Capítulo 3 "Vendido"

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Rechell estaba divirtiéndose entre más de diez mujer, entre ellas, yo. Que estábamos todas tras un solo objetivo: Hermes, que nos miraba a todos sin alguna emoción en el rostro, si esto le disgustaba, no sabría decirse, era tan confuso de leer que comenzaba a dolerme la cabeza de tanto darle vuelta a ello.

—Creo que todas aquí presentes, conocen a este Blackford por las noticias, un joven empresario que se hace cargo de la joyería familiar, y como se conoce entre los hombre, "El diablo Blackford" —se rió suavemente—. Una gran reputación entre los negocios como un hombre arrasador, sin dudas, un buen partido para todas ustedes jovencitas y bellas damas.

Suspiré, manteniendo mi mano izquierda en una posición alta para poder subirla rápidamente. En el ambiente se notaba la determinación por ganar, por intentar lograr tener a Hermes Blackford.

— ¿Dos mil quinientos...?

Levanté mi brazo, pero no fue suficientemente rápido y la mujer de vestido azul levantó la mano, Rachell la señaló con el micrófono. Reconociendo su oferta. La mujer me miró y se rió, negando con la cabeza y volviendo a mirar al frente.

Esto ya no tenía nada que ver con la caridad. Absolutamente, no. Esto se había vuelto personal.

Las disputa entre las dos comenzó a hacerse más notoria mientras Rachell subía los números y las señoritas dejaban de pujar por ello, y luego estábamos rozando los cinco mil y ninguna se detenía. Yo, por empujaba por el recuerdo de querer ayudar a Hefestos y ahora por la nueva sensación de competencia que sentía pasar por mi venas. Rachell lanzó la siguiente cantidad y levanté mi mano al aire con una velocidad vertiginosa, tanto, que casi escuché algún musculo tronar, pero valió la pena el ver a Rechell señalarme con el micrófono.

—cinco mil trescientos para la encantadora dama de vestido coral—sonrió.

Le devolví el gesto y miré de nuevo al escenario, hacia a donde estaba Hermes para ves que reacción había en su rostro. Llevé la sorpresa que él ya estaba viéndome y con un pequeño curioso en sus ojos.

Intento ayudarte. Gesticulé. Él me miró sin decir nada, ni un gesto, parpadeó lentamente y me miró directo a los ojos.

¿Hefestos? Ladeé la cabeza un poco, y asentí, asumiendo que lo nombraba como una forma de saber si él tenía algo que ver, y creo que fue así porque observó a su hermano que levantó los pulgares con ánimo. Hermes volvió a mirarme y asintió con disimulo, volviendo a mirar a otro lado.

Pude notar que sus hombres se había destensado y postura ya no era tan cerrada.

Llegó el llamado para la próxima oferta, y antes de que Rechell terminara la oración, la oferta ya era mía. La dama de azul me volvió la mirada y la frialdad en ella podía un buen día verano aquí en chicago, y estuve de lo mas tentaba a hacer algún gesto de burlón e infantil, pero me contuve al recordad las millones de formas en que eso no era más que una falta de respeto.

Ella y yo terminamos compitiendo por unas seis u cinco rondas más. El aire era cada vez mas tengo y duro, nuestros brazos subían veloces y ninguna de las dos parecía que planeaba rendirse pronto. Mi respiración era algo rápida y mi corazón bombeaba con más constancia, algunas gotas de sudor rodaron por mi nuca y mantenía mis labios un poco abiertos para sacar el aire por ella.

La competencia me había tan absorta que se me olvidó el público que nos miraba como un tipo de entretenimiento. Mis padres estaban sentados en una mirándome con fijeza y justo cuando mirar hacia Hefestos, Rachell pujó una nueva oferta, mi mano se levantó una vez mas de forma automática, tan elevada como la cifra de once mil quinientos que había logrado llegar, pero en cambio a las otras rondas, mi mano fue la única arriba.

—Esta vez ira para la jovencita de vestido coral—dijo Rachell.

Miré a la mujer de azul que mantenía los labios apretados y los brazos cruzados bajo su pecho. Vislumbré a Hermes llevando las manos a los bolsillos de su pantalón y esperar alguna respuesta de mi contrincante, pero no hubo. Mi corazón se aceleró con más rapidez mientras dirigía mi vista a Rachell que esperaba alguna respuesta de igual forma.

—Dos veces—observé que la mujer de azul miraba suplicante a un hombre, pero él negó duramente con el cabeza y ella, cerró los ojos y asintió.

Miré de nuevo a Rachell, ansiosa.

Ella me señaló y dijo: — Y vendido a la jovencita de vestido coral.

Mi cuerpo de sintió libre de carga y casi me desplomo. El sentimiento victorioso me llenó la garganta con la euforia de tener ganas de gritar de felicidad o levantar los brazos, que, en retrospectiva eso era algo carente de modales y verdaderamente estúpido, y de lo que me habría arrepentido de inmediato.

Miré hacia Hefestos que literalmente su rostro tenía una sonrisa que le partiría le cara, era inmensa y sus ojos estaban tan brillantes que el gris en ellos se veía como una gema. Lindo. No había otra forma de llamar a Hefestos, lindo y que a la vez mantenía un poco de aire de su hermano que lo hacía resaltar su atractivo. Observé el escenario y Hermes ya estaba mirándome, en cambio como describir a este hombre, ya era un poco difícil, sin embargo la primera palabra que me venía a la mente era algo como...

Intimidante.

Lo era. Mucho, debo decir, pero aun así mantenía quería caminar hacía él. Mis pies estaban ansiosos por dar pasos en su dirección, pero mi mente lo frenaba con un cartel amarillo y que en letras negra claro y brillante decía "peligro"

Apreté mis manos a los costados cuando comenzó a caminar, mirándome desde arriba, y me hacía sentir algo más pequeña de lo que era. Las personas a nuestro alrededor lo miraban hechizadas, sin perder sus movimientos, sin dejar de analizar ni uno solo de sus pasos. Yo tampoco lo perdí de vista. Lo miré caminar hacía mi, sin moverme y parpadear. Solo lo miré. Como quien mira una obra de arte, la admira y nota cada detalle de ella, y aun así, siempre observa un detalle nuevo cuando mira un poco más.

Se detuvo frente a mí y elevé un poco la cabeza, parpadeando, abriendo ligeramente mis labios para dejar escapar una suave respiración. De cerca, observaba muchos más detalles que no veía desde el escenario; como por ejemplo que sus ojos no eran completamente azules y mantenían tonos grises alrededor de sus pupilas, que su cabello era espejo y mucho más negro que brillaba con el reflejo de las luces, que no había ni un solo vello llenando sus mejillas y barbilla y que era muchísimo más atractivo de lo que yo podría ver de lejos, porque de cerca, solo podía mantener mi mirada en él. Y solo en él.

—Señor Blackford.

Fue lo que pude decir, no creía que podría dejar escapar otra frase y que se coherente al mismo tiempo. Era como si estuviera hechizada.

—El señor Blackford es mi padre, señorita Rowland—su voz era profunda y con un ápice de suavidad. Tomó mi mano con dulzura y besó mis nudillos, haciéndome sonrojar—. Dígame Hermes, por favor.

—Hermes...—saboreé el nombre en mis labios. Lo miré a los ojos, maravillada—. Entonces usted llámeme Johana.

Él asintió y miró a su alrededor, yo hice lo mismo notando que todos nos miraban. Volví mis ojos hacía él cuando Hermes ya me estaba mirando.

— ¿Me permite un baile, Johana?

La forma en que sus labios se movían para decir cada silaba de mi nombre, era inefable. Cada cosa de Hermes me parecía brillante y digna de admirar, aunque sea el detalle más pequeño de él, yo no podía alejar mis ojos de él. Asentí y tomé su mano, me condujo hasta el centro del salón, las personas no daban paso y nadie hablaba, y yo como si fuera imposible separar la vista de él, mantenía mis ojos en su rostro que miraba al frente con confianza.

Nunca había conocido a un hombre como él: intimidante y atrayente a la vez.

Y no sabía si huir o quedarme.

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Hermes me pare un hombre increíble, ya van a ver que van a querer uno para navidad.

Ahora, como pasaron este finde? yo estuve en la playa, me quemé bien feo y el mar me revolcó, claramente nunca seremos buenos amigos, pero..... fue divertido, mis quinces están cerca y estoy muy feliz. ejejejejejejeejej


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