Capítulo 5 "Incomoda"

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Mis medos mantenían un ritmo similar durante esta media hora de práctica, mi maestra de piano me observaba desde una esquina del salón al tiempo que yo estaba concentrada en que en menos de una hora, marcarían las doce del medio día.

Presioné una tecla equivocada y la melodía se arruinó. Hice una mueca y suspiré, levanté la vista y observé a mi profesora que se levantaba mientras negaba con la cabeza, acercándose a mí.

—Ponga toda su atención en la melodía, Joven Rowland—dio un golpecito a la regla contra una punta del piano—. ¿Podría repetirme nuestro verso?

—"Las mujeres debemos ser hábiles en el arte de la música y tener maestría en nuestros propios quehaceres" —dije suavemente—. "Una mujer que no tenga algún talento, es solo una cara bonita sin gracia y sin inteligencia"

—Correcto—sonrió, colocando la montura de sus lentes de nuevo por su nariz—. ¿Cómo tendrá un esposo si no podrá entretenerlo y darle algo para demostrar enfrente de sus amigos?

—Yo...

Golpeó mis nudillos.

—No dude, Señorita Rowland. Una mujer nunca debe quedarse dudando y si no tiene nada que decir, solo se queda callada al lado de su esposo.

—Sí, maestra—asentí.

Suspiró.

—De nuevo.

Miré la hora en el reloj grande que manteníamos en una esquina de la sala de música. El tiempo estaba corriendo y me quedaba muy poco para poder alistarme y llegar al hotel que no estaba nada cerca de mi residencia.

—Maestra, ¿Cree usted poder dejarme un descanso por hoy? No me he estado sintiendo muy bien desde la recaudación de fondos de hace dos días, es por ello que carezco de concentración en esta clase. Prometo hacerle mejor en la próxima.

Me quedó mirando y volvió a suspirar, acomodando sus lentes.

—Creo que lo mejor es mantenerlo por hoy—accedió y utilicé todo mi autocontrol para no mostrar alguna expresión de triunfo—. Espero que no me decepcione en la siguiente clase, Señorita Rowland.

La servidumbre la acompañó a la puerta y yo me apresuré a llegar a mi habitación, Clara, mi dama de compañía desde que tenía ocho años, llegó después de mí al percatarse que me había ido del salón. Sus ojos cafés me observaron curiosos.

—Clara, saldré a una comida, ¿podrías elegir un atuendo para la ocasión?

Elevó sus cejas.

—No sabía que tenía algún compromiso hoy—dijo para sí—. De acuerdo, comenzaré ahora.

Ella comenzó a caminar hacía mi armario, pero la detuve. Carraspeé un poco y ella giró a mirarme, sin embargo yo miraba en todos lados menos a ella. Mis mejillas estaban demasiado rojas cuando hablé:

— ¿Podrías... podrías escoger algo para que yo... eh... yo me pueda ver más... linda?

Elevó sus cejas de nuevo, parpadeando. Luego entrecerró los ojos y se acercó mirándome con sospecha. Yo no la miré ya que ella al estar tanto tiempo conmigo, me conocía demasiado bien, tanto que hasta podría pensar por mi sin siquiera pedírselo.

— ¿Esto tiene algo que ver con el joven que tu compraste en la recaudación de fondos del cual tu me dijiste que solamente lo compraste para ayudarlo y del cual su mayordomo me dio un cheque de diez mil dólares?

Asentí.

—Él me invitó a comer hoy y...—pasé un mechón detrás de mi oreja, nerviosa—. Solo quería... yo, yo quería...—suspiré y me senté en mi cama—. No sé por qué me vino a la mente querer verme más destacable, Clara. Mejor olvida eso y elige algo que usaría normalmente, por favor.

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