara, pero tampoco quería ser una grosera con él. No me había tratado mal ni nada, pero era un pesado.

– Lo mismo digo, preciosa – apreté el manojo de flores que tenía en las manos. Que descarado. Él pareció darse cuenta de lo que dijo – Eh... lo siento. No debí decir eso.

Voltee a verle y le sonreí como un angelito, haciéndome como que no me había afectado el echo de que me recordase que este era mi último día aquí.

𝐓𝐇𝐄 𝐁𝐎𝐘 𝐈𝐍 𝐅𝐑𝐎𝐍𝐓・ᵏᵃʷᵃʰⁱᵐᵃ || ②Donde viven las historias. Descúbrelo ahora