Capítulo 6 "Lo siento"

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Terminamos el primer plato y aun no habíamos tenido una conversación amena, nos trajeron una botella de vino que descorchó y nos sirvió a ambos, todo aquello en silencio. Bebí un sorbo e hice una mueca sutil al notar que estaba demasiado dulce, pero no dije nada y bebí, observando que a él al parecer le gustaba este vino ya que sus gestos demostraban que lo disfrutaba.

—Gracias por invitarme a este almuerzo, Hermes—dije, algo asfixiada por el silencio.

Él me miró y dejó la copa a un lado.

—Es un placer poder disfrutar de tu presencia, Johana—me sonrojé—. ¿Disfrutaste el primer plato?

—Maravilloso—miré a mí alrededor—. Y el hotel es encantador, me había quedado algunas veces con mis padres y jamás nos han dejado insatisfechos. La verdad, una buena elección, la comida de aquí es muy buena.

—Me alegro, odiaría que estuvieras descontenta con algo de mi hotel.

Parpadeé sorprendida.

— ¿Tu hotel?

Se rió de mi expresión.

— Los McCormick son unos buenos amigos de mi familia y fue hace bastante tiempo que compramos las acciones de los hoteles—bebió un sorbo con indiferencia—. Sigue manteniendo el apellido hasta que se haga pública la noticia de la unión entre las familias—me miró—. Esto algo bastante confidencial, Johana, ¿Podríamos mantenerlo entre los dos?

Asentí rápidamente.

—De mi boca no saldrá nada, Hermes.

Sonrió satisfecho y yo fijé mi vista en sus labios. Tragué saliva y bebí un tragó un poco largo de aquel vino dulzón, airada.

Ay, Dios mío. ¿Qué me pasaba?

— ¿No ustedes eran dueños únicamente de las joyerías Blackford?

Se encogió de hombros.

—Mi padre cree y yo creemos que deberíamos desenvolvernos en otros negocios, uno de ellos en el que estamos experimentando es sobre la hotelería—calló de pronto y me miró—. Siento que te estoy aburriendo hablando de trabajo, Johana. Te pido perdón por ello.

—No, claro que no—me apresuré a responder—. No me aburres, de hecho, me gusta escucharte hablar. Por favor, no pares—me di cuenta de mi absurdo golpe de sinceridad y quise esconderme bajo la mesa. Ay, Dios mío. Qué forma tan desesperada acabo de hablar.

Se me quedó mirando y de a poco comenzó a sonreír un poco, negando con la cabeza lentamente.

—Gracias, Johana.

Abrí la boca y asentí.

—Yo...

«No dude, Señorita Rowland. Una mujer nunca debe quedarse dudando y si no tiene nada que decir, solo se queda callada»

He cometido tantos errores enfrente de Hermes.

—Además del baile ¿Qué le gusta hacer a la Señorita Johana Rowland? —se relajó y se recostó en la silla, mirándome curioso.

Busqué algo en mi memoria y dije lo primero que recordé.

—Amo escuchar música—cerré los ojos unos segundos, buscando que decir—. Amo como puedes describir cada sentimiento de forma rítmica y poética, amo como la música puede hacerte feliz, triste, enojado y vivo, como puede sacarte de tu realidad y llevarte a un lugar en donde solo puedes escuchar la melodía, o que en mi caso, estoy en la soledad de mi salón de baile y cierro los ojos y bailo. Sintiendo la melodía en cada paso, cada suave movimientos de mis pies. La música y el baile inevitablemente se encuentran y son mis dos pasiones.

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